Nuestros campesinos son el eje fundamental para el sustento nutricional de la sociedad, por eso en los departamentos de Putumayo, Tolima y Norte de Santander las agremiaciones rurales lideran procesos que, aparte de garantizar alimentos nutritivos y de calidad, contribuyen a la conservación de la agrobiodiversidad.
En el Valle de Sibundoy, el 80% de las familias campesinas de los municipios de Santiago, Colón, Sibundoy y San Francisco en el alto Putumayo han consagrado su vida a la agricultura. De ellas, Alexander Luna, profesional agropecuario e instructor del Servicio Nacional de Aprendizaje Sena, regional Putumayo, precisa que el 25% se dedica a la ganadería, mientras que el 50% se dedica a la siembra de frijol y el 25% restante a la explotación de especies menores.
De dichos hogares rurales, alrededor de 200 familias del municipio de Sibundoy se dedican a la siembra de frijol y en su mayoría aprovechan los desechos de la cosecha para la cría y comercialización de cuyes y aves de corral. Lo más interesante de dicha actividad es que quienes se dedican a la cría de gallinas y a la cuyicultura son campesinas emprendedoras que, a la vez, ejercen el rol de madres de familia.
En los 4 municipios predominan 4 agremiaciones campesinas, de las cuales hacen parte la Asociación de Ganaderos de San Francisco, la Asociación de Productores de Leche de Sibundoy, la Asociación de Ganaderos de Sibundoy y la Asociación de Ganaderos de Santiago y Colón.
La actividad productiva de mayor impacto para la región es la ganadera y, pese a los altibajos que ha venido sufriendo desde los años 90, se mantiene. Hace 3 décadas, producían alrededor de 70.000 litros diarios de leche y ahora en el Valle de Sibundoy esa cantidad oscila entre 24.000 y 25.000 litros diarios de leche.
Frente a la cuyicultura no hay un inventario animal real, sin embargo, estudios de las secretarías locales de agricultura estiman que en la economía rural predominan más del 50% de las mujeres que, a través de esa actividad pecuaria, aportan ingresos económicos a sus hogares.
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La laboriosidad de las mujeres rurales se expande por todos los territorios y por ello, en el municipio de Leguízamo, Candelaria Díaz también aprovecha sus parcelas para garantizar a su familia y a otros hogares del bajo Putumayo los alimentos básicos que necesitan. Por ejemplo, de los arbustos de Arazá o Guayaba Brasileña cosecha 4 veces al año 30 kilos de fruta, mientras que del Borojó obtiene 40 libras.
Para variar el menú nutricional de sus allegados, cuenta con 12 gallinas y a cada una de ellas las alimenta con maíz amarillo. Aunque está segura de que a cada una de ellas las distingue por