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Especies de fauna y flora en peligro por tradiciones de Semana Santa

En la costa Caribe la comercialización de iguanas, tortugas y babillas incrementa durante los primeros meses del año.

Por: Jonathan Alejandro Acevedo

A lo largo de la historia, la Semana Santa no solo se ha convertido en una época propicia para la reflexión, el recogimiento, el esparcimiento y la relajación, sino en una fecha idónea para afianzar tradiciones y costumbres arraigadas al contexto social colombiano. Algunas de estas creencias emergen de la cultura popular de cada una de las regiones del país y otras son promulgadas por la Iglesia, como es el caso de la abstinencia frente al consumo de determinados alimentos y la participación de los feligreses en las distintas actividades litúrgicas de la semana.

Ahora bien, en los últimos años ha perdurado una práctica ilegal en determinadas zonas del país, que consiste en la comercialización y consumo de algunas especies silvestres como una alternativa ante la tradición católica que prohíbe el consumo de carnes rojas durante los días de cuaresma, una situación que ha traído grandes afectaciones en los ecosistemas.

Época crítica para la fauna silvestre

Un informe del Instituto Humboldt reveló que en la costa Caribe la comercialización de iguanas, tortugas y babillas incrementa durante los primeros meses del año, considerando el elevado consumo de su carne y sus huevos en los días de Semana Santa.

“La demanda de especies silvestres en Colombia tiene varias motivaciones. En el caso de los reptiles es por el consumo de su carne y huevos, una presión que aumenta considerablemente durante la Cuaresma y los días de Semana Santa; las aves, mamíferos y anfibios son para tenencia ilegal como mascotas”, manifestó María Piedad Baptiste, investigadora del Instituto.

De acuerdo con el reporte, esta práctica se viene ejecutando de manera sistemática y prolongada en el Caribe colombiano desde hace más de 50 años.

“En enero de 1967, el Inderena emitió el decreto 23 sobre la protección de la iguana por el alto consumo de carne y huevos durante la Cuaresma y Semana Santa, al prohibir su caza con fines comerciales y establecer su veda entre diciembre y mayo. Las tortugas dulceacuícolas también son consumidas desde tiempos remotos, en especial en zonas de Bolívar, Cesar, Córdoba y Sucre”, señaló Andrés Acosta, curador biológico del centro de investigación.

Incluso, un artículo científico publicado por la Revista Etnobiología en 2019 indicó que el consumo de iguana verde en las poblaciones del Caribe colombiano data de la época prehispánica. “Esto demuestra que la iguana fue importante para la subsistencia de las comunidades prehispánicas de la región, al igual que otras especies como la babilla y las tortugas hicotea y morrocoy”, detalló el estudio.

Esta práctica se mantuvo en la época colonial y se sigue conservando en la actualidad. De hecho, en los últimos días fueron incautados más de 9 mil huevos de iguana en Magdalena y Bolívar, 4.300 en viviendas del municipio de Ciénaga y 5.000 en un bus que transitaba por Magangué. Según los peritos ambientales, para la extracción de esta cantidad de huevos se necesitaron aproximadamente 300 iguanas.

“Esa práctica se ve y es palpable en los pueblos rivereños como El Banco, Plato, Pijiño del Carmen, San Sebastián, San Zenón, Sitio Nuevo, Media Luna y Pivijay. Allí se adquirió como tradición de Semana Santa el consumo de la carne de esas especies y hay otros que simplemente se dedican a la comercialización”, afirmó en entrevista con Radio Nacional de Colombia, Enrique Maldonado Lara, vicepresidente de la Federación de Pescadores del Magdalena y habitante del corregimiento de Tasajera, ubicado en el municipio de Pueblo Viejo.

Justamente, en los últimos días se allanó un centro de acopio de huevos de iguana en la carretera que conduce de Tasajera a Ciénaga, Magdalena. Allí, la Fiscalía capturó a tres integrantes de la llamada banda ‘Los reptiles’, una red dedicada al tráfico y la venta de estos embriones.

“Muchas personas esperan esta época para ganar plata con la caza de esos reptiles, luego le abren la barriga con una cuchilla o con un bisturí, en seguida les saca los huevos y muchas de esos cazadores las dejan a su suerte con la barriga rajada. Hay algunos que cazan la iguana netamente para su consumo y hay otros que solo para sus huevos”, añadió Maldonado.

El estudio de Humboldt mencionó también que, en algunas ocasiones, los cazadores rellenan con piedras los vientres de las iguanas luego de la extracción de sus huevos.

“Esa práctica nefasta de rellenar los vientres de las iguanas se ve con frecuencia en sitios de Córdoba y Sucre. Sin embargo, algunos de los cazadores solo las abren, les sacan los huevos y las dejan así hasta que mueren”, sostuvo Acosta.

Este lagarto herbívoro cumple un papel preponderante dentro del equilibrio ecosistémico al formar parte de la cadena trófica de aves, reptiles y mamíferos, además de dispersar semillas y propulsar el crecimiento de la vegetación en climas cálidos.

Otro de los reptiles en riesgo es la tortuga hicotea, una especie endémica que habita en cuencas y humedales de la costa Caribe y que años atrás era venerada por las comunidades indígenas al ser considerada un animal portador de energía y longevidad.

“Se estima que más de un millón de hicoteas son cosechadas anualmente solamente en la región de La Mojana, en Sucre. En el norte de Colombia, al parecer solo el 30 por ciento de los adultos cosechados son consumidos localmente y la mayoría de los individuos son transportados a los mercados de las grandes ciudades”, se lee en el análisis.

