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Joyería artesanal, un oficio que perdura en el Chocó

Dos joyerías tradicionales de Quibdó cuentan cómo se aprende este oficio y cómo se desarrolla en tiempos de cuarentena.

Por: Francisco Palacios

Es lunes, son las 3:30 de la tarde y a las calles de Quibdó las abraza una temperatura de 32 grados. A escasos 50 metros de la catedral San Francisco de Asís, ubicada entre las carreras primera y segunda, se encuentra el taller de joyería ‘Chín’. En su interior, un hombre de 1,80 de altura, sentado en su banco tradicional frente al ‘cajón’, que sirve de mesa de trabajo y muestrario, hala un trozo de oro a través de una hilera para adelgazarlo y poder moldearlo según el pedido de su cliente.

El hombre de 55 años de edad, hace más de 40 años, dedica gran parte de su tiempo a esculpir, brillar y arreglar alhajas de oro, oficio que aprendió de su padre, Delfino Mena, de quien no solo heredó el apodo: ‘Chín’, sino también la habilidad de transformar el oro en prendas preciosas.

Mientras continúa con su labor de transformación, Francisco Mena Palacios o William ‘Chín’ recuerda que comenzó “viendo desde muy niño a mi papá, él era joyero y nosotros le traíamos el almuerzo, luego nos ponían a hacer mandados y aunque no parezca relevante esa era la primera prueba para empezar en la joyería”.

William sonríe al mencionar que una de las costumbres de iniciación en la joyería tradicional es enviar al aprendiz a buscar la “hilera para halar el palacio de aire” en otras joyerías, que a su vez los enviaban a otras y otras, hasta que alguno se condolía del aprendiz y le hacía regresar donde el joyero maestro, bajo pretexto de que la hilera ya había sido enviada.

Con una temperatura similar, pero a una distancia de más de 480 kilómetros de selva, pasaportes y cemento, en Ciudad de Panamá, Jimmy Casas recuerda la misma anécdota y la califica como “una prueba de paciencia, porque eso es la joyería, un oficio de mucha paciencia”. Jimmy, lleva radicado 14 años en el país canalero y su primera actividad económica fue la comercialización de madera, pero ha sido la joyería la que le ha permitido sostenerse y radicarse en el vecino país.

“Donde quiera que voy llevo el arte en la mente, uno explora los mercados y hoy día estoy dedicado a la joyería tradicional panameña”, señala Casas, quien aprendió al igual que otros de su padre, Aaron Casas Palacios, enfermero jubilado de la Policía Nacional y quien combinó las funciones médicas con la joyería.

“Trabajaba como ayudante de construcción y mi papá me pidió reparar un par de aretes, yo no sabía cómo hacerlo y pedí ayuda a unos tíos joyeros, diez minutos después, los aretes estaban arreglados y pagaron por ello tres mil pesos de la época, que era lo mismo que me ganaba por una semana de trabajo en construcción, a partir de allí empecé a aprender joyería”, relata Jimmy.

El Chocó es un departamento históricamente asociado con la extracción de metales preciosos como el oro y el platino, que han estado ligados a la cultura regional, prueba de ello es que cada 4 de octubre las calles de Quibdó se engalanan para recibir la figura de San Francisco de Asís, quien las recorre en procesión, ataviado por centenares de alhajas que sus fieles han dado en ofrenda. La joyería ‘Chín’ ha sido la encargada de mantener el color y brillo de estas alhajas por años, “es un honor servir al santo y más desde mi oficio”, expresa William.

En Quibdó sobreviven unas 7 joyerías artesanales, algunas de ellas desde el banco tradicional y otras desde la expansión y transmisión del conocimiento, como es el caso de la joyería ‘Seven’, donde jóvenes reciben capacitación, al tiempo que perciben una remuneración por su esfuerzo. Su propietario, Abelino ‘Seven’ Palacios lleva más de 30 años dedicado a la joyería y ha implementado en su taller una zona de exhibición de joyas y otras artesanías regionales, además de un espacio de transformación de oro y plata.

“Mi sueño es tener un espacio de trabajo para que unas 30 personas se dediquen a la transformación, y que no suceda como con otros joyeros, que el conocimiento no se vaya conmigo, sino que perdure”, aseguró Palacios.

La intensificación de las acciones militares contra la minería ilegal ha afectado a los barequeros o mineros tradicionales, hoy conocidos como mineros de subsistencia, y con ello también se ha reducido el flujo de trabajo para los joyeros de la región, quienes se ven aún más golpeados por las circunstancias actuales de salud que vive el mundo. “Nuestros principales clientes hoy son los turistas, pero como está el mundo es difícil que regresen pronto, por eso nos toca migrar a plataformas digitales”, manifiesta Seven.

En Quibdó, liderados por Seven, se ha establecido la Asociación de Orfebres Artesanales, que reúne a 24 familias que se dedican a la joyería tradicional. Por su parte, a la distancia, Jimmy Casas cree que “oro siempre habrá, aún si se acaba la minería, el oro está y mientras haya oro, el minero puede transformar ese oro en otra joya, por eso la joyería perdurará”.

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