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Falleció Juancho Vargas, emblema de la cumbia y el jazz en Colombia

El maestro Juancho Vargas trasegó más de 70 años en el mundo de la música tropical y fue además pionero del jazz en nuestro país.
Falleció Juancho Vargas, leyenda del piano en Colombia
Foto: YouTube
Luis Daniel Vega

Luego de padecer quebrantos de salud durante los últimos días, falleció en Medellín, a sus 88 años, el pianista barranquillero Juan Roberto Vargas Schoonewolf, mejor conocido como Juancho Vargas. Como pianista, organista, arreglista y director de orquesta, Vargas trasegó más de 70 años en el mundo de la música tropical y fue además pionero del jazz en nuestro país.

Nacido el 11 de noviembre de 1934 en el barrio San Roque de la capital atlanticense, todavía era menor de edad cuando comenzó su extraordinaria carrera musical acompañando a Daniel Santos durante su gira por algunas ciudades del Caribe colombiano, relevando a Alfonso Meza en la Orquesta Emisora Atlántico Jazz Band, a donde llegó recomendado por Pedro Biava, su maestro en el Conservatorio de Música de la Escuela de Bellas Artes.

A sus 21 años, Vargas se instaló en Medellín. Allí desarrolló lo más importante de su carrera. Con su piano participó de la primera versión de “Ay, cosita linda” de Pacho Galán, tema fundacional del género merecumbé; luego como director artístico del sello Sonolux dirigió la célebre orquesta que llevaba ese nombre, donde departió como arreglista al lado de Luis Uribe Bueno, León Cardona y Antonio María Peñaloza. En Discos Fuentes, casa discográfica que lo contrató en 1967, grabó épicos solos salseros al lado de Michi Sarmiento y Los Corraleros de Majagual, además de discos instrumentales con órgano Hammond.


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Algunos de sus trabajos más recordados como solista los grabó justamente en esa ciudad. Para Sonolux dejó registrada una producción maestra del incipiente jazz colombiano llamada “Colombian Brass”, con piezas clásicas del repertorio nacional enfatizando en la improvisación y en la ejecución de las trompetas pareadas, al mejor estilo de Herb Alpert and The Tijuana Brass, muy de moda por aquel entonces. También dejó un registro para el sello RCA de música latinoamericana en compás de cumbia para gran orquesta, con el nombre de “Cumbias espaciales”. También para ese sello creó una agrupación de estudio llamada Los Tremendos de Juancho Vargas.

Por esos mismos años, Vargas se estrenó en la música improvisada con su quinteto de jazz, agrupación con la que antecedió el concierto del saxofonista norteamericano Paul Winter en Medellín en 1962, además de participar del II Festival Musical del Medellín en 1966, al lado de Fabio Espinosa en trompeta, Jesús Zapata en contrabajo, Hermides Benítez en batería y el sobreviviente Álvaro Rojas en saxofón.


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Luego de una temporada en los Estados Unidos que se prolongó un lustro, regresó a Medellín a finales de la década de los años setenta. Colaboró en algunas canciones de Fruko y, finalmente, se dedicó a la pedagogía. Alejado durante una década del ambiente discográfico, repuntó brevemente con dos registros –editados por Discos Fuentes entre 1999 y 2000- al frente de la Big Band de Medellín, y en 2012 volvió por aquellos estudios para participar de un par de improvisaciones al lado del proyecto Ondatrópica, de Mario Galeano y William Holland, “Quantic”. Dichos temas fueron “Cumbia espacial” y “Noche de amor”, este último recién lanzado en formato de vinilo de 45 RPM.

Si algo caracterizó en vida a Juancho Vargas fue su eterna inquietud, su energía y sus ganas de continuar vigente. De manera paralela a su incorporación en Ondatrópica, regresó a la universidad para perfeccionarse en materia de creación y armonía, en 2015 participó del homenaje por los 60 años del lanzamiento de “Ay cosita linda” en el Carnaval Internacional de las Artes de su natal Barranquilla, y hasta sus últimos días se mantuvo como director de la Orquesta El Sueño del Maestro, un proyecto de baile de salón conformado por jóvenes estudiantes de música, al lado también del veterano saxofonista Álvaro Rojas y del cantante Frank Cortés, fallecido hace dos años. La historia de ese proyecto otoñal la puede usted escuchar en este podcast.

Un último encuentro con el piano de Discos Fuentes

En los primeros meses de 2012, el músico inglés Quantic y su similar colombiano Mario Galeano convocaron a una fulgurante selección de leyendas locales de la música tropical. Entre los convidados al monumental proyecto–que a la postre conoceríamos como Ondatrópica- se encontraban Aníbal Velásquez, Michi Sarmiento. Pedro Ramaya Beltrán, Fruko, Markitos Micolta, Alfredito Linares, Jorge Gaviria y, por supuesto, Juancho Vargas. Galeano recuerda que esperaron ansiosamente su llegada:

“Ya habíamos grabado durante dos semanas. Los ánimos estaban en su punto más alto y los estudios emanaban una energía muy potente. A sabiendas de que el corazón de Juancho estaba frágil, cuadramos su sesión casi para el final. Venía del médico cuando se apareció en Discos Fuentes. Para nuestra sorpresa, se sentó en el piano y comenzó a calentar. Tenía la mano izquierda tiesa, como apagada. Al cabo de unas horas decidimos grabar y sucedió algo impresionante: sin premeditarlo mucho, Juancho se largó a improvisar una cumbia en compañía de Fruko en el bajo, Chino en el llamador, Chongo en el tambor alegre, Mario Rincón en el platillo y yo en la guacharaca. Esa cumbia, la 'Cumbia espacial', se convirtió luego en la canción más reconocida del disco. La sesión culminó con otra improvisación inesperada. Para todos los presentes fue un momento lleno de alquimia”, dijo Galeano.

Esa otra improvisación repentina que menciona Mario Galeano no fue incluida originalmente en el disco. Durante ocho años Quantic la mantuvo guardada en sus archivos hasta que decidió editarla y cortarla artesanalmente en Selva, su estudio casero ubicado en Nueva York. El vinilo de siete pulgadas –tercera referencia de su sello Selva Records- contiene la última vez que Juancho Vargas –y pianista alguno- se sentó frente al histórico piano de Discos Fuentes. Luego de Ondatrópica, el estudio donde se grabaron algunos de los episodios memorables de nuestra música popular, desapareció.

La comunicación es telepática, conmovedora y eficaz. El sencillo es un objeto coleccionable de edición limitada que, afortunadamente, cuenta con un documento audiovisual en el que las manos dubitativas del pianista, antes de emprender el ascenso, se revelan melancólicas, como si presintieran el triste destino de aquel legendario aposento.

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