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Los Mitos del Valle de Yararaka, en el desierto de la Tatacoa

En cada calle, cada cuadra, cada pueblo, cada ciudad de nuestro país se esconden muchos personajes y muchas historias que esperan ser contadas.
Radio Nacional de Colombia

Cerca de 60 personas estaban conmigo, turistas locales y extranjeros, periodistas, adultos e incluso niños; todos estábamos en silencio, solamente se escuchaba el crujir de la madera al quemarse. Horas antes nos habían guiado hasta allí en una gran oscuridad, por cerca de dos horas nuestros pasos siguieron la luz que escasamente la luna nos prestó en algunos momentos. Llegamos a una especie de campamento, amplio, pero descubierto completamente, podíamos ver el cielo; rodeado de aquella tela que ha cobrado tal protagonismo en las ciudades que hasta conocemos su nombre; polisombra. La malla rodeaba el lugar formando un rectángulo y allí nos ubicaron, en el suelo a ver las estrellas.

Estábamos en el Observatorio Astronómico de la Tatacoa, ubicado al interior del desierto, tiene una posición estratégica y casi única que favorece la observación del cielo colombiano. Se encuentra a tres grados latitud norte de la línea del Ecuador, que permite dirigir nuestras miradas y telescopios tanto al hemisferio norte, como al sur. En el desierto aún no se sufre por la contaminación lumínica, se goza de muy baja humedad en la atmósfera y lo convierte en un lugar único para levantar la mirada al cielo.

Aquellos turistas, visitantes del interior e incluso del extranjero, periodistas; todos estábamos absortos, abstraídos, como en un estado de meditación que habían creado nuestros guías en complicidad con la Osa Mayor, Polaris, Mizar y Alcor, estábamos viendo las estrellas.
Encendieron el fuego, rápidamente la fogata tomó fuerza y el estado silencioso ahora tenía otro matiz, se escuchaba el crujir de la madera, todo parecía estar provisto de una magia especial, propio de la región. Se escucharon algunos pasos, como personas acomodándose, pero nadie quiso romper su concentración. De repente su voz quebrantó por completo el silencio.

“En el alto Magdalena yace la Tatacoa,
vigila el ecosistema como el Mohán a su canoa,
como suena la tambora patrimonio de mi raza,
voy a contarles ahora, como hijo de Yararaka,
con la cultura que enamora, los mitos de mi comarca.
Voy a hablar en el estrado de duendes y candilejas,
Espíritus que ambularon por parajes de Villavieja,
Según historias contadas por nativos de mi tierra…”

 

Y con esas palabras, Honorio Vanegas Vanegas, empezó un maravilloso recorrido por los mitos de su comarca…