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La herencia española que preservan las mujeres de Cartago

Más de 1.500 mujeres en el municipio valluno se dedican a esta tradición que se remonta al siglo XIX.

Por: Adriana Chica García

Desde que en el siglo XIX las españolas llegaron con elegantes prendas bordadas con sus propias manos con hilos del mismo color de la tela, el arte permaneció en Cartago -región del norte del Valle del Cauca- hasta convertirla hoy en día en la capital del bordado. Solo que ahora la gama de colores aumentó para hacer alusión a las costumbres propias colombianas y la tradición llegó a más de 1.500 mujeres.

Sobre un plástico biodegradable se plasman a lápiz los diseños a los que las bordadoras le dan vida puntada por puntada, y que luego desaparece al contacto con el agua para dejar lucir la labor de sus manos. Así explica Gladys Ramírez, con un arco en una mano y la aguja con hilo ensartado en la otra, en el taller de Frixio, una de las empresas de bordados más grandes y reconocidas de Cartago.

A ella le enseñó su abuela y su curiosidad, al igual que la mayoría de las 30 líderes artesanas que trabajan para esa tienda, y que las otras bordadoras que trabajan a su cargo (entre 30 y 40 por cada una). Pese a llevar más de 30 años en ello, Gladys recuerda el oficio como un arte ya instaurado en la tradición, y no como una herencia hispanoárabe que llegó desde Europa con la conquista.

Gladys Ramírez.

Eso lo explica Beatriz Helena Manco, coordinadora de la fábrica de Frixio, en la galería del bordado, un espacio del segundo piso de la empresa, casi como un museo de toda la técnica y perfección que llevan estas prendas. Es el mismo recorrido que hacen a propios y turistas interesados en conocer desde adentro la actividad por la que es tan reconocido Cartago, al punto de encomendar la ornamentación que lució el Papa Francisco en su visita al país.

Los bordados llegaron con las madres vicentinas, una congregación religiosa que se instauró en territorio nacional en medio de la colonización. Para entonces las españolas acostumbraban lucir camisas de mangas y cuellos protuberantes con detalles bordados tanto en ellos como en la delantera de la prenda. Ya llegaban con ellos desde el otro continente, y también se dedicaron a seguir la tradición aquí.

Así fue hasta la fundación de Cartago en 1540 en la zona donde hoy queda la ciudad de Pereira. Al principio las responsables de llevar a cabo la tarea eran las mujeres de la ‘élite’, con diseños discretos y elegantes, pero con el tiempo el trabajo quedó en manos de mestizas y tantas mujeres como fue posible. Hoy la mayoría son madres cabeza de familia y este arte milenaria terminó siendo su sustento.

En estimaciones de la administración local de Cartago, en el municipio hay más de 1.500 bordadoras, y casi 100 establecimientos que comercializan sus productos. Con el tiempo han aprendido a perfeccionar la técnica artesanal: a elegir los mejores hilos, a evitar telas que se destiñen, a realizar cortadas exactas. Pese a ello, las prendas siguen siendo artesanales, cada una lleva más de ocho horas de trabajo de alrededor de ocho personas.

“La mayoría somos mujeres cabeza de familia, y el bordado nos ha permitido mantener a nuestros hijos sin angustias. Y nosotras hacemos esto porque nos gusta, amamos nuestro arte. Con el hilo uno hace cosas muy bonitas, uno juega, se pueden inventar diseños, más los que ya están y todas conocemos”, expresa Banca Cecilia en la ‘sala de bordados’, a donde llegan a todas horas distintas artesanas a dejar sus prendas terminadas.

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