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Cachicamo, el jazz de Los Llanos

Conozca el trabajo de Cachicamo, el grupo que ha logrado destilar la esencia de la música llanera colombiana.

Por: Pablo Trujillo G.

“Cachicamo reúne los esfuerzos de 8 músicos, cuya interacción elocuente y fecunda dio vida al carácter musical de los llanos y del jazz por igual”.

Es así como se describen los creadores de Cachicamo, una apuesta emergente por el jazz experimental y la música tradicional de los Llanos orientales colombianos.

El proyecto arranca con paso firme con el estreno de Esbozos del Llano –su primer álbum de larga duración– y su exitosa participación en el Festival de Jazz y Blues La Libélula Dorada.

Andrea Hoyos, pianista y compositora líder de Cachicamo, nos contó de qué va esta novedosa alternativa de la música independiente bogotana.

¿Qué es un Cachicamo?

Así les dicen a los armadillos en los Llanos Orientales. Un Cachicamo es un animal que hace parte de las leyendas urbanas bogotanas. Cuenta la historia que alguna vez un armadillo caminó desde los Llanos colombianos hasta la ciudad capitalina, en busca de música nueva. Durante su trayecto empezó a perder fuerzas. Entonces hizo un pacto con los espíritus de Llano (los que le cantan al oído de los ganaderos los cantos de ordeño y de trabajo).

Se haría gigante y súper fuerte, si y solo si permitía ser cabalgado por la Niña Muerte, quien le cantaría a los músicos de la ciudad capitalina esbozos de la música llanera para recordarles que todo está en un cambio constante, que no existe tal cosa como lo puro y que la tradición está hecha para ser protegida por unos, y transgredida por otros.

¿De qué se alimenta este Cachicamo en términos musicales?

El Cachicamo se alimenta de la música de sus amigos cercanos. Como Aguas Ardientes, Arrabalero, el Palo e' Corozo, Rumiantes, Bituin, Los Taitas, You Dirty Boy y Lucas Hill. Pero como es gigante y su tamaño le permite moverse fácilmente entre continentes y es además habitante de una ciudad cosmopolita también se alimenta de música como The Bad Plus, Reid Anderson, ChrisLightCap's BigMouth, John Zorn, Guillermo Klein.

De todos modos, no olvida de dónde viene y la Niña Muerte le canta los cantos de los espíritus llaneros, las tonadas de Simón Díaz, uno que otro joropo del Cholo Valderrama y el folclor interpretado por Lucía Pulido.

¿Qué detonó su interés por la música llanera?

El interés por la música llanera fue detonado por mi paso por la carrera de jazz en la Javeriana. Tuve una materia llamada ‘Taller de música colombiana’, donde me pusieron varias tonadas y joropos.

Me gustó mucho y empecé a escucharlo más seguido. Además, en reuniones familiares un tío solía improvisar coplas, recuerdo una muy elegante que decía:

¿Cómo hermanar los Llanos con el jazz?

Creo que todo se puede hermanar con todo. Si partimos de la idea que realmente todo género musical es una fusión. Son procesos que toman años en gestarse de manera natural. Lo que me gusta de fusionar el jazz con la música llanera es que al no querer ligarme a ninguna tradición, puedo tomar los elementos que más me gusten de cada uno y mezclarlos.

Del jazz tomo la libertad, la construcción en grupo, la improvisación, la escucha constante y el juego. De los Llanos tomo sus paisajes tan impactantes, sus melodías y contrapuntos, sus coplas y sus golpes.

¿Qué retos enfrentan hoy las bandas emergentes colombianas?

La cantidad de propuestas es abrumadora. Hacer un disco y subirlo a redes es cada día más fácil. El mayor reto, y mi mayor consejo es que no pensemos de una manera competitiva. Para mí tiene más sentido nutrirnos y ayudarnos entre todos.

La admiración y la inspiración mueven la creatividad mucho más que la individualidad y la envidia. No importa qué tan lejos lleguemos (eso tiene, además múltiples interpretaciones), lo que importa es que hagamos la música que queramos y si mientras, veo a mis amigos crecer, yo siento que ahí la hice.

¿En qué escenarios y frente a qué público quisiera verse en unos años?

En todos los festivales de jazz posibles tanto nacionales como internacionales. También me gustan mucho los teatros por el silencio del que parte la música y la disposición que suele tener el público. Y sin duda, aunque me preocupo porque visualmente haya una propuesta, lo que más me gusta es el viaje que siente el público cuando nos escucha.

En cuanto al público, me gustaría que cualquier persona pudiera escucharnos. No creo en los públicos selectos, y no siento que el jazz se tenga que entender. Por eso me imagino que en unos años quienes estén al frente de nosotros, sean personas que están dispuestas a escuchar y dejarse llevar. Solo eso. Una mente un poco abierta y ya. Y ojalá si es cerrada, se abra.

Seguramente se abrirán esas mentes mientras Cachicamo continúe sus aventuras, recorriendo escenarios. Indudablemente existe una correlación entre la riqueza musical y el ánimo por explorar, y prueba de ello son canciones como Niña Muerte o Fractal.

Estaremos muy pendientes de los próximos pasos de Andrea Hoyos y su curioso animal colombiano, nuevo fruto de la fusión cultural y la experimentación sonora.

Los invitamos a oír la música de Cachicamo en nuestra playlist de música llanera.

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