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República Centroafricana, una crisis que no existe

Hace ahora un año, la capital de República Centroafricana amanecía con centenares de cadáveres apilados en sus calles: milicias de civiles clamaban venganza contra los rebeldes de la coalición musulmana Séléka por los abusos cometidos tras acceder al poder.

Doce meses después que aquel ojo por ojo desencadenara una espiral violenta que ha devorado la República Centroafricana y que mantiene desplazada a una quinta parte de su población, el conflicto se ha difuminado en los medios y la agenda internacional.

"República Centroafricana no existe", dice a Efe el religioso español Agustín Cuevas, que llegó a refugiar en su congregación de Bangui a 22.000 personas durante las matanzas que estallaron en diciembre de 2013 y que se prolongaron durante los siguientes meses.

El país, que ya antes de la crisis era uno de los más pobres y conflictivos del mundo, empezó a desintegrarse en el fuego cruzado de los grupos de autodefensa supuestamente cristianos, los "Anti-Balaka", y los simpatizantes de los insurgentes.

"Fueron días de angustia total", recuerda en una entrevista telefónica el religioso, en cuya parroquia todavía se refugian 300 personas.

El odio étnico-religioso que persiste estos días, principalmente lejos de la capital, tuvo una raíz política: el conflicto generado por el golpe de estado de la coalición Séléka contra el presidente François Bozizé en marzo de 2013.

A partir de ese momento, la coalición, formada por rebeldes surgidos de una región del noreste del país tradicionalmente olvidada por el Gobierno, llevó a cabo una campaña de ejecuciones civiles, quema y saqueo de viviendas.

Estas acciones animaron a grupos de jóvenes -supuestamente cristianos- a organizarse para responder perpetrando las matanzas que bañaron en sangre la capital y, pronto, todo el país.

El 5 de diciembre, tras obtener el visto bueno de Naciones Unidas, Francia anunció que lanzaba una intervención militar para intentar pacificar su excolonia.

Hoy, las tropas de la denominada "Operación Sangaris", junto con las misiones de la ONU y la Unión Europea, patrullan las calles de Bangui, donde ya solo se escuchan tiroteos esporádicos por atracos y la gente camina sin miedo durante el día.

Pero en el resto del país hay frecuentes escaramuzas entre milicias y las fuerzas internacionales. "La violencia sigue siendo muy grave", explica a Efe la asesora de Asuntos Humanitarios en Médicos Sin Fronteras (MSF), Enrica Picco.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el país se enfrenta a una de las peores crisis humanitarias conocidas con 850.000 desplazados de 4,5 millones de habitantes.

El resto ha huido a los países vecinos (Chad, Camerún y la República Democrática del Congo), donde sobrevive en campamentos provisionales sin un plan de retorno, critica Picco.

"La comunidad internacional y ACNUR deberían tener un plan para su vuelta o buscar otra solución si la inseguridad lo impide", añade.

MSF también echa en falta una solución para los desplazados internos, sobre todo musulmanes, de los que solo 90.000 (de los 700.000 que residían en el país antes de esta crisis) siguen dentro de sus fronteras, en la mayoría de los casos atrapados en guetos.

Picco, que dirigió durante años las operaciones de MSF en el país, aclara que éste no es "un conflicto religioso" y que solo adquirió ese cariz cuando "la violencia se exacerbó hasta un nivel brutal".

Cristianos (la confesión mayoritaria) y musulmanes (que representaban el 10 % de la población antes de su "éxodo histórico", según Amnistía Internacional) habían convivido en paz durante siglos.

Ahora, los centroafricanos intentan sobrevivir en un territorio sin ley ni recursos más allá de Bangui, en la periferia del país, donde la población no recibe ninguna ayuda, en parte por la descoordinación de las fuerzas internacionales desplegadas, según Picco.

Pese a la firma de un alto el fuego en Brazzaville el pasado julio, el Gobierno de transición continúa "incapaz". "No tiene fuerza, ni horizonte ni pauta fija hacia donde ir", opina el párroco español.

MSF confía en que la situación de emergencia declarada en el país, similar a la de Sudán del Sur o Siria y la máxima en la nomenclatura de Naciones Unidas, se mantenga para garantizar la llegada de apoyo internacional.

Ese "nivel 3" de respuesta internacional se mantendrá hasta las elecciones presidenciales y legislativas de agosto de 2015 pero, según Picco, "pensar que va a ser la solución a todos los problemas es muy ilusorio".

El párroco español también es pesimista: "La ciudad y el país solo existen en el mapa. No hay Gobierno, ni Policía ni Ejército. Hay caos y muchísimo peligro, y nadie parece querer solucionarlo". Desirée García - EFE

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