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Las manos que trabajan, la papa que cosechan

Desde la Radio Nacional y a través de nuestro especial por el mes del campesino, contamos las historias de aquellos que trabajan la tierra y viven de ella, llevando sus saberes de generación en generación.

En la búsqueda de los conocimientos y la sabiduría campesina nos dirigimos al municipio de Lenguazaque, ubicado en la Provincia de Ubaté en Cundinamarca. Allí nos encontramos con San Laureno, patrono del pueblo quien es representado como un obispo decapitado, cuya cabeza reposa sobre una biblia y está ubicado en lo alto de la iglesia de Lenguazaque. A San Laureano se le pide por los enfermos mentales según cuentan los habitantes del pueblo.

Con Juan Carlos Rodriguez, habitante del pueblo emprendimos nuestro recorrido a la vereda Faracia, donde encontraríamos los cultivos de papa del municipio. Juan Carlos es un joven agrónomo, salió de su pueblo a estudiar pero regresó a contribuir con su conocimiento a la zona.

Él nos explicó como Lenguazaque pasó de ser principalmente agrícola a un municipio minero, por la explotación de los yacimientos de carbón. Asegura que para un habitante del pueblo, ser agricultor actualmente tiene un alto riesgo económico por las condiciones del clima, mientras que aquellos que deciden trabajar en las minas de carbón saben que tienen un salario fijo.

A pesar de esto, Juan Carlos siente que la gente aún tiene sentido de pertenencia y amor por la tierra y el campo.

Llegamos a una parcela en la vereda Faracia donde los trabajadores estaban en su hora de almuerzo. Nos recibió Don Adolfo; el patrón del cultivo, quién a pesar de no conocernos, amablemente nos ofreció papas saladas preparadas por su esposa esa mañana para el almuerzo de los trabajadores y cultivadas en la misma tierra que estábamos pisando.

Además del considerable tamaño de las papas, el sabor y la textura eran muy diferentes a las que habitualmente comemos en la ciudad, más allá de los secretos culinarios de la esposa de Don Adolfo, es un producto fresco, no industrializado y cultivado por las manos que nos la estaban brindando. Todos comían de la olla de las papas y del arroz, un momento para conversar de otros temas y compartir entre ellos.

Esta parcela estaba en época de cosecha, alrededor de un 80% del producto ya había sido extraído de la tierra. La papa se organiza en surcos para luego ser clasificada: la grande, la mediana y la pequeña, a la cual llaman “richi”.

En medio del cultivo, y con algo de timidez Don Adolfo comenzó a contarnos de su trabajo, con un marcado acento cundiboyacense. A él le enseñó a cultivar su papá desde muy niño, actualmente tiene alrededor de 60 años y toda la vida se ha dedicado a la papa.

Nos cuenta el proceso previo para preparar la tierra al cultivar: Despastar, fumigar para evitar las plagas, pasar el tractor, sembrar la semilla, abonar con sustancias orgánicas y químicas. Don Adolfo nos explica que, de la preparación de la tierra a la cosecha de la papa pueden pasar 6 meses, ellos siembran 2 veces al año; entre diciembre y enero para cosechar en junio, luego en junio para cosechar en diciembre, pero todo depende del clima.

“De pronto llueve, de pronto no llueve. Esto es a riesgo, si hay dios y suerte“

Don Adolfo enfatiza que de la papa si se vive, pero que es difícil en épocas como esta donde no ha llovido mucho y no alcanzó el tamaño ni la cantidad que ellos esperaban. La falta de lluvia hace que las papas queden pequeñas, y esas son las que se usan para alimentar el ganado o para comer en las casas si es necesario. Nos muestra una papa con “tomineja” un gusano que ellos ya conocen bien, perfora las papas y aparece a causa del verano dañando el producto.

Entre Don Adolfo y Juan Carlos nos muestran cual es la semilla de la papa, y que es lo que se debe sembrar.

“Trabajando y viendo trabajar a la demás gente es que se aprende, esto no lo enseñan en ningún lado” Dice Don Adolfo.

Los hijos de Don Adolfo no trabajan en el campo, según él este oficio no les dio para mantenerse así que los más grandes salieron de bachillerato y estudian fuera del pueblo buscando otras opciones. Con nostalgia cuenta que casi no vienen a Lenguazaque a visitarlos a él y a su esposa. Ella también trabaja en el campo y ambos aportan para la economía del hogar.

Cuando todos inician sus labores de nuevo, nos percatamos de las diferentes edades de los trabajadores. Héctor tiene 23 años, le gusta trabajar con la radio, para él lo mejor de ser agricutor es encontran amigos y aprender cosas nuevas.

Aquí también trabaja Luis Armando de 18 años y Omar de 20, quién desde los 10 años acompaña a su papá a trabajar y hoy cosechan juntos en el mismo cultivo.

Luego conocimos a Doña Mardeny Arevalo, campesina y madre cabeza de hogar. Cultivando papa sacó ella sola sus ocho hijos adelante. Al principio no se sentía muy cómoda con la idea de que le tomáramos fotos. Luego nos contó que uno de sus hijos está prestando servicio militar en Arauca y que tal vez vería su entrevista en las horas libres que puede acceder a Internet.

Alejandro el hijo de doña Mardeny de 17 años, nos acompañó para enseñarnos como se saca la papa de la tierra, nuestro primer intento no fue muy exitoso pero nos sirvió para comprender el esfuerzo que demanda este trabajo. Alejando aprendió a cultivar con su mamá desde los 6 años, para él lo más gratificante de trabajar aquí es colaborarle a su mamá y con el tiempo ha adquirido práctica y velocidad.

En general al preguntarles cosas que para ellos son obvias pero que para nosotros es todo un nuevo conocimiento, en ocasiones les causaba gracia sentirse entrevistados, pero con paciencia nos explicaban mientras intentábamos hacer las mismas labores que ellos para comprenderlas mejor.

“Aquí, no echan a nadie, lo único que necesita es que tenga entusiasmo para trabajar” Nos decía Alejandro.

Luego de separar las papas dependiendo su tamaño, Se pesan con la romana, una especie de báscula que entre Don Adolfo y cada trabajador cargan cada uno en un hombro para pesar cada costal y verificar que no pase las 4 arrobas.

Un conocimiento que han adquirido con los años y la práctica es la medición de las libras con las manos, ellos toman las papas y por instinto saben cuánto deben sacar o agregar al costal. Las papas se venden en Abastos por cargas, es decir 4 arrobas por costal y se negocian entre 80 mil y 130 mil pesos dependiendo de la calidad.

Finalizando nuestro recorrido agradecimos a Don Adolfo y a todos los trabajadores que abrieron un espacio en su jornada, para enseñarnos que hay más allá de los alimentos que consumimos cada día, la sabiduría detrás de sus procesos y el amor que muchos de ellos tienen por su oficio: Orgullosamente campesinos.

Sigan el especial del mes del campesino en #ElCampoEnLaRadio

Agradecimiento especial a Rafael y Julian de la Señal Movil y a Cesar Bernal.

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