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Cuentería en el Caribe: el pueblo narrado en tarima por Reynaldo Ruiz

Hoy se realizará un evento de cuentería virtual con historias sobre las costumbres, mitos ancestrales y antiguas leyendas de tradición oral.

Por: Adriana Chica García

En la sabana costeña los velorios duran nueve noches. Noches de acompañar la pérdida con tazas de café hecho en leña, humo de tabaco y cuentos para sacar a la muchedumbre del dolor. Cuentos del campo que Reynaldo Ruiz ha llevado con su voz a todas las tarimas de cuentería. Esos relatos que suenan a gritos de monte y de vaquería le dieron el nada despreciable apodo del ‘Rey del Costumbrismo’. Y así terminó dedicando su vida a ‘echar cuentos’; o, más preciso, a conservar y visibilizar la tradición oral del Caribe colombiano.

Su trabajo es andar las calles, escuchar a los viejos sentados en los taburetes recostados a la entrada de sus casas, observar los gestos al hablar y crear. Crear historias para que las palabras dibujen en la puesta en escena las vivencias y costumbres nítidas campesinas, especialmente de los departamentos de Sucre y Córdoba; de este último de donde es oriundo, de un corregimiento del municipio de Sahagún llamado Salitral.

Allá descubrió que las letras del escritor colombiano Guillermo Valencia Salgado se inspiraban en esas tierras que reconocía como propias, de los fandangos y las corralejas, y que eran puros contenidos costumbristas. Y lo tomó de referencia para crear su propio espectáculo. Luego le llegaron otras como la de la cuentera cubana Mayra Navarro y el recientemente fallecido Inidio Rómulo, un personaje clave de la poesía rural colombiana.

Así, la cotidianidad de un pueblo se convierte en un espectáculo escénico. Para explicarlo, Reynaldo describe tres tipos de cuenteros: los naturales, que son como aquellos señores en los taburetes; los contadores de historias, que se encuentran entre compañeros de andanzas, de trabajo, de estudio, personas fáciles para contar anécdotas con grandilocuencia.

Y finalmente los narradores orales escénicos, que son una combinación de los otros dos, “es una mezcla donde se toma la espontaneidad, la jocosidad y las anécdotas como fuente de las historias, y se adaptan y se trabaja para una representación escénica”, detalla. Lo que hace él. “Es que en el Caribe somos cuenteros por naturaleza”, argumenta.

Las claves de la cuentería -dice- están en el manejo de la voz y la expresividad con que se proyecta, en la gesticulación del rostro y el cuerpo entero, en las pausas, el volumen y la entonación, y, finalmente, en la improvisación, porque la cuentería es un arte vivo. Pero hay un valor que parece reservado para los libros de lenguas de los colegios que hace de esta actividad una necesidad para los pueblos, y que Reynaldo resume con certeza: “la narración oral es una de las herramientas para mantener la identidad”.

“Hay códigos propios de cada región, en la forma como hablamos, en las palabras que usamos, que nos diferencian y a la vez nos identifican como Caribe. A veces no lo valoramos, pero cuando estamos fuera nos damos cuenta de la importancia que tiene para presentarnos ante el mundo. En Colombia existe una cultura riquísima en tradición oral que hay que conservar, en Boyacá, en Antioquia, en los Llanos Orientales, eso nos identifica a cada región y a todos como colombianos”.

El sector cultural en el país parece el único que aún no se ha olvidado de ello. Y se cuentan varios festivales de cuentería en distintos territorios. Por estos días, el “curso de la palabras” de las historias de Reynaldo y otros narradores orales no se ha detenido pese al confinamiento y la pandemia, y se han dado cita por más de una semana en el Festival Internacional de cuenteros ‘El Caribe Cuenta’, realizado en Barranquilla por la Fundación Luneta 50.

“El Caribe Cuenta ha sido la plataforma de muchos narradores orales del Caribe colombiano y del gran Caribe para darnos a conocer y tener intercambios culturales que enriquecen nuestras propias narraciones. Y más importante aún, es la posibilidad para que el cuento sea escuchado, para que las personas se acerquen al arte de la cuentería y a su propia identidad”, expresa Reynaldo.

El telón se cierra hoy, no sin antes, como de costumbre, de una velada mágica. La Gran Noche Caribe reunirá desde la virtualidad al popular Papagato, Carlos Julio Peña, narrador originario de Corozal (Sucre); a el ‘Compae Bactolo’, Francisco Pacheco, nacido en Chinú (Córdoba); a Jaime de Ávila, el hombre de los cuentos de la mil y un gallinas; a la ganadora de la Convocatoria Nuevos Narradores 2020, Diana Flórez, con una adaptación en clave caribeña de un cuento de los hermanos Grimm; a Nicolás Lubo, con relatos de Rafael Escalona; a la actriz barranquillera Mayerlis Beltrán; y con cierre especial del Rey del costumbrismo, Reynaldo Ruiz.

La fiesta de las palabras se mudó al universo digital; las historias de nuestra tradición, los cuentos, los mitos ancestrales, las antiguas leyendas, han tenido cabida en este presente virtual, en esta especie de actualidad ‘distópica’. El fiel público del festival ha venido disfrutando de la gracia y el talento de más de 45 narradores profesionales provenientes de diferentes territorios del mundo en lo que va corrido del mes, aceptando esta propuesta de seguir conectándonos aunque sea desde la distancia.

La cita comienza a las 8 p.m. con una transmisión en vivo desde las redes de Luneta 50. Y si aún faltan motivos para pegarse a esta tradición oral, les compartimos los cuentos de tres de los narradores que participaron en este festival, narrados por Pedro Mario López:

Mudar los dientes, de Pedro Mario López

El Cartero, de Luisa María Guerra

El Carcelero, de Margarita Borrero




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