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15 años sin Peñaloza, un adelantado a su tiempo

Antonio María Peñaloza, compositor e intérprete nacido en Plato, Magdalena, en diciembre de 1916.

“Cómo es posible que un negro de la costa venga aquí a hablar de bambuco, cuando el bambuco es indígena”. Así dicen que dijo alguna vez, exaltado, el músico boyacense Jorge Camargo Spolidore. “Para tocar bambuco hay que tomar chicha y comer chunchullo y sobrebarriga”, espetó también el compositor y director de orquesta Francisco Cristancho frente a la impertinencia de aquel músico recién llegado a Bogotá luego de haberse labrado un prestigio enorme en Barranquilla, no sólo como excepcional músico sino como un polemista redomado.

La pelea, en este caso, se desató en el primer ensayo al que asistiera el trompetista costeño Antonio María Peñaloza Cervantes, nuevo integrante de la Orquesta de la Emisora Nueva Granada, codirigida por Cristancho. Tan pronto empezaron a tocar ‘Linda chatica’, de Camargo Spolidore, Peñaloza se enfrascó en una acalorada discusión con sus colegas al decir que tocaban el bambuco “al revés”: para el recién llegado, el bambuco debería tocarse en seis octavos y no en tres cuartos, como lo venían haciendo.

Aquella anécdota es célebre y pinta de cuerpo entero a Antonio María Peñaloza. Quienes conocieron al compositor e intérprete nacido en Plato, Magdalena, en diciembre de 1916, guardan siempre una palabra de asombro para describir su oído privilegiado y su musicalidad a prueba de todo. Dueño de muy singulares ideas acerca de lo que debería ser la música costeña y andina colombiana, y gran entendido y defensor de la incorporación del jazz en nuestros lenguajes tradicionales, se destacó como ejecutante de trompeta y percusión, así como por su faceta de arreglista, compositor y pedagogo musical.

Todavía hoy se recuerda su talante perfeccionista y su muy compleja personalidad, misma que conoció bien el director de la Biblioteca Piloto del Caribe, Miguel Iriarte, y que narró de esta manera en el prólogo del libro ‘Peñaloza en tono mayor’, de Adlai Stevenson Samper: “Ocasiones hubo en que le vi desbaratando foros y discusiones con sus opiniones y teorías llenas de buscapiés y minas quiebrapatas en medio de necedades e imposturas cuando él cree que no se dicen las cosas que deberían ser dichas”.

En los últimos años de su vida, sus conocidos lo llamaban el ‘Acabaforos’, porque siempre, no sin cierto ánimo pendenciero, llegaba a hacer preguntas con intención de acabar con los conferencistas, y solía también desnudar sin contemplación sus errores. Eso contribuyó a aumentar el terror que le tenían sus colegas.

Pero Peñaloza fue un adelantado a su tiempo. Todos sus conocimientos, que incluyeron ideas novedosas y vanguardistas, los puso en práctica en agrupaciones como la orquesta de Pedro Biava, la Ciénaga Jazz Band, la Orquesta Sonolux y más adelante en proyectos propios como la Orquesta Sono Ritmo y la Banda de Peñaloza, así como durante todos sus años como pedagogo.

Temas como ‘Rípiti rípiti’, ‘Mátese media vaca’, ‘Danza del sol’, ‘Mochilismo’ y ‘Adiós fulana’ hacen parte de su inspiración del músico plateño. Pero sin lugar a dudas su composición máxima fue ‘Te olvidé’, grabada originalmente en 1954 por la Sonora Curro, de José María ‘Curro’ Fuentes, el menor de aquella famosa familia de empresarios del disco. Desde su salida al mercado, ese tema a ritmo de chandé-garabato se convirtió, como lo sigue siendo hasta ahora, en el himno absoluto del Carnaval de Barranquilla.

