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El realismo lisérgico de Jaime Rendón y sus portadas de discos

Entre los 60 y los 70, a Colombia también llegó el espíritu libre del hipismo. Esa utopía quedó plasmada en las obras de un joven pintor.

Por: Luis Daniel Vega

Entre 1965 y 1971, Pedro Humberto Monroy Gil fundó los Speakers, hizo parte de una banda de rock experimental llamada Siglo Cero, creó –en compañía de Édgar Restrepo y Álvaro Díaz- la empresa de conciertos Colinox Unidos, se aventuró sin éxito en la industria discográfica con el sello Zodíaco e hizo parte de la primera comuna hippie bogotana que se instaló en Lijacá, al norte de la ciudad. El exagerado peregrinaje de chicas y chicos embelesados por la utopía, causó estragos en aquella república independiente.

Desengañado, Monroy aceptó una invitación que le hizo Federico Taboarda Mejía -el poeta Sibius- y se marchó al monasterio Santa María de Usme con Tania Moreno, en ese entonces, su compañera sentimental. Allí, en la que era una verde pradera rodeada de ríos y cultivos de cebada, coincidió con un joven pintor que, más adelante, habría de traducir en imágenes su universo sonoro.

Oriundo de Medellín, Jaime Rendón nació un día de diciembre de 1946. Junto a Augusto Rendón, su hermano mayor, - quien, a propósito, también dejó su huella en el rock nacional con un dibujo incluido en el disco ‘The Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón’ (1968)- compartieron oficios gráficos desde muy temprana edad.

Luego de estudiar en el Instituto de Artes Plásticas de su ciudad natal, partió a Bogotá y se inscribió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Inspirado por los revolcones ideológicos de finales de los sesenta, renunció tajantemente a la academia, dejando en manos de la intuición su aprendizaje. Justo cuando abandonaba las aulas, Sibius lo convidó a su bucólica morada en Usme.

En una rústica casa contigua al monasterio fueron a vivir Humberto, Tania, Jaime y María Cristina Tobón, esta última, novia del pintor. El estilo de vida frugal que promulgaban llamó la atención de los monjes benedictinos y las monjas de la comunidad Siervas de Cristo.

Rendón lo recuerda como uno de los momentos más felices de su vida: “Retornamos a la inocencia, como si existiera un paraíso. Éramos unos niños que comían pan recién horneado, miel y leche, pero al mismo tiempo éramos unos jóvenes dados al amor libre y a las experiencias psicodélicas”. En medio de ese trance contemplativo y espiritual, nacieron las primeras composiciones de Génesis, la aventura musical más recordada de Monroy, quien ya era reconocido por su mote brumoso: Humo.

Vecinos del monasterio vieron con malos ojos las prácticas de aquellos candorosos ascetas, lo que les obligó a abandonar su vergel. La semilla que empezó a germinar en Usme con una guitarra, cucharas y cajas de fósforos, floreció en la casa que Édgar Restrepo –viejo amigo de Monroy- tenía en Cota. Las canciones tomaron forma y Humo decidió grabarlas.

Entre julio y octubre de 1972, en los estudios Ingesón, se registró ‘Gene-sis A- Dios’, el disco debut de Génesis patrocinado en parte por el sello Bambuco. En recuerdo de aquellos días idílicos en las montañas surorientales de Bogotá, Jaime Rendón pintó con lápices Prismacolor un díptico que revela esplendorosamente su estilo, descrito por el poeta nadaísta Jotamario Arbeláez como “realismo lisérgico”.

A partir de ese momento, Humo retornó de nuevo a los escenarios apoyado por diversos músicos que se sumaban a Génesis según las circunstancias. A finales de 1973, luego de viajar por Colombia, la banda grabó un demo con “Don Simón” que llamó la atención del sello Codiscos. Junto a Juan Fernando Echavarría (flauta), Miguel Muñoz (guitarra), Édgar Restrepo (piano), Guillermo Guzmán (bajo) y Tania Moreno (guasá), Humberto Monroy llegó a Medellín en marzo de 1974 para consignar ‘Génesis’, un disco que los puso en el radar de la radio comercial gracias a canciones memorables como “Quiero amarte”, “Sueñas, quieres, dices” y “Cómo decirte cuanto te amo”, un cover del clásico de Cat Stevens.