La particularidad de la caza de esta tortuga se encuentra en la crueldad de su preparación, pues posterior a su captura son sumergidas en agua hervida para ablandar la poca carne que tienen, les extirpan su caparazón con ceguetas y las cercenan estando vivas. Además, los caparazones de las hicoteas son coleccionados y sus cabezas colgadas en las cocinas como amuletos de buena suerte.

Según el informe, su elevado consumo se debe a la exquisitez de su carne y a los poderes afrodisíacos y curativos que ostenta. Incluso, algunos utilizan las manos y vísceras para preparar el popular caldo levanta muertos.

En Colombia, entró a la lista de especies en peligro de extinción no solo por su alta demanda alimenticia, sino por la alteración y destrucción de su hábitat. Esta tortuga también forma parte fundamental de la cadena trófica de otros animales, especialmente en zonas dulceacuícolas.

En una proporción menor a la hicotea aparece la tortuga Morrocoy, un animal omnívoro y necrófago que es capturado con fines comerciales para el consumo, pero en mayor medida para tenerlo de mascota.

“Muchos habitantes las crían en sus casas porque tienen la creencia que atraen la buena suerte y dinero, alejan las enfermedades, propician la longevidad de sus dueños y aumentan el vigor sexual y atraen el dinero”, subrayó el estudio de Instituto Humboldt.

La desaparición de esta especie no solo afectaría la dieta de varios mamíferos, sino las condiciones territoriales del ecosistema, teniendo en cuenta que la tortuga morrocoy al ser carroñera, se encarga de limpiar los ambientes en los que habita.

El réptil que cierra esta lista de especies con altos índices de consumo en la costa Caribe es la babilla. El documento de Humboldt resaltó que este cocodrilo de pequeñas dimensiones es cazado en altas cantidades para comercializarlo en los mercados como carne de bagre o pescado salado durante la época de Semana Santa.

No obstante, la situación crítica de la babilla no se limita únicamente a su captura y comercialización, sino al deterioro de su hábitat terrestre y acuático, que es causado por la deforestación, el taponamiento de los ríos, la sedimentación de las ciénagas y la contaminación con metales pesados de las aguas subterráneas.

Palma de cera: otro espécimen en peligro

Al igual que la fauna silvestre, la palma de cera y de vino ha sufrido grandes afectaciones previo a la celebración de Semana Santa. Las hojas de esta especie son extraídas y comercializadas ilegalmente para la elaboración de los ramos utilizados en la conmemoración del Domingo de Ramos.

Según la investigación “Perspectivas de un icono escénico en Colombia”, realizada en 2012 por los estudiantes de la Universidad Nacional María José Sanín y Rodrigo Bernal, desde 1988 se redujo en un 19.8% el número de palmas de cera en el Alto del Valle de Cocora, en el departamento de Quindío, uno de los lugares con más presencia de estos individuos en el país.

El estudio concluyó que en un rango de 24 años se pasó de 585 palmas de cera a 469 y que el factor principal de esta disminución se debe a que la mayoría de individuos estaban en la fase final de su ciclo de vida. Además, el estudio se atrevió a pronosticar la desaparición del 70% de palmas de cera en los próximos 47 años.

Así mismo, indicó que el grado de amenaza que afronta la palma de cera en esta región está sujeto a tres elementos: La falta de regeneración de los palmares, perdida del hábitat y el corte para realizar ramos.

Por esta razón, la Semana Santa se ha convertido en una amenaza latente para la palma de cera, un ejemplar que también provee alimento y nido a distintas aves, como es el caso del loro orejiamarillo. De este modo, con dicha práctica de deforestación no solo se estaría desapareciendo este árbol, sino dicha especie animal.

“Las palmas de cera y las palmas de vino son muy importantes para sus ecosistemas. Particularmente la palma de cera, nuestro árbol nacional, es el hogar además de muchas otras especies, del loro orejiamarillo, una de las especies endémicas del país que están en mayor riesgo de extinción”, sostuvo la secretaria de Ambiente de Bogotá, Carolina Urrutia.

La funcionaria aseguró que en su reemplazo para fabricar los ramos se podría utilizar cáscara de amero, la misma de las mazorcas y envueltos. De igual manera, otras alternativas menos perjudiciales para el ecosistema serían el vástago seco del plátano, el tallo del chusque, el tallo seco del arroz, espigas de trigo, hojas de maíz y las hojas de los pastos de corte.

Sin embargo, el investigador del Instituto Humboldt, Santiago Castillo, quien actualmente lidera un proyecto de conservación de la palma de cera en la cuenca del río Tochecito, en Tolima, señaló en diálogo con Radio Nacional de Colombia que esta práctica ha disminuido trascendentalmente en los últimos años.

“La presión en contra de las palmas de cera para el Domingo de Ramos si bajo significativamente. Seguramente existirán casos aislados en donde se corten cogollos de la palma para hacer decoraciones de este estilo, pero ya no es una amenaza tan fuerte como lo era en el pasado”, dijo Castillo.

Agregó que la ganadería extensiva sigue siendo la principal causa de la pérdida del hábitat de la palma de cera en el país.

“Normalmente es el mismo ganado el que se come las plantas en los potreros. En estas zonas generalmente uno ve unos palmares muy bonitos, muy altos, pero debajo no se ve ninguna palma creciendo para reemplazar a las adultas. Por eso se habla de que son paisajes temporales o muertos vivientes, porque son solo palmas adultas que dentro de muy poco van a morir. Entonces es la mezcla entre el ganado y la perdida de hábitat lo que está afectando en mayor medida la conservación de la palma”, afirmó.

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