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Dos incunables de la salsa colombiana de nuevo en circulación

En 1980 la agrupación de salsa Los Chicos Malos grabó su único álbum.

Por: Luis Daniel Vega.

Los orígenes de la salsa en Colombia se pueden situar a finales de la década de los años cincuenta cuando la Orquesta Sonolux, los combos de Lucho Bermúdez, Pacho Galán y Alex Tovar, además de La Sonora Tropical de César Pompeyo, interpretaron con gracia y tino guarachas, sones, danzones y mambos, entre otros ritmos del Gran Caribe.

Durante los decenios de los sesenta y los setenta la salsa en nuestro país se consolidó gracias al trabajo de Michi Sarmieto, Fruko y sus Tesos, los Latin Brothers, La Protesta, Joe Madrid, Lisandro Meza y Los Yogas. Si bien se editaron muchos discos que gozaron de gran popularidad, otros no contaron con la misma suerte y se convirtieron, posteriormente, en objetos dispersos, muy codiciados por los coleccionistas.

Hace más de un año el sello español Vampisoul anunció la reedición facsimilar de una porción del inmenso catálogo de Discos Fuentes. Dentro de la decena de grabaciones divulgadas se encuentran algunas referencias escurridizas de la salsa colombiana. Los primeros en salir a la venta fueron Cañabrava (1969) de Los Yogas, A la memoria del muerto (1972) y Tesura (1970) de Fruko y sus Tesos y Salsita mami (1970) de Lisandro Meza. La buena nueva es que dos incunables de nuestra salsa estarán nuevamente en circulación para deleite de bailadores y coleccionistas. Se trata de Atiza y ataja (1971) de los Supremos y Los Chicos Malos (1980) de la agrupación homónima.

Edulfamit Molina Díaz, mejor conocido como Piper Pimienta, escribió páginas memorables de la salsa en Colombia junto a Fruko y sus Tesos y los Latin Brothers. Nació el 4 de agosto de 1939 en el corregimiento de La Paila en el departamento del Cauca. Fue apodado Piper por un tío, quien consideró que su aspecto era comparable a esos clásicos aviones de la Segunda Guerra Mundial llamados Peeper.

La primera vez que se montó a un escenario fue en 1964 en el centro nocturno Las Tortugas, un local ubicado en el centro de Cali. Un año más tarde se unió al Combo Swing, liderado por el saxofonista José Duval Osorio. En 1970, luego de llamarse temporalmente Combo Monterey –en honor al grill de Buenaventura donde tocaban-, la banda llamó la atención de José María Fuentes.

Finalmente, cambiaron su nombre a Los Supremos y grabaron Atiza y tinaja, un disco sabroso que incluye una descarga y pasajes de guajira, guaguancó, boogaloo, currulao y cumbia entonados por las voces de Piper Pimienta y Pedro Botina Guevara, el popular Peter Scoot.

En 1971 el debut discográfico de Díaz dejó algunas canciones memorables en el circuito rumbero de Cali. Hoy, casi cincuenta años después, los bailadores están de plácemes pues retornan al tocadiscos números infalibles como “Guagancó supremo” “El mico” o “Cali querido”.

Tres referentes históricos de la salsa en Colombia coincidieron en la agrupación Los Chicos Malos, que en 1980 grabó su único álbum. Por un lado, los cantantes John Jairo Murillo y Víctor Meléndez eran viejos conocidos de los Latin Brothers donde hicieron tándem junto a Joe Arroyo en discos como Te encontré (1976), Báilame como quieras (1977), Suavecito, apretaito (1978) y En su salsa (1979).

Por su parte, Víctor “El Nene” del Real fundó El Nene y sus Traviesos, recordados por la inmortal canción “Patacón pisao” del 83. Acompañó a su gran amigo Joe Arroyo en la dirección musical de los dos primeros discos de La Verdad en 1981 y en 1995 fue el arreglista del último gran éxito de su compadre, “Tal para cual”. Del Real también fue arreglista y compositor de las orquestas de Michi Sarmiento y Adolfo Echeverría.

Producido por Mario Rincón, Los Chicos Malos fue publicado en marzo de 1980. En la bruma de la memoria quedaron en el aire algunas melodías rompecaderas como “Pobre yo soy” de Leonidas Plaza y “Los chicos en salsa”. Como tantas otras bandas efímeras del catálogo de Fuentes, sobre Los Chicos Malos recae cierto aire de leyenda apuntalado por un disco escaso que durante años se ha mantenido bien oculto.

Por fortuna, el misterio de ritmo y sabrosura ahora será develado.

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