La portada, que muestra en primer plano los rostros barbados y circunspectos de Humo y Restrepo, le fue encargada, de nuevo, a Jaime Rendón, quien también incluyó en su imaginería colorida, a un angelical Juan Fernando Echavarría tocando la flauta y a Sibuis, diminuto, enruanado y con sombrero de fieltro.El disco fue estrenado apoteósicamente en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán que se llenó tres veces –mañana, tarde y noche- el 5 de agosto de 1974. Sobrevino una insólita gira que los llevó a recorrer, entre septiembre y noviembre, más de veinte ciudades colombianas.

Pese al agite inesperado y a problemas con su mánager, Génesis salió avante gracias a la complicidad de los amigos incondicionales como Jaime Rendón que no tuvo reparo en fungir de luminotécnico, diseñador de vestuario, jefe de seguridad y taquillero. Además, aportó otro dibujo para la cubierta de ‘Yakta Mama’ (1975) que, entre las curiosidades oníricas del paisaje contiene dos inesperados seres mitológicos: un dragón acorazado y un centauro que es él mismo sosteniendo el disco anterior.

Las buenas relaciones entre Humo y Codiscos propiciaron ese mismo año la edición de su estreno como solista. ‘Sol y luna’ es un compendio de composiciones originales, un cover de una canción de Bob Dylan y una hermosa versión de “She´s leaving home” de The Beatles. En contraste con la vocación pop del disco –cuyos sofisticados arreglos tienen la impronta de Orlando Betancourt, pianista de Banda Nueva- el arte gráfico de Rendón muestra a Monroy en su faceta más rústica y campestre. Pintada con tinta china y plumilla, este soberbio dibujo es un hito de la desdeñada iconografía del rock colombiano.

Luego de ‘Yakta Mama’, la comunidad creativa que se había formado alrededor de Génesis empezó a disolverse por diferencias ideológicas y musicales. Así como concluyó este ciclo de la banda, Jaime Rendón y Tania Moreno terminaron su relación sentimental y cada uno, por su lado, emprendió caminos divergentes.

Por su parte, Édgar Restrepo siguió su vocación de periodista y Sibius se dedicó a enseñar teatro en el SENA. Mario Sarasty –que había reemplazado a Guillermo Guzmán- se fue del país y Miguel Muñoz prosiguió con su carrera de solista y futuro productor. De esos años fulgurantes, otra obra tornasolada de Rendón quedó inmortalizada en la portada de un disco; esta vez para Contrabando, una fugaz agrupación cuyas cuatro únicas canciones grabadas rezuman blues y soul latino.

De vuelta al Prismacolor

De repente, Génesis quedó reducida a tres integrantes: Humo y la pareja de novios conformada por Juan Fernando Echavarria y Betty Vargas. A finales de 1976 emprendieron una correría musical que les llevó a Quito, donde Monroy se quedó solo tras la deserción de sus dos tripulantes. Fue entonces cuando Vargas y Echeverría le dieron vida a Viajeros de la Música, un grupo que durante ocho años se mantuvo itinerante por América del Sur, explorando músicas indígenas y recolectando instrumentos artesanales.

En 1992, asentados parcialmente en Bogotá, el dueto presentó en el Auditorio León de Greiff el proyecto discográfico ‘Las tierras amadas’. Se trató de un doble homenaje: por un lado, al poeta medellinense Carlos Castro Saavedra –de quien tomaron prestado el verso que titula la grabación- y, por el otro, a Humberto Monroy, fallecido en circunstancias infames el 24 de marzo de ese mismo año. En memoria de Humo, la pareja le hizo un encargo puntual a Jaime Rendón: un dibujo con la misma técnica que dos décadas atrás había utilizado en las portadas de Génesis.

Con la nostalgia respirándole en la nuca, Rendón desempolvó su vieja caja de colores Prismacolor y pintó una escena pastoril que rememora, con trazo infantil, instintivo y primitivista, los días radiantes en las colinas de Usme.

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