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El artesano de barcos de Tumaco

Foto: Natalia Cabrera.

Cuando el legado se hereda, con las manos se puede construir futuro. Esta es la historia de Moisés Montaño Ruiz, cuyo fallecido padre, Gilberto Montaño, le sucedió el amor por los barcos y la destreza para el modelismo naval, una tradición que nació hace más de 40 años en las hermosas playas del Pacífico.

“Mi padre no comenzó a hacer barcos para la Armada, sino que a él le dieron un trabajo en Puertos de Colombia, entonces él en agradecimiento no tenía más que regalar, como él era curioso hizo una réplica de un buque mercante al señor que le dio el trabajo. Resulta que este señor tenía un sobrino que era teniente y vio ese barco y se enamoró… Desde que mi papá hizo el primer barco, él no volvió a trabajar en nada más”, así narra el comienzo de esta historia Moisés Montaño, quien con sus manos recrea barcos a escala en Tumaco, Nariño.

Foto: Natalia Cabrera.

Viviendo entre el mar y embarcaciones que llegan constantemente al puerto tumaqueño, cuando tenía 5 años de edad, inquieto por el trabajo de su padre, empezó a explorar la madera y las formas de los barcos. Una coincidencia que hoy lleva más de cuatro décadas y es ejercida por las talentosas manos de Moisés.

“Cuando tenía más o menos unos cinco o seis años, yo comencé a escondidas de mi papá porque a mi papá no le gustaba que yo trabajara con esto por lo peligroso de las cuchillas, uno acá utiliza cuchillos, entonces él temía eso, sin embargo yo me escondía debajo de la mesa y hacía cositas y esos fueron los años donde empecé”, cuenta.

Foto: Natalia Cabrera.

Siendo tan pequeño, el tamaño de los barcos no superaba el tamaño de sus sueños, así que una vez demostró su talento comenzó a trabajar en la carpintería, por lo que sabía bien cómo se construía una embarcación y cómo han de encajar todas las piezas.

“El primer barco que yo terminé me acuerdo tanto, fue un velerito de modelo clipper inglés, yo me acuerdo que en ese tiempo costó 1.500 pesos, y eso para mi era un platal. Fue hace unos 25 años, era una plata que yo nunca había visto y mi papá me la dio, y con eso compré muchos mecatos me acuerdo”, entre risas y al sonido de las olas nos relata Moisés.

Foto: Natalia Cabrera.

Con el mar como testigo, desde su modesto taller, ubicado en la isla de El Morro, realiza cada una de estas joyas en miniatura y como el profeta bíblico que abrió las aguas, con sus manos, Moisés ha conquistado los mares de los cinco continentes con su destreza para traducir a escala a estas máquinas vigilantes de los mares.

“Por lo general, los barcos que hemos hecho no se han quedado en su mayoría aquí en Tumaco y Nariño, han salido todos lados, desde Bogotá hacia afuera”, señala.

Francia, España, y Alemania son solo algunos de los destinos que han recorrido las obras de Moisés, cada una lleva impreso el nombre de Tumaco, por eso este artesano que tiene las manos curtidas por el trabajo de años modelando la madera. Poco a poco se ha ido perfeccionando para demostrar que en la Perla del Pacífico los buenos son más y son trabajadores.

Foto: Natalia Cabrera.

“El mar siempre me ha enamorado, siempre he investigado las historias de piratas, galeones y naufragio. Eso me lleva a enamorarme cada vez más de lo que hago, y además de eso, también a medida de que voy conociendo, voy perfeccionando más la calidad de las réplicas”, sostiene.

Este es Moisés, un moldeador de sueños que tiene al mar como inspiración y que ha llevado el nombre de Tumaco al mundo. De proa a popa, cada uno de los barcos como veleros, pesqueros, fragatas, portaaviones y submarinos demuestran que Moisés hace parte de los jóvenes que con su trabajo muestran al mundo la otra cara de Tumaco: la cara del arte, la pasión por la navegación y su espíritu de emprendimiento.

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