Cuando suena ‘Te olvidé’, con poema del español Mariano San Ildefonso y música de Peñaloza, es porque hay Carnaval. Corría el año 1954, era el día de grabar en los estudios de la emisora Nuevo Mundo. En el lugar estaba ya dispuesta la orquesta con Curro Fuentes a la cabeza y varios músicos prestados de la agrupación del argentino Américo Belloto, Don Américo y sus Caribes. Todos estaban a la espera de la llegada del cantante Tito Cortés para grabar la voz. Pero ‘el Ciclón Tumaqueño’ no llegó en estado para grabar, así que la posta la tuvo que tomar Alberto Fernández, el cantante de Bovea y sus Vallenatos, quien en ese momento se encontraba grabando en los mismos estudios.

Quienes trasegaron como colegas de Peñaloza coinciden en su intuición absoluta con los lenguajes del jazz. Eso se percibe en todos los arreglos que llevó a cabo para diferentes agrupaciones. El saxofonista Justo Almario, que trabajó con él en la isla de San Andrés, no duda en llamarlo el más importante músico del siglo XX en Colombia. El antropólogo inglés Peter Wade, autor de una de las más importantes investigaciones sobre los sonidos colombianos bajo el nombre de ‘Música, raza y nación’, ponderó en Peñaloza su labor de “medidor entre áreas urbanas y rurales, entre clases sociales y entre tradiciones musicales”.

Antonio María Peñaloza pasó también por agrupaciones como la Banda 20 de Julio de Fundación en su adolescencia; y por la Orquesta Sosa y la Emisora Atlántico Jazz Band en Barranquilla. A Bogotá llegó para trabajar en la emisora Nueva Granada y en 1941, un año después, obtuvo un puesto como ejecutante del bugle en la Banda del Conservatorio de Bogotá, dirigida por José Rozo Contreras. Como acompañante del célebre dueto Fortich y Valencia recorrió algunos países latinoamericanos y luego regresaría para amenizar los carnavales de Barranquilla con orquesta propia y la voz de Nelson Pinedo, misma con la que fue contratado para trabajar en el grill bogotano La Casbah. En Medellín integró la Orquesta Sonolux, la agrupación de Edmundo Arias y Los Diablos del Ritmo de Pello Torres; y de regreso a Barranquilla tendría proyectos propios que mantendría vigentes hasta finales de la década de los 80.

Quien quiera remitirse al Peñaloza más vanguardista y entrañable lo podrá encontrar en el trabajo ‘Siete sabrosuras bailables y una vieja serenata costeña’, lanzado en 1980 por Sonolux. Ese proyecto, bajo el nombre de Banda de Peñaloza, en realidad tenía dos integrantes: Omar Cañate en clarinete y Antonio María Peñaloza en todos los demás instrumentos.

Al respecto manifiesta Adlai Stevenson Samper en su libro: “Peñaloza cierra su carrera musical en el punto en que la inició: en una banda de vientos con un sonido en apariencia simple, sin adornos electrónicos, pero enredada en el fondo con complejas estructuras armónicas, rítmicas y cruzando las fronteras entre lo clásico, el jazz y lo folclórico”.

En sus últimos años, Peñaloza fungió como docente en diferentes instituciones. Algunos de sus más avezados alumnos fueron el acordeonero Andrés el ‘Turco’ Gil, el director de banda Arlington Pardo y el arreglista y líder Conrado Marrugo. Dice Stevenson Samper: “Desafortunadamente toda su sabiduría y su vocación sólo se quedaron en los discípulos que iba encontrando al azar, en aquellos que por su talento y disposición eran capaces de entender su ritmo, su velocidad y su extraño lenguaje de amar la música”. Antonio María Peñaloza murió el 18 de julio de 2005, a sus 89 años.

El pasado sábado 18 conmemoramos 15 años del fallecimiento de Antonio María Peñaloza, un visionario de nuestra música. Por eso es nuestro Artista de la Semana.

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