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Melodías de colección: el ritual del tango en imágenes

El Salón Málaga es, desde hace 65 años, el sitio del tango por excelencia en Medellín, pero cuando el calendario marca junio, el fervor por los aires del sur parece que se aviva.
Tango en Medellín
Fotos: Daniel Santa
Daniel Santa

Un encuentro de coleccionistas de tango sucede así: tras escuchar su nombre por los altoparlantes, un hombre pasa a tarima, inflando el pecho, con un disco-reliquia en su mano. El elegido se sienta en una silla que hace las veces de trono pasajero: alguien a su lado le pregunta, voz en micrófono, qué disco va a presentar. Un silencio corto se cuaja en el aire.

Él, alegre o tímido, responde, por ejemplo: “Les presento este tema antiquísimo. Se llama ‘El poncho del olvido’. Fue grabado en 1927, en Nueva York, en la voz de Juan Pulido con la Orquesta de José María Lacalle”. Pasa el vinilo, cuidadosamente, al encargado de ponerlo a rodar en el tocadiscos. Entonces, ese hormigueo de las viejas tonadas comienza a operar poderosamente en el corazón.

Es un ritual del tiempo que ha motivado a algunos a llevar sus vinilos en un portafolio de cubierta rígida, como si fueran artilugios de cristal. Cada uno, con ese celo tan singular que siente un niño por un juguete de lujo, va desenvainando sus discos. Las horas pasan, al ritmo de los tangos, en un contrapunteo casi competitivo pero animoso, amistoso, feliz. De pronto, una pareja baila, misteriosa, como salida de las sombras. Un aguardiente, unos ojos ocultos bajo un sobrero, una dama abanicándose el rostro, un aplauso al término de una canción.

En Medellín, esa ciudad vinculada profundamente al nombre de Carlos Gardel, sucede a diario. El Salón Málaga es, desde hace 65 años, el sitio del tango por excelencia. Pero cuando el calendario marca junio, y la ciudad de la ‘Eterna primavera’ se levanta para celebrar el Festival Internacional de Tango, el fervor por los aires del sur parece que se aviva. Aquí un puñado de imágenes sencillas de este rincón de encanto, capturadas mientras los versos de no pocos tangos eran cantados al ritmo del bandoneón.

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“Me da su permiso, señor comisario, / disculpe si vengo muy mal entrazado. / Yo soy forastero y he caído al rosario, / trayendo a los tientos un buen entripado”.
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“Los años caminan, se van como bochas / al bochín arrimando, rodando, rodando. / Por grande que haya sido tu fama, tu pinta o pasar, / aunque tengas seguro de vida, ¡vos también vas a sonar!”.
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“Yo tengo, yo tengo para hacer cría, una po... una pollita en mi casa. / Cantando, cantando nomás lo pasa, y no po... y no pone todavía”.
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“Yo sé —lo comprendo—que estoy desahuciado, / que no hay esperanzas, tené compasión. / Quizá cuando vengas habré terminado, / llevando tu imagen en mi corazón”.

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“Mientras tomamos un trago recordamos nuestros tiempos. / Soy feliz y, sin embargo, se me atora el corazón. / Es que al volver el pasado se hacen nuevas cuentas viejas; / es por aquel que, sabés, nunca lo pude encontrar; cuenta que nunca cobré”.
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“Cuántas veces en mis horas de honda melancolía, / si tu música venía mis recuerdos a turbar, / amargamente evocaba el pasado sin belleza / y en brazos de la tristeza reía por no llorar”.
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“No puedo ser más vil ni puedo ser mejor, / vencido por tu hechizo que trastorna mi deber. / Por vos a mi mujer la vida he destrozao / y es pan de mis dos hijos todo el lujo que te he dao'”.
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“Cuando el corazón palpita con ardor, / todo es risa y luz, en todo hay emoción. / Canto a la esperanza, fe en el porvenir; / amar a una mujer eso es vivir”.
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“San Benito de Palermo, por la Virgen y el Señor, / pedile a Don Juan Manuel que me salve de este horror. / San Benito de Palermo, ayúdame por favor, / que ya me llevan para el banquillo a los redobles del tambor”.
 

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“Barrio de tango, Luna y misterio, / calles lejanas, ¡cómo estarán! / Viejos amigos que hoy ni recuerdo, / ¡qué se habrán hecho!, ¡dónde andarán!”.
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“Colgada del frágil trapecio, su cuerpo elegante parecía al saltar. / Una paloma blanca que, al cielo, con ansia loca, quisiera llegar. / Mientras la gente emocionada contempla inquieta su salto mortal, / bajo la lona del viejo circo un frío de muerte se siente cruzar”.
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“Corre, corre barcarola, por mi río de ilusión, / que en el canto de las olas surgirá mi confesión. / Soy una estrella en el mar / que hoy detiene su andar / para hundirse en tus ojos”.
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“¡Hablame! La verdad quiero que digas / no se mata con intrigas de ese modo un corazón. / ¡No mientas! Que me amargo al contemplarte / y el afán de perdonarte me podría hacer traición”.

 

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