Desde Fonseca, en el sur de La Guajira, tomamos carretera en un vehículo particular o en los carros que van hasta Riohacha, la capital, para llegar a nuestro destino. En el medio de esos dos territorios se encuentra Monguí, un corregimiento muy pequeño que no supera las 10 calles, en su mayoría destapadas, y con una plaza en la que se destaca la parroquia con su fachada blanca y una tarima en la que se realizan los eventos locales. Y, por supuesto, sus dulces.
La vía de acceso no está en las mejores condiciones, hay pavimento, pero muchos huecos. Hablamos de un tramo en el que la comunidad ha pedido por más de 15 años su mejoramiento, algo que, según las autoridades departamentales y nacionales, ya está en proceso de construcción.
En Monguí nos esperaba Yarelmis Ávila, una mujer guajira de tez morena y contextura gruesa, quien elabora dulces desde hace más de 30 años, una tradición que aprendió de sus mayores. Ella nos recibió en su casa, que no es el típico hogar de un pueblo, “gracias a las ventas he podido construir y mejorar mi vivienda”.
Al entrar, nos encontramos con el corozo que se estaba remojando en una olla de agua, para suavizarlo y pelarlo. Este fruto es una bola roja pequeña cuando está madura, parece especie de mini-coco, por lo que la planta de donde proviene también es muy similar a una palmera, con algunas espinas.
Después de terminar el remojo, Yarelmis procedió a seleccionar cada corozo, uno por uno, para quitarle la cáscara. “Este dulce es uno de los más tediosos, porque requiere de mucha paciencia, no es mucho lo que se obtiene y con mucha fruta sale muy poca cantidad del mismo”, aseguró.
Ya instalados en la casa, expectantes por ver la preparación, fuimos a la cocina. El primer paso es poner a hervir los corozos. Este proceso demora de 20 a 30 minutos de cocción, porque se necesita que esté blando y se pueda manipular más fácil.
Luego, Yarelmis se dirige al patio para prender la leña, porque ese es uno de los secretos del dulce de corozo y su preparación, monta el caldero al fogón y lo primero que pone es una cantidad generosa de azúcar, algo que llama nuestra atención, pues al final, es lo que permite el ‘melao’.
Cuando el azúcar se concentra, se echa el corozo seleccionado y nuestra dulcera empieza a menear la preparación con una cuchara grande de palo, algo que se debe mantener hasta el final para evitar que el producto se pegue al caldero o que se queme.
Al final, la protagonista de esta historia retira el caldero del fogón, para esperar que se enfríe y nos da una prueba en la misma cuchara. El resultado: una mezcla espesa color rojo intenso, que nos hace la boca agua y provoca consumir de una vez. Pero esperamos a que el dulce sea depositado en pequeños recipientes donde es comercializado.
El dulce queda con las pepas del corozo, pero algunas personas rompen el pequeño coco que mencionamos arriba y también se lo comen. De la planta, en esta zona de La Guajira, quedan muy pocas, según Yarelmis. Los que se encuentran en algunos terrenos son propiedad privada, deben pedir permiso para tomarlos o comprarlos.
En Monguí son muchos los dulces que se realizan: de leche, de icaco, de coco, de papaya, de piña, pero escogimos el del corozo porque nos pareció diferente y porque en la actualidad muy poco se hace, por lo difícil que supone conseguir la materia prima.
La tradición de los dulces supera los 70 años en este pueblo de raíces africanas. En la actualidad, existen alrededor de 30 mujeres que se dedican a la elaboración de estos productos, y así le han aportado a la economía de la región.
Los dulces en Monguí no solo se comercializan en el pueblo, desde hace algunos años se colocaron puestos improvisados sobre la vía que ya son populares, compuestos solamente de una pequeña estructura de cuatro bases, un techo y una mesa en donde se coloca el producto para poder mostrarlos a los viajeros y a quienes hagan una parada en la carretera que conduce al sur de La Guajira y al departamento del Cesar, y quieran adquirir un producto para el consumo o para regalar como detalle.
Producción general:
Ana María Mesa,
Dayana Campos,
Diego Alfonso.
Edición digital:
Adriana Chica,
Miguel Ángel Cortés,
Laura Ramírez,
Luis Eduardo Cuéllar.
Diseño:
Harol Beltrán y
Andrés Cruz
Desarrollo web:
Gerardo Penagos y
Javier Vásquez
Investigación:
Jhon Rodríguez - Algeciras, Huila,
Yesenia Polanía - Algeciras, Huila,
Daniela Quesada - Arauquita, Arauca,
Wendy Morales - Arauquita, Arauca,
Diana Ortega - Barranquilla,
Silvana Salas - Barranquilla,
Herling Perea - Bojayá, Chocó,
José Murillo - Bojayá, Chocó,
Andrea Cardona - Manizales,
Vanessa Sánchez - Manizales,
Liliana Vanegas - Valledupar,
Yohomar Navarro - Valledupar,
Cenuver Giraldo - Chaparral, Tolima,
Jesús Díaz - Chaparral, Tolima,br>
Diana Prado - Quibdó,
Juan Torres - Quibdó,
Anthony Pacheco – Convención, Nte. Santander,
Jhoana Lobo - Convención, Nte. Santander,
Alexánder Camayo - El Tambo, Cauca,
Jéssica Molano - El Tambo, Cauca,
Juan Camilo Charrupí - Florida, Valle,
Juan Carlos Arana – Florida, Valle,
Dana Arredondo – Fonseca, La Guajira,
Luis Ipuana – Fonseca, La Guajira,
Geraldine Zapata – Ituango, Antioquia,
Karla Giraldo – Ituango, Antioquia,
Jeisson Cañón - Villavicencio,
Meller Miranda - Villavicencio,
Carlos Abel - Villavicencio,
Betty Fajardo – Pasto, Nariño,
Diego Burgos – Pasto, Nariño,
Gelitza Jiménez - Puerto Leguízamo, Putumayo,
Horacio Villareal - Puerto Leguízamo, Putumayo,
Sally Flores - San Andrés,
Carlos Barraza - San Andrés,
Edgardo Ochoa - San Jacinto, Bolívar,
Rosember Anaya - San Jacinto, Bolívar,
Heliana Ortiz - Bucaramanga,
Natalie Ramos - Bucaramanga.