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Entrevista con Brigitte Baptiste: ¿cómo será el mundo pospandemia?

¿La cuarentena ha acentuado la brecha digital? ¿Cambiarán nuestras ciudades densamente pobladas y surgirán nuevas alternativas de transporte?
Laura Quiceno

Los días de confinamiento han puesto a prueba el sistema educativo del país y han creado nuevas formas de interacción social a través de las plataformas digitales. Pero, ¿la cuarentena ha acentuado la brecha digital? ¿Cambiarán nuestras ciudades densamente pobladas y surgirán nuevas alternativas de transporte?

Estas y otras teorías hacen parte de una pregunta central: ¿cómo será el mundo pospandemia? Intentamos con Brigitte Bapitste, rectora de la Universidad Ean, esbozar algunas respuestas:

¿Cómo está cambiando nuestra relación con el medio ambiente durante estos 30, 40 días de confinamiento?

Claro que cambia nuestra relación con el resto del mundo porque impactamos muchos menos en el entorno más distante: sobre todo, emitimos muchos menos gases de efecto invernadero, cambiamos muchos patrones de consumo, no ocupamos el espacio que tradicionalmente ocupamos. Lo que pasa es que todo esto va a ser bastante efímero, no tenemos capacidad aún de revertir muchos de los impactos que la sociedad implica en el ecosistema y tendremos que pensar cómo aprendemos del aislamiento para poco a poco ir recuperándolos en una generación, dos generaciones.

¿Cuáles son las fallas del sistema educativo en Colombia que esta cuarentena ha revelado?

Indudablemente vamos muy lento en el tema de las innovaciones educativas. Parece que pasamos demasiado tiempo pensando, reflexionando hacia dónde deberíamos dirigir las cosas, existe una inercia importante en la estructura de la educación, tal vez demasiada vigilancia, tal vez demasiada formalidad. Nos hace falta liberar el sistema educativo y darle posibilidades de ser pensado de otra manera y, obviamente, sin fragilizar unos mínimos de educación pública. Yo creo que hace mucho tiempo estamos en deuda con una reflexión profunda acerca de qué significa la educación para el siglo XXI.

Teniendo en cuenta factores como que no todos los estudiantes cuentan con acceso a internet, ¿cuáles son los retos en materia tecnológica para el sistema educativo?

La brecha digital se viene a sobreponer con las demás brechas históricas a las que está sometida la sociedad y que las comunidades colombianas estamos experimentando. Esta brecha digital tiene que ver con las dificultades para extender las redes de internet a todo el mundo para que de verdad podamos llegar a pensar en una democracia digital, y es indispensable que hagamos inversiones grandes en conectividad de calidad y, por supuesto, también pensar cómo en la educación solo se dispone de unos equipos mínimos que se requiere para que todo el mundo pueda participar de manera efectiva de los beneficios de la educación, esto tiene que impactar la manera en que entendemos esos requerimientos mínimos para que todos disfrutemos de este servicio público y este derecho.

¿Esta cuarentena nos hizo entrar realmente a los colombianos en una era digital?

Pues nos empujo duro porque es claro que esos 50 o 55 millones de equipos digitales de telefonía que tenemos están utilizándose masivamente para mucho más de lo que los estábamos utilizando antes. La gente hoy en día está trabajando más a través de sus dispositivos inteligentes, está aprendiendo más cosas a través de ellos. Eso es muy importante porque la capacidad de cómputo que tiene incluso el equipo más sencillo, es gigantesca, por no hablar obviamente de la cantidad de portátiles y tabletas que están dispersos por todo el país, y esto nos hace una cultura digital aún mucho más robusta para poder sacarle jugo a todas esas innovaciones, y además nos permite identificar aquellos espacios en que los colombianos podemos participar en esa construcción de la cultura digital sin estar siempre dependiendo de los proveedores globales.

¿Cómo se imagina el transporte después de esta cuarentena?

