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Casa de la Memoria de Tumaco, un trabajo de transformación social

Un museo vivo donde las víctimas son protagonistas del camino hacia la paz y la reconciliación de este municipio.

Corría el año del 2004 cuando el padre José Luis Fonsilllas, misionero camboniano de nacionalidad española, llegó a Colombia y luego de tres años arribó a Tumaco para iniciar el trabajo que más satisfacciones le ha traído a su vida.

Químico de profesión, este hombre se alejó de todas las comodidades de su vida en Madrid (España) para vivir en la Perla del Pacífico en palafitas, es decir en casas de madera apoyadas sobre estacas construidas sobre el agua. Así se ganó la confianza de los tumaqueños: “Y viviendo como uno más del barrio empezamos a trabajar en aspectos que transforman, y uno de los aspectos que transforman es la educación y como la violencia ha acostumbrado a muchos jóvenes a vivir con violencia, es decir, a defenderse, a reaccionar al odio con el odio, entonces decidimos trabajar con la cultura de la paz”.

¿Por qué llega a Tumaco, exactamente al barrio Nuevo Milenio, uno de los más violentos de la isla, dónde más se ha visibilizado el conflicto armado?

“Porque a mí me mueve es ese espíritu de Jesús que no vino para los sabios y entendidos, sino para la gente necesitada. Entonces viendo un barrio como este, donde el 90% de las necesidades básicas insatisfechas, donde muchos jóvenes no van al colegio, donde el conflicto social es muy fuerte, entonces empezamos a intervenir.

Así nació el Centro Afro, un sitio donde todos pudieran ir a leer, trabajar en proyectos con la comunidad, practicar el deporte para erradicar las fronteras invisibles y formarse como líderes. Luego con el apoyo de la Diócesis de Tumaco inicia a funcionar la Casa de la Memoria, un museo vivo donde las víctimas son protagonistas de su transformación.

La Casa de la Memoria de Tumaco rinde reconocimiento a los personajes reconocidos de este municipio. Foto: Natalia Cabrera.

“Trabajamos de una manera democrática, realmente en equipo y estas ideas han salido de todos, pero también han salido de las víctimas, nos reunimos con ellas y les preguntamos ¿Cómo quieren hacer las cosas?

“Este museo se diseñó en maqueticas de plastilina, es decir es un producto de mucha gente”, cuenta.

Recorrer el museo es vivir la historia y las tradiciones de la cultura negra, pero también compartir el sentir de las víctimas de 50 años de conflicto armado.

En una de las salas se muestran cerca de 700 fotografías de hombres, mujeres y niños que fueron asesinados. Todas las fotografías que ven aquí han sido traídas por las mamás o por algún familiar directo… Muchas víctimas se acercan y dicen que este es el único lugar donde pueden recordar a mi ser querido sin estigmatizarlo”. En la Casa de la Memoria no hay excepciones ni distinciones. “Aquí nadie pregunta de qué grupo era o por qué lo mataron, sino que lo recuerdan de una manera digna, prevalece el derecho a la vida, sobre todos los demás derechos”.

Así transcurren los días en la Casa de todos los tumaqueños, entre talleres de danza, teatro y música, entre sesiones de tejedoras víctimas sentadas en los mentideros, que son asientos construidos con guadua donde se reúnen para compartir y ser partícipes de las iniciativas de transformación.

El padre José Luis retó a la pobreza y la violencia para quitarles niños y jóvenes de sus filas, llevarlos de la mano por el camino de la educación y ahora son líderes de iniciativas de paz en el municipio que no pierde la esperanza de erradicar el conflicto de sus calles.

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