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37 años sin Andrés Caicedo

Andrés Caicedo tendría cerca de 60 años hoy, si esa tarde del 4 de marzo de 1977 no hubiera ingerido 60 pastillas de secobarbital. Tenía 25 años y cumplió a cabalidad su máxima que decía que vivir más de esa edad era un despropósito.
Y aunque el escritor, cineasta y melómano caleño que escribió desde sus 10 años dejaba con su muerte una obra inconclusa que envolvía obras de teatros, cuentos, novelas y artículos varios sobre la movida del cine en Cali y el mundo, hay muchos que piensan que fue nada más una trágica señal de que abandonaría el mundo prematuramente.
“Tenía mucha disciplina para escribir a pesar de que la mitad del tiempo estaba borracho, tomando coca, valium 10 o yendo a Pance a comer honguitos. Formábamos parte de una burguesía que nos metió en colegios caros y cultos, pero donde había mucha doble moral , cuenta Fernando Calero, amigo de infancia del escritor.
Inconclusa o completa, somos muchos los que crecimos leyendo ese cruel retrato, despiadado, lleno de dudas, que envuelven la obra de Andrés Caicedo. Lo suyo no fue el tiempo del realismo, él no se inventó Macondos ni pueblos perdidos donde sucedían cosas anormales.
Él se limitó a contar la realidad, las dudas de ese contexto lleno de drogas y de cambios, que trajo la década de los sesenta y setenta en un país que comenzaba a ser obligado a entender la modernidad.
Entrevista única a Andrés Caicedo pirateada del aire por Luis Ospina y Eduardo Carvajal.
Su obra más conocida es Qué viva la música’, que fue publicada por una editorial argentina y cuyo volumen tuvo en las manos antes de morir. Loco incomprendido o depresivo sin causa, Andrés Caicedo transformó esa Cali de haciendas azucareras en una ciudad con un movimiento cultural que le aportaría otras joyas al cine y documental colombiano como el también difunto Carlos Mayolo o Luis Ospina.
Mi cuerpo es una celda, un cuento que escribió en 1975, quizá refleja lo que sentía cuando hizo pública una de las cartas que dejó en el intento de suicidio de ese año a su mamá:
“Yo no estaba hecho para vivir más tiempo. Estoy enormemente cansado, decepcionado y triste, y estoy seguro de que cada día que pase, cada una de estas sensaciones o sentimientos me irán matando lentamente. Entonces prefiero acabar de una vez. (…)Nací con la muerte adentro y lo único que hago es sacármela para dejar de pensar y quedar tranquilo. Dejo algo de obra y muero tranquilo. Este acto ya estaba premeditado. Tú premedita tu muerte también. Es la única forma de vencerla.
Las opiniones sobre este controvertido autor aún se derivan del prejuicio del suicidio como falta de fortaleza o cobardía, sin entender que hasta para acabar con la propia vida hay que tener coraje. Como quiera que sea, es cierto que dejó una obra extraordinaria y que muchos la conocen quizá por el peso que tuvo todo después de su muerte.
La muerte para cerrar una obra o la muerte para abrir la misma.
Documental Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos (Parte 2)

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