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CERRAR

Roberto Burgos, un hombre de dos mundos

Una remembranza sobre el escritor cartagenero y ganador del Premio Nacional de Literatura 2018 del Ministerio de Cultura.

Por: Eduardo Otálora

Conocí a Roberto Burgos Cantor en un salón de clase cuando fue mi profesor. Antes no sabía nada de él, así como no sabía casi nada de los autores colombianos contemporáneos que, mas tarde, cambiarían mi manera de entender la literatura.

En ese momento, recuerdo, me llamó la atención su calma para todo. Ahora puedo atreverme a decir, con la licencia de llamarme escritor, que era como si viviera al ritmo del Caribe, como si cada movimiento lo hiciera en la Cartagena que tanto le gustaba y sobre la que escribió mil veces.

Esa fue la primera impresión y, confieso, temí que todo fuera una impostura y afectación muy común entre los escritores.

Pero luego, cuando mis compañeros, él y yo nos encerrábamos 4 hora en un salón a leernos y comentarnos, descubrí que no había nada de impostura, que el vivía como en dos lugares: la Bogotá fría y gris que lo hacía toser de vez en cuando y por la que usaba abrigos pesados y la Cartagena llena de luz donde hay que caminar despacio por la sombra que se hace bajo los aleros para que el aliento alcance a llevarlo a uno a la siguiente cuadra.

Sí, ahora, desde mi licencia de escritor, repito, era como si Roberto viviera en dos ciudades.

Pero también vivía en dos mundos. Uno era el de lo cotidiano y operativo en el que salía a soportar trancones y sobrevivía a las trabas burocráticas para convencer a las universidades de qué sí se podían formar escritores; el otro, el que nos mostró en el salón, era el del amante de las palabras, un mundo en el que podía durar un par de horas contando la historia del papel y la tinta para hacernos entender que no debíamos entregar borradores con errores de ortografía, que un escritor debe cuidar sus palabras hasta cuando cree que no sirven.

Dos horas para eso y otras tres o cuatro o cien para mostrarnos que sí éramos escritores, porque escritor, dijo el día que presentó su novela ‘Ese silencio’, es el que escribe y si estábamos escribiendo, entonces éramos escritores.

Sí, Roberto Burgos Cantor me convenció de que yo podía ser escritor y lo hizo de la manera más dulce y dura que he conocido. Un día le presenté un borrador que había escrito en un par de noches y que replanteaba mi proyecto de novela.

Él lo escuchó pacientemente tomando nota en su libreta y, cuando terminé, me dijo: “no voy a comentar nada, está bien; estás en estado de gracia, así que aprovéchalo para escribir mucho, porque esos estados se van y entonces es duro escribir”.

Yo seguí escribiendo, él siguió creyendo en mí. Yo empecé a leer lo que él había escrito, él se me empezó a aparecer en cada página con su calma que servía para suavizar el atrevimiento de su prosa. Ahora él se fue a alguno de sus mundos y nosotros nos quedamos con sus palabras.

Gracias, Roberto.

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