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Abelardo Carbonó, adiós al virtuoso padre de la champeta criolla

Nos queda de recuerdo su virtuosismo en la guitarra y las decenas de grabaciones, sabrosas, asombrosas y eclécticas.
Foto: Fanpage Facebook Abelardo Carbonó / Alexandra Insignares.
Radio Nacional de Colombia

Nacido en Ciénaga (Magdalena), en 1948, Abelardo Carbonó se mudó desde muy niño a Fundación donde su padre se hizo muy famoso tocando porros y cumbias al frente de la banda Los Tigrillos. Ante la imposibilidad de conseguir un piano o un saxofón, la guitarra fue su única opción.

Su formación autodidacta, crucial en su estilo desparpajado y sin pretensiones académicas, tuvo lugar en Barranquilla, ciudad cosmopolita a la que llegó en 1958. Quiso hacerse médico pero las condiciones económicas de su familia lo hicieron desistir del intento.

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Optó entonces por ingresar a la Policía donde, desde 1963 hasta 1978, año de su primera grabación, Carbonó desarrolló una música muy parecida al highlife nigeriano de Super Negro Bantoues, Víctor Waifo y Chief Oliver de Cocque, la tchimurenga de Zimbawe, el soukus de Lokassa Yambongo, el makossa del camerunés Sam Fan Thomas y el pop- rock del grupo venezolano Bota en quienes se inspiró para fundar Abharca, su primera banda con quienes grabó la demencial “Schallcarri , una canción cantada en wayuu, compuesta mientras ejercía como policía en Carrizal, un pueblo de la Guajira.

Al lado de sus hermanos Abel y Jafeth, el guitarrista obtuvo cierta relevancia. Así llamó la atención del sello de avanzada Machuca que en una jugada maestra para atraer la atención de los picoteros editó la composición ‘A otro perro con ese hueso’, bajo el apelativo de Le Groupe d´Abelard, queriendo hacer pasar la banda como un conjunto haitiano. El éxito que obtuvo en las casetas puso en aviso a Codiscos, una disquera más grande con la que Abelardo definitivamente se disparó.

Con ellos se despachó Guana Tangula (1980) y La negra del Negrerio (1981), dos elepés enmarcados bajo un aire experimental (cercanos a los ritmos raizales caribeños) que abrieron la puerta a los años más contundentes de su música junto a Felito Records, un sello en el que Carbonó tuvo la libertad de adentrarse profundamente en las sonoridades africanas, el afrobeat y la sicodelia. En los cuatro años que duró el idilio con Felito Records, salieron a la luz gemas como ‘Negra Kulenge’, ‘Palenque’ y ‘Carolina’, tres exitazos incluidos en Abelardo Carbonó y su Conjunto (1982) y Abelardo Carbonó y su Grupo (1986), dos grabaciones donde podemos corroborar que, definitivamente, el cienaguero no ha sido nombrado en vano como el ‘padrino de la champeta’.

A comienzos de la década de los años noventa la champeta sufre un cambio radical y pasa del sonido análogo al secuenciador. Aunque Carbonó se abstrae de estas nuevas tendencias, le queda batería para grabar en 1994 ‘El Ején en acordeón’, una versión de ‘El Ején’, clásico tema de Super Negro Bantoues, que en la época llegó a ser un himno de San Basilio de Palenque.

Desde ese momento pasaron casi 20 años. Carbonó ingresó a la banda de Aníbal Velásquez y grabó algunos números de champeta criolla que pasaron desapercibidos. Desde ese momento han pasado casi veinte años en los que Carbonó ingresó a la banda de Aníbal Velásquez y grabó algunos números de champeta criolla que han pasado desapercibidos. Hacia 2013, gracias al interés de los investigadores Lucas Silva y Etienne Sevet, el guitarrista volvió a la palestra con una retrospectiva titulada ‘El maravilloso mundo de Abelardo Carbonó’, publicada por el sello Vampisoul.

En los últimos meses, varios sencillos grabados hace alrededor de 10 años como ‘Sí si si’, ‘Cumbia cienaguera’ y ‘La piña madura’ fueron apareciendo poco a poco en el mercado, en lanzamientos paulatinos de Palenque Records y Lucas Silva. Pero el fallecimiento de su esposa por Covid-19 y las secuelas que dejaron en él la enfermedad se lo llevaron del mundo el lunes 22 en la mañana. Nos queda de recuerdo su virtuosismo en la guitarra y las decenas de grabaciones, sabrosas, asombrosas y eclécticas con las que Abelardo Carbonó se hizo padre de la champeta.

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