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Los músicos colombianos que dijeron adiós en 2020

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Por Jaime Andrés Monsalve B. / Jefe Musical, Radio Nacional de Colombia

Acabamos de pasar la página del año más complejo que nos haya tocado atravesar. De ello dan cuenta, entre otras, las muchas malas noticias alrededor de músicos de todas las disciplinas, vertientes y nacionalidades en el mundo.

El género jazz fue especialmente golpeado por cuenta de la desaparición de varios de sus ídolos totémicos, y podríamos sumarle a ese listado inconmensurable (Ellis Marsalis, Ray Mantilla, Jon Christensen, Wallace Rooney, Cándido Camero, Claude Bolling y Jimmy Cobb entre tantísimos otros) la partida de nombres que hicieron parte de nuestra educación sentimental, como los cantantes españoles Luis Eduardo Aute y Pau Donés, el guitarrista de rock Eddie Van Halen, el enorme pero pequeño compositor Armando Manzanero y –perdonen si me salgo del rubro de lo exclusivamente sonoro– tres de los más grandes humoristas que vio el siglo pasado: Joaquín Lavado “Quino”, Terry Jones del colectivo inglés Monty Python y Marcos Mundstock, la voz recia de Les Luthiers.

Colombia no fue, tristemente, la excepción. Músicos reconocidos y otros no tanto dieron su último adiós en 2020.

Las malas noticias comenzaron a llegar en enero, cuando supimos casi al mismo tiempo de la partida de tres importantes figuras de sonidos muy diferentes dentro de la música colombiana. El primero en dejarnos fue el compositor clásico Blas Emilio Atehortúa, el día 5 de ese primer mes. Con un catálogo de obras que supera las 400 composiciones, a él se deben no sólo piezas claves de nuestra música académica sino bandas sonoras como la de la serie 'Los pecados de Inés de Hinojosa'.

Días después, el 10, falleció Carlos “Cuco” Rojas, arpista llanero bien recordado por ser creador del Grupo Cimarrón, que llevó el joropo a los más grandes festivales de música del planeta y las salas más reconocidas de Asia, África, Europa y Norteamérica. Luego, el 16, supimos de la desaparición física de Washington Cabezas, pionero de la salsa en el país, fundador en Bogotá de la orquesta Washington y sus Latinos, con la que trabajó en los más distinguidos clubes de la ciudad.

Febrero fue el mes de la partida de Vicente Niño Santos, intérprete de bandola cundinamarqués y cofundador de la Estudiantina Bochica; seguido unos días después por el tambolero mayor de Los Gaiteros de San Jacinto, Catalino Parra. A sus 95 años partía este percusionista soplaventero, creador de composiciones tan célebres como “El morrocoyo”, “Josefa Matía” y “Manuelito Barrio”, último miembro fundador vivo del célebre colectivo sanjacintero, en el que departió con otras leyendas como Toño Fernández, José Lara, Pedro Nolasco, Toño García y Juan “Chuchita” Fernández.

El 4 de marzo falleció Helio Zavala, guitarra y primera voz del dueto boyacense Zabala y Barrera, conocido por canciones como “Mis mejores años”, “Bendito amor”, “Conquista campesina” y “Qué le pasará a mi pueblo”, y por hacer parte de la representación mayor en terrenos del bambuco, el pasillos y demás aires tradicionales de su departamento. Veinte días después nos dejaba el compositor, cantante y presentador nariñense Arturo de la Rosa, autor de varias piezas claves en la historia del Carnaval de Negros y Blancos de Pasto como “La culebra”, “El berejú”, “Sindamanoy” y “La guandera”, fundador además de la programadora Arturo de la Rosa Televisión, con la cual llegó hasta todos los hogares colombianos con espacios como “Costa, sierra y llano”, “Galaxia Musical”, dedicado a los sonidos colombianos llamado después “Noches Estelares”, y el recordado programa infantil “El Club de los Pollitos”.

En abril lamentamos la desaparición física de dos importantes personajes adscritos al sonido tropical y a su estudio. El 24 de ese mes falleció el pianista huilense Luis Felipe Basto, famoso por sus solos en clásicos de nuestra música bailable como “Violencia” y “Maldita navidad”, de Los Black Stars, y “El ausente” y “Tú sufrirás”, de Fruko y sus Tesos. También estuvo vinculado como arreglista e intérprete en grupos como Los ocho de Colombia, el Combo de las estrellas y Los Afroins. Tres días después murió el gestor cultural e investigador musical barranquillero Rafael Bassi Labarrera, columnista de las revistas "Melómanos" de Cali y "La Lira", colaborador en el Festival Barranquijazz y el Carnaval de las Artes de Barranquilla, y realizador del programa “Concierto Caribe” de la Radio Universidad del Norte.

Otro reconocido pianista y arreglista del sonido tropical, el antioqueño Luis Carlos Montoya, moría el 15 de mayo. Montoya pasó por varias orquestas de su Medellín natal, pero seguramente sus más reconocidos trabajos fueron los arreglos para dos clásicos de nuestra música: “El preso”, de Fruko y sus Tesos, y “La piragua” en su primera versión exitosa, la de Los Black Stars.

Llegado el 7 de junio conocimos del deceso de Alfredo Bohórquez, médico veterinario que fue cantante principal de la orquesta Sonora Universitaria, la más importante agrupación tropical de la capital caldense en la década del 60. Pocos días después despedimos al maestro Carlos Melo Salazar, la voz del vallenato por décadas en la antigua Radiodifusora Nacional de Colombia, y al gestor cultural argentino Leonardo Nieto, fundador de la legendaria Casa Gardeliana en Medellín.