La bicicleta ya venía creciendo de una manera exponencial y esto simplemente ratificó la importancia del uso de la bicicleta y las posibilidades que tenemos de parear la búsqueda y el cuidado de la salud con la disminución de las emisiones: la pandemia nos va a dar esa posibilidad. También nos implica reconsiderar la importancia del transporte público de calidad y, probablemente, lo innecesario del vehículo privado unitario. Afortunadamente, el automóvil es una de las grandes víctimas de esta pandemia, y creo que ya su carácter de dinosaurio se pone cada vez más en evidencia. Indudablemente, lo que vamos a necesitar es una generación de transporte eléctrico, pero no para personas sino para carga: para distribuir comida, para atender a las personas que requieren cuidado y que están en los lugares aislados. Una consideración completamente distinta del transporte.

¿Cómo cambiarán las relaciones humanas, la interacción social?

Hemos incrementado nuestro tiempo con la familia, hemos revalorado esos espacios, hemos vuelto a establecer contacto con personas que no veíamos o en quienes no pensábamos hace mucho tiempo, de manera que la pandemia nos ha dado también la capacidad de reflexionar sobre nuestras relaciones con los demás. Quisiéramos abrazar más a la gente, quisiéramos tener a la gente más cercana: nuestro sentido tribal crece. Pero, por otra parte, la conexión digital con muchas personas también está permitiendo fortalecer comunidades muy distintas que venían ya hace años empezando a constituirse y que van a ser, seguramente, uno de los ámbitos novedosos más importantes durante el siglo XVI.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos para reconectarnos con el planeta, con la tierra?

La metáfora de la tierra hablándonos es muy hermosa: le damos agencia a nuestro planeta, le damos una voz. Pero lo que realmente está sucediendo es una reorganización ecológica del mundo que tiene que resolver las tensiones que hemos creado nosotros a medida que vamos modificando las relaciones ecosistémicas. Sonará muy material, muy desprovisto de poesía, pero creo es importante reconocer que los seres humanos necesitamos hacer ciencia, necesitamos entender cuál es nuestra posición en medio de los demás seres vivos y en un mundo que lleva miles de años siendo transformado, lo cual requiere una reflexión importante. El aislamiento trae una ventaja importante en la reflexión que conlleva: espero que salgamos de la pandemia con nuevas ideas, nuevas convicciones, con más amabilidad, con algunas claridades de qué queremos transformar en nuestras propias vidas para hacer que el futuro sea mucho más sostenible.

Individuo o colectivo: ¿cómo cambiarán las sociedades? Libertad u obediencia; ¿cómo cambiarán los gobiernos?

Me temo que esas dicotomías van a persistir, son inherentes a la naturaleza humana. Por supuesto, yo soy bastante anarquista: creo en la libertad individual como un factor fundamental de la creatividad, un factor fundamental del sentido de la vida y me resisto a cualquier imposición de un gobierno o una sociedad. Sin embargo, obviamente tenemos que llegar a acuerdos de cooperación nuevos. Yo creo que lo que se va a exaltar ahora es la dualidad permanente que los seres humanos tenemos que vivir y construir, cómo ser mejores personas, con toda la riqueza que implica nuestra vida independiente e individual pero, al mismo tiempo, cómo ser los mejores miembros posibles de un colectivo que requiere acciones colectivas, como bien indica su nombre y donde obviamente cedemos soberanía. Pero hay que pensarlo más bien en que construimos espacios gozosos de la cooperación, que construimos nuevas dimensiones de la experiencia social. Esas tensiones no se van a resolver, pero ojalá que entendamos que hay una posibilidad interesantísima adicional en la evolución de la vida individual y social, tal como sucedió al principio de los tiempos en el planeta, en los que las células que vivían sueltas se y convirtieron en colonias, pero mantuvieron muchas de sus funciones y sus capacidades independientes: no hay nada escrito, todo está por construirse.

Escuche aquí la conversación con Brigitte Baptiste:


 

 

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