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Aterciopelados: 25 años con el corazón en la mano

Pasa el tiempo, pero el afecto y conexión con este álbum sigue intacta, imborrable, la afanosa ansiedad de darle play al walkman.

Por: Luisa Piñeros. Periodista Radio Nacional de Colombia

En 1993, el apartado aéreo para escribirle a Aterciopelados era el 250323. Seguramente llegaron cartas para saludar a la banda bogotana que hace 25 años emergía en una ciudad asediada por el miedo, en un país dominado por las bombas del narcotráfico.

“Yo me quitaba la camiseta porque no tenía tetas, era igual a ellos”. Andrea Echeverri se refiere a la foto de contraportada de su primer álbum “ Con el corazón en la mano, editado en 1993 por el sello Culebra de México y BMG Colombia.

En general, vivíamos con el corazón en la mano y Colombia enfrentaba uno de los episodios más temerosos de su bélica historia. En medio del escozor que producían las noticias diarias, salió al mercado un disco determinante para la historia del rock nacional.

La foto son los cuatro integrantes de Aterciopelados: Héctor Buitrago (Bajo), Andrés Giraldo (Batería), Charlie Márquez (Guitarra) y la voz de Andrea Echeverri, quien jocosamente 25 años después toma el disco en sus manos y solo atina a decir “Estaba joven y bella , era punk, muy punk”.

Dos décadas y media nos volvemos a encontrar. Yo sin uniforme del colegio y ellos con el pelo canoso y un sinfín de experiencias vividas a través de la música.

Portada del álbum 'Con el corazón en la mano' (1993) de Aterciopelados.

Pasa el tiempo pero el afecto y conexión con este álbum sigue intacta, imborrable, la afanosa ansiedad de darle play al walkman y escuchar en casette canciones como “ Para mí solito”, “No te me disuelvas”, “La fe perdida”, “Sortilegio”, “Quieto veneno”, esta última, una de las favoritas de Andrea y que recuerda con la entrañable nostalgia que produce mirar a través del retrovisor el paso del tiempo.

Son 25 años desde su publicación y en ese entonces estaban lejos de imaginar el impacto de sus canciones que llegaron en un momento clave para el rock nacional, un símbolo en construcción a través de grupos como Estados Alterados, Marlohábil, Ekhymosis y otros tantos que buscaban en el deteriorado país un sonido, una estética, un camino que hoy en día decanta en lo grande que es la música colombiana.

Parte de este presente se lo debemos a un disco impactante y atrevido. Sin duda es el reflejo de una Bogotá popular que la banda visibilizó a través del arte del disco.

Este disco trajo canciones que llegaron en un momento clave para el rock nacional.

El desaparecido periódico El Espacio fue de gran influencia:

“Yo veía una portada del periódico y decía eso está bueno para una canción”, añade Héctor mirando fijamente el disco, regresando en el tiempo y viéndose con el pelo ensortijado, casi rasta y con un corazón de vaca en la mano, posando para esta foto que levantó ampolla en su momento por tener a una mujer de pelo rapado, con el torso desnudo, un collar de púas y a su vez, sosteniendo el órgano vacuno comprado en una carnicería.

Jabón conjuro, la suerte del gato negro, las busetas por la Caracas, San Victorino, impregnan la estética del disco y Aterciopelados, como siempre, le dio una lectura acertada con la que muchos logramos identificarnos. Era la primera vez que una banda hacía la radiografía de esta ciudad.

Sin duda un disco revelador, la puerta de entrada hacía un futuro que hoy estamos viviendo con un dúo visionario, auténtico y entrañablemente importante para los que le vivimos de lleno la historia de nuestro rock, de nuestras músicas.

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