El mes cerró con la tristeza por la partida del cantante barranquillero Joe Urquijo, quien hiciera parte de agrupaciones como La Bandita y Los Hermanos Martelo, al lado del fallecido cantante Hernando Barbosa, y reemplazo de Moncho Santana en el Grupo Niche. El nombre de Urquijo estuvo ligado a la leyenda, pues en 1978 fue el primer intérprete del célebre himno salsero colombiano “La rebelión”, de Joe Arroyo. Grabada originalmente bajo el nombre de “El mulato”, Urquijo llevó esa pieza a los surcos con su agrupación Robert y su Banda, proyecto salsero de corta vida grabado por la disquera Codiscos en Medellín.

En julio nos dejó de manera sorpresiva el multiinstrumentista Diego “Yiyo” Obregón, adscrito al movimiento de la música del Pacífico colombiano como intérprete de marimba, saxofón y cuerdas pulsadas. Fue fundador del Grupo Chonta, intérprete del cuatro en la agrupación Manyoma Brothers e invitado común en diferentes proyectos de sonido independiente. El 12 de ese mes partía el cantante antioqueño Frank Cortés, célebre por su paso por orquestas como las de Lucho Bermúdez, la Italian Jazz y la Orquesta Sonolux, y compositor de las piezas “Mi linda Betty”, “Baila Pacho”, “Los silleteros” y “A la cumbia”, entre otras. El mes cerró con la muerte de Rómulo Mora Sáenz, El Indio Rómulo, pionero en la declamación de la poesía campesina y rústica en el país, una leyenda boyacense de 89 años.

El 5 de agosto nos llegó la noticia desde México de la muerte del cantante Tony Camargo, quien pese a haber venido solamente una vez al país fue uno de los más importantes exponentes de nuestros sonidos tropicales, gracias a sus versiones clásicas de temas como “El año viejo”, “La llorona loca”, “El hombre aparecido” y otros. El 18 de ese mes moría el declamador e investigador de la música llanera Pedro Nel Suárez, “Galón”, y cerraba el saldo trágico de ese mes la desaparición de Alberto Laverde, “El Caballero del Acordeón”, nacido en Risaralda y quien con su acordeón piano dejó para la posteridad varias grabaciones en clave andina y tropical, así como otras en las que acompañaba al cantante vallecaucano Colís Londoño, “Calandria”.

Septiembre inició con la muerte del cantautor huilense Jaime Cortés Méndez, autor de temas como “La tambora caliente”, “Ceiba de la libertad”, “Tapetusa”, “Virgen de Chiquinquirá” y “Tierra de Villamil”, y quien bajo el nombre de “Compadre Eleuterio” reemplazó al célebre Jorge Ramírez, el Compadre Emeterio, en el dueto cómico musical Los Tolimenses. El 3 de ese mismo mes partío el acordeonero y cantante Miguel Durán Jr., recordado por ser el compositor de “La camisa rayá”. Hace algunos meses, Durán había estrenado nuevo sencillo que versaba, irónicamente, sobre la situación del coronavirus, con el nombre de “La pandemia”. Un día después murió Antonio Beltrán, fundador de la orquesta Toño y su Combo, y el 25 fallecieron con horas de diferencia el trompetista nariñense Eduardo “Lalo” Maya y el décimo rey vallenato, José María “Chema” Ramos.

Octubre fue el mes de la muerte de la cantante popular antioqueña Virgelina Rendón, integrante del dueto de música de carrilera Las Gaviotas; y del baterista cartagenero Guillermo Navas, una leyenda de la ejecución de ese instrumento que pasó por agrupaciones como la Orquesta A No. 1 y las bandas de Luis Rovira, Orlando Fortich y Marcos Gilkes. En noviembre conocimos del deceso del cantante Tony Valdez, componente de Los Vlamers de Marco Rayo, del guitarrista y compositor nariñense José Revelo Burbano, del productor barranquillero Carlos Díaz Granados, quien fuera además uno de los primeros colombianos en cantar reggae; del célebre percusionista de salsa y director de orquesta Willie Salcedo y del compositor vallenato Romualdo Brito.

El año cerró en diciembre con la partida del sacerdote jesuita y compositor Rodolfo de Roux, recordado por temas como “La Molienda”, “La cogienda” y “Bunde sanjuanero”, compuestos al lado del también sacerdote Juan José Briceño. Luego sobrevinieron los decesos del guitarrista y pionero del rock colombiano Ferdy Fernández, del cantante Tony Solano, quien hiciera parte del Trío Colombia y de Bovea y sus Vallenatos; de los pianistas de salsa Jorge Guarín y Samuel del Real (desaparecidos ambos el mismo 10 de diciembre), del violinista nariñense Hipóllito Jojoa, último sobreviviente de la tradicional Ronda Lírica; del baladista vallecaucano Víctor Manuel García “Manoello”, y del cantante barranquillero Gustavo Barros, voz principal de la agrupación Ariza y su Combo, quien estrenó el clásico “Que me coma el tigre” junto con la orquesta de Nelson Díaz.

Todos estos personajes pervivirán en nuestra memoria y serán objeto de homenaje el día de hoy, primero de enero de 2020, a partir de las 12:00 del mediodía en nuestro especial “los que nos dejaron”, a través de las 57 estaciones y el streaming de Radio Nacional de Colombia.

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