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Las huellas de Jaime Manzur en el teatro colombiano

Ese interés/gusto por lo escénico llevó a Jaime Manzur a crear y dirigir diferentes agrupaciones, tanto líricas, como folclóricas y teatrales

Por: Eduardo Otálora Marulanda

Jaime Manzur fue, es y será una figura de gran importancia en el campo cultural colombiano. Su nombre se hizo presente en las tablas (como actor, director y escenógrafo), en la literatura (por sus admiradas adaptaciones de clásicos de la literatura universal) y en la música (especialmente en la lírica y la zarzuela).

Su historia empezó en Nueva Guinea, África, donde nació en 1937, hijo de una madre colombiana y un padre libanés. En alguna de las innumerables entrevistas que le realizaron, Jaime Manzur cuenta que desde pequeño su mamá, Cecilia Londoño, le dio a él y sus hermanos (David, quien se dedicó a la pintura, y Sara, cantante y escritora) una profunda educación en arte y cultura. En aquella entrevista Manzur contaba que ella, además de leerles los cuentos, también los actuaba. Quizás allí empezó esa conexión profunda con los escenarios.

Ese interés/gusto por lo escénico llevó a Jaime Manzur a crear y dirigir diferentes agrupaciones, tanto líricas, como folclóricas y teatrales. Algunas de las más importantes fueron el Ballet Clásico de Medellín, la Compañía de Marionetas Jaime Manzur, el Ballet Clásico de Armenia, la Agrupación Lírica de Armenia, el Ballet Folklórico de Cundinamarca, el Ballet Teatro Colón, la Fundación Amigos del Arte, el Ballet Jaime Manzur. Así mismo lideró la Fundación Jaime Manzur, la Fundación Arte Lírico, la Fundación Prolírica de Antioquía y la Compañía de Opera y Zarzuela Jaime Manzur.

Y fue justo inmerso en los trabajos tras escena que el pasado domingo su salud se complicó. Cuentan quienes estaban con él que Manzur se sintió mal mientras en el escenario del teatro Roberto Arias Pérez, en Bogotá, se presentaba una función de La leyenda del beso, obra que él había programado para la temporada de este año. Pronto lo llevaron en la ambulancia del teatro a la clínica Marly, donde se le reventó un aneurisma, sufrió varios infartos y, finalmente, falleció sobre las 11:30 de la noche.

De Jaime Manzur nos quedan mil recuerdos de su pasión por la zarzuela y, en ese camino, de su infatigable trabajo como gestor. Pero también debemos recordar la relación que tenía con las marionetas, esos muñecos mágicos que reciben la vida a través de los hilos que los guían. El teatro donde hacía su magia estaba ubicado en el viejo Chapinero, en Bogotá, en un barrió que, tras las fachadas desgastadas, todavía deja ver la gloria de otros tiempos. Allí formó con marionetas a varias generaciones de niños, les habló sobre la dimensión visual en el arte, la música, la ópera y la ecología. Ese teatro de marionetas era una suerte de universo paralelo en el que el escenario cambiaba, como por arte de magia, de acuerdo con las necesidades del espectáculo y en el que, tras escena, estaban quienes movían los hilos (Manzur incluido) y todo el vestuario que había que cambiar durante las presentaciones. En ese espacio se pedía a los niños que sentarse adelante, dejando a sus padres atrás, para que los pequeños pudieran interactuar, tanto entre ellos, como con las marionetas. En esa sala los niños eran los reyes.

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