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Asopistar: crianza de peces para la transformación social en Catatumbo

La Asociación de Piscicultores de El Tarra la integran 60 campesinos que cambiaron sus cultivos de uso ilícito por espejos de agua.

Por: Anderson Miguel Salinas Boada.

La Asociación de Piscicultores de El Tarra (Norte de Santander) la integran 60 campesinos que cambiaron sus cultivos de uso ilícito por espejos de agua. En la tierra entre ríos con espíritu resiliente, Asopistar trabaja por la transformación social, la construcción de paz y la tranquilidad de los habitantes del corazón del Catatumbo.

En el valle que bordea el río Catatumbo, en el cual se enclava el municipio de El Tarra, aguarda a cerca del 58 % de su población víctima del conflicto armado. Allí, sus lugareños se convirtieron en su principal potencial a base de la producción de pescados, representando el progreso para las calles tarrenses.

El Tarra comenzó emprendió su origen, primero como corregimiento, entre el periodo de tiempo de 1937 a 1945, una población que crecía con el paso frecuente de trabajadores que pertenecían a las compañías petroleras que hacían presencia en el territorio. “Estos se paseaban de Convención a Tibú mientras expandían la carretera y se asentaban”, explica Diosemiro Bautista, quién integró la lucha por su emancipación municipal.

Actualmente este territorio es una de esas tierras, que, con su bonanza petrolera a costas, se escabulle entre el café, el cacao, el plátano y el pescado como principales fuentes de producción. Esta última hace parte del fuerte comercial que sustenta la economía de gran parte de los habitantes del municipio.

“La producción de pescado es el número uno en el sector comercial de la región” añade Prudencio Claro, representante legal de Asopistar. Esta asociación actualmente logra producir semanalmente cinco toneladas de pescados entre las especies de cachama y mojarra que nutren el amplio sector comercial de la región del Catatumbo.

Esta tierra, que nació en 1990 como municipio, es uno de los municipios más jóvenes del país, al cual el paso de la organización comunitaria le deja garantías de sostenibilidad. A partir de ahí y luego de que una gran movilización arrojará su libertad geográfica, los cultivos que sustentaban la guerra y la vida para 30 asociados direccionaron sus rumbos a la legalidad.

En su origen a comienzos del año 2003, Asopistar comenzó su trabajo organizativo con el propósito de brindar oportunidades de cambio a los habitantes del municipio. A casi dos décadas de su nacimiento, es una cuota positiva de importancia que trae consigo la generación de cambios de vida en sus círculos sociales.

“Como somos varías familias la que integramos la asociación, la producción le pertenece a cada familia de forma intercalada”, explica su representante legal, Prudencio Claro, a quién le brinca el agua mientras extiende la purina sobre uno de los siete estanques de agua que comprende la finca de su propiedad; y que se encargó de modificar para la construcción de una sociedad colaborativa para el beneficio común.

La ruralidad catatumbera entre letras sobre sus paredes aguarda para presentar un mensaje importante a su comunidad. Don Prudencio, entre la expectativa de dar a conocer su proyecto y la experiencia de liderar la iniciativa, que agrega la integración familiar necesaria al municipio, comenta que la asociación se convirtió en una fuente de desarrollo económico para el departamento.

A la par, la asociación viene adelantando una serie de capacitaciones de la mano con la Misión de Verificación de la ONU, con el objetivo de mejorar las diversas producciones agrícolas, explica el enlace de víctimas municipal Yeison Claro Pérez.

Un acompañamiento fundamental para que, con el ingenio y la viveza que caracteriza a los habitantes de la región, se pueda espantar a los pájaros negros que merodean sus espejos de agua.

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