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Rionegro (Antioquia): Zapatería, un oficio que se niega a desaparecer

“El calzado artesanal ha sido consumido por el industrial, las maquinas han acabado con la mano del hombre": William Jurado.

Por: Diego Cuervo Escobar

Esta labor que llegó a la provincia de Antioquia en la época de la Colonia, se convirtió en una tradición de los rionegreros. Cuatro siglos después, se encuentra en peligro de desaparecer debido a la industrialización, los insumos extranjeros y la falta de un relevo generacional.

Son las tres de la tarde, un tango de Gardel suena al fondo; las puntillas se juntan con trozos de cuero y decenas de moldes para construir los zapatos. Así, con las manos maltratas por las tinturas, pegamentos y químicos que utiliza para construir el calzado, en un taller de 5 x 5 metros; William Jurado, luego de 57 años, sigue trabajando en el arte que desde los nueve años aprendió de sus padres.

Un rionegrero de pura cepa, que por cosas del destino no pudo continuar sus estudios, vio en este arte su camino en la vida y el medio por el cual sacar adelante a su esposa y tres hijas. Recorrió varias zonas del país con su labor, fue maestro de la profesión en su tierra natal, pero hoy, con tono entristecedor, reconoce que el zapatero artesanal que abundaba en los años 60 y 70, está en vía de extinción.

“El calzado artesanal ha sido consumido por el industrial, las maquinas han acabado con la mano del hombre. La llegada de materiales sintéticos que traen de otras partes del mundo, redujo los costos de los empresarios que nos compraban a nosotros, afectando no solo nuestro trabajo, sino también la calidad del producto”, cuenta William.

Hoy, en ‘La cuna de la libertad’, como es llamado este municipio del oriente antioqueño, son muy pocos los zapateros artesanales que quedan. Muchos han cambiado de labor, algunos no vieron frutos en sus negocios y otros, el ciclo de la vida los dejó atrás.

Aun así, los pocos que siguen ejerciendo, gracias a su amor y pasión por la profesión, reúnen esfuerzos para no dejar morir esta tradición que allá por los años de 1816, fue ejercida en principio por los indígenas tahamíes que habitaban la región.

Anualmente realizan el Festival del Calzado, en el que desarrollan exhibiciones y competencias para saber quién elabora el zapato de mejor calidad o en menor tiempo; todo con el fin de que las nuevas generaciones se enteren de que todavía se hacen zapatos sin máquinas y, que al igual que ellos, se enamoren de construir calzado.

“Recuerdo que a Rionegro llegaban incluso personas de otros países a comprar zapatos, porque nosotros cumplíamos con las dos condiciones esenciales: calidad de estética y calidad de uso. Yo puedo hacer un zapato completamente en cuero con solo tres puntillas; hoy en día eso ya no se ve”, señala Jurado con una muestra de ello en la mano.

El proceso de elaboración

Para la construcción de un zapato artesanal hay cinco pasos esenciales. El diseño: donde se confecciona cuál va a ser el estilo, color y tamaño del zapato. El corte: allí se sacan del cuero una a una las piezas que harán parte del zapato. La guarnecida: el proceso en el cual se cosen las partes. La soladura: en donde se organiza la horma y se pone la plantilla. Por último, la terminación, en la cual se pulen los detalles, se tintura el zapato (si lo requiere) y se empaca para sacar a la venta.

El cuero es el único material con el que trabajan los zapateros artesanales de Rionegro, su elaboración es hecha a la medida del cliente, en el color y diseño que desee. Hacen réplicas de otros productos, realizan reparaciones, adaptaciones y modificaciones, un servicio que quizás los grandes almacenes de cadena no ofrezcan.

Guillermo Arbeláez es cortador, como se le llama en el gremio de los zapateros al que organiza y cortra las piezas para las costuras. Al igual que William, lleva más de 40 años en la profesión, lo aprendió de forma empírica y, aunque ha transcurrido el tiempo, sigue con el mismo entusiasmo y dedicación con que empezó.

“Todos los pasos de la elaboración son muy importantes, cada uno requiere su técnica y dedicación. Con este trabajo conseguimos la comida, sacamos adelante a la familia. Yo le agradezco mucho este arte porque me enseñó a trabajar y ganarme honradamente las cosas”, señala sonriente Guillermo.

Todos los días de 8 a.m. a 6 p.m., las mesas inundadas de pegamento y moldes, son el segundo hogar de estos zapateros. Guillermo cuenta que a un zapatero no le pueden faltar como herramientas el martillo, las puntillas, las cuchillas y unas pinzas, pero que así se cuente con los elementos más sofisticados, un zapato nunca quedará bien sino se hace con amor.

El zapato forché y la bota texana, son los más solicitados por aquellos que aun valoran este trabajo y gustan de comprar un par que les durará, según los artesanos, “a lo mínimo 4 años”.

Panorama actual de los zapateros artesanales

Según el asesor de Desarrollo de la administración de Rionegro, Lizardo Murillo, actualmente en el municipio sobrevive entre 20 y 25 zapateros artesanales, una cifra minina si se compara con las del año 1986, en donde el 80% de la población en Rionegro vivía de la producción de calzado.

“Indudablemente la globalización afectó este gremio, pero también la falta del relevo generacional. Hemos tratado de organizarlos, que sus productos no compitan con las grandes cadenas, porque sería imposible, pero sí que generen un nuevo modelo de negocio que les permita llegar a más personas y la profesión sea más rentable y llamativa para las nuevas generaciones”, enfatiza Murillo.

Edison Otálora es otro de los zapateros que aún sigue en pie de lucha. Ha mantenido su almacén-taller familiar por más de 20 años y aunque es más joven, le brinda la posibilidad a los adultos experimentados que puedan seguir trabajando, que tengan la opción de seguir llevando el sustento a sus hogares e indudablemente, para no dejar extinguir esta tradición.

“Este negocio lo es todo para mí, incluso mis hijos me están ayudando para sacarlo adelante; yo crecí viendo zapateros por todos lados y no quiero que eso se acabe. Me da gusto trabajar con William y Guillermo porque son íconos aquí en Rionegro, y aunque el panorama es complicado, trabajaré en esto hasta que el último zapatero clave la última puntilla”, resalta Edison.

Lizardo Murillo cree que Edison precisamente, es clave en la tarea de revitalizar esta profesión no solo en Rionegro, sino en todo el Valle de San Nicolás. “Sus conocimientos son claros, cuenta con un espacio muy importante donde reúne gente experimentada. Sí junto con él construimos un modelo novedoso y organizado de negocio, el calzado puede volver a su auge.

Los Zapateros y las instituciones municipales coinciden en que si se logra salvar esta labor artesanal, se fortalecerá esa identidad cultural por la que fue conocido el municipio, además, podría ser gran generador de empleo en la población y respaldar a sectores como la floricultura o la agricultura, de la que depende netamente el municipio.

Mientras tanto, William, Guillermo y Edison, seguirán cortando, apuntillando y emplantillando los zapatos que les soliciten. Seguirán defendiendo el arte con el que han vivido toda su vida, tratando de que las pocas cenizas que quedan de la profesión zapatera no sean barridas y sirvan de aliento para que su labor resurja como el ave Fénix.

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