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Réquiem por Condorito, por Juan Carlos Garay

La primera revista de Condorito que tuve me la compró mi mamá en algún momento de la década de los 70. Todavía la conservo, medio desbaratada

Hace un par de semanas eché de menos a Condorito. Entré a la librería del aeropuerto El Dorado y me dispuse a cumplir un ritual que hago antes de cada viaje: escoger una lectura fácil, algo intrascendente, para el avión. Casi siempre era el ‘Condorito Colección’, un cuadernillo de 64 páginas que reimprimía las historietas más antiguas (las mejores, a mi modo de ver) del célebre pajarraco y sus amigos.

Pero no estaba la revista. Ni tampoco ‘Coné’, ni tampoco ‘Condorito de Oro’. No estaba ninguna de las cuatro publicaciones que solían circular con los personajes del dibujante René Ríos, mejor conocido como Pepo. Entonces recordé la noticia: en febrero de este año, la editorial Televisa cerró sus operaciones en Colombia, Chile y Centroamérica. Más de diez títulos de revistas dejaron de existir.

La desaparición de Condorito, en ese sentido, es la menos grave porque no implicó la salida de un equipo periodístico en Colombia. Las páginas, diseñadas por un equipo de dibujantes en Chile, eran enviadas a las oficinas en Bogotá para un proceso de preproducción antes de ir a imprenta. Casi nada, me confió una persona que trabajó en la editorial: se remplazaban palabras como “porotos” por “frijoles”. Y en una portada en que Condorito lucía la camiseta del equipo de fútbol de Chile, se cambiaron los colores (previa autorización de la casa matriz) para que fuera el uniforme de la selección Colombia.

Foto: Colección personal Juan Carlos Garay

Una respuesta a Disney

La primera revista de Condorito que tuve me la compró mi mamá en algún momento de la década de los 70. Todavía la conservo, medio desbaratada: el pajarraco y su compadre, Don Chuma, han inventado una trampa para elefantes que, básicamente, es una trampa para ratones en tamaño aumentado. Lo único que falta es “saber si a los elefantes les gusta el queso”. El estilo de dibujo es más pulido, más detallado que lo que se veía en los últimos números. Creo que esas páginas todavía las dibujaba el propio Pepo.

Condorito nació en 1949 como respuesta a una elección desafortunada de Walt Disney. Cuando Disney hizo una serie de dibujos animados en homenaje a distintos países de América Latina, eligió un loro para representar a Brasil y un gallo para México. Los Estados Unidos ya venían representados por el célebre Pato Donald. Pero a Chile, en cambio, lo ilustró con un avión. Pepo pensó que el verdadero acierto hubiera sido otra ave, el cóndor. Entonces creó al personaje y lo hizo protagonista de varias historias cortas, por lo general de una sola página.

Yo ignoraba aquellos orígenes. Seguí pidiéndole a mi mamá que me comprara cada nuevo número de Condorito cuando iba al supermercado y las revistas llegaban a mis manos con escasa frecuencia. La verdadera sorpresa vino meses después. Una vecina de mi abuela, la señora Gilda, se enteró de que me gustaban las historietas y me invitó a su casa. Gilda era chilena; había salido de su país a comienzos de la década de los 70 (por razones políticas, asumo hoy) y entre las múltiples cosas de su equipaje había traído una colección enorme de revistas de Condorito, que atesoraba dentro de un clóset. Visitar a la señora Gilda se convirtió en sinónimo de felicidad, de horas enteras mirando esas viñetas de colores naranja y negro, y maravillándome con esos sutiles detalles que incluía Pepo en los escenarios de fondo: un sonámbulo, un cocodrilo metiéndose por una ventana, una publicidad que anuncia “Tome Pin y haga Pun”.

En épocas en que no existía internet y el acceso a la información era muchísimo más limitado, Gilda me contó que conocía a Pepo. Hoy día no sé si hablaba de una amistad o si decía conocerlo en el sentido de ser una persona socialmente conocida en Chile. Pero en ese momento no importaba. Gilda conocía al dibujante de esas historietas, y me regaló un dato que no estaba en ninguna de las revistas, suficiente para presumir al día siguiente en el colegio: su verdadero nombre no era Pepo, era René Ríos.

¡Plop!

Con la muerte de Pepo en el año 2000 se inició un declive y posterior decadencia de la historieta. Otros dibujantes trataron de imitar el estilo pero nunca fueron tan pulidos y, sobre todo, el sentido del humor pasó de ser ingenioso a ser francamente tonto. No obstante, confieso que me hizo falta esa tarde en el aeropuerto El Dorado cuando hice consciencia de que Condorito ya no circula más. Todos esos recuerdos de infancia que ya he descrito se activaron en ese momento.

Cuando se produjo la película de Condorito en 2017 (con la participación de la colombiana Jessica Cediel en la voz de Yayita) pensé que era una oportunidad de oro para relanzar al personaje. La película no era una sucesión de chistes inconexos, como pasaba con la lectura de la revista, sino una aventura extensa, completa, con un guión bastante bien logrado que narraba un contacto extraterrestre.

Recordé la suerte del Pato Donald, que se inició como tira cómica de diez o doce viñetas en 1936, hasta que llegó un dibujante genial llamado Carl Barks y transformó su destino. Barks cambió los chistes por las aventuras de varias páginas, puso al pato a viajar a países lejanos y a descubrir tesoros ocultos. A Condorito le faltó su Carl Barks. La película se quedó como un experimento aislado y no como su merecido rito de paso hacia la madurez.

He hablado con Gustavo Briones, quien fue jefe de producción de Condorito en Televisa Chile. Me confirma que “desde el cierre en febrero de 2019 la revista no circula en ninguna parte y el equipo de dibujantes se despidió”. Los derechos del personaje los tiene Sebastián Ríos, nieto de Pepo, pero no se ha decidido qué hacer. Hoy la única manera de leerlo es a través de unos libros costosos, de pasta dura y papel grueso, publicados por Origo Ediciones, que reúnen las páginas originales. Las mejores, insisto. Quizá sea la mejor manera de recordarlo, cuando era auténticamente divertido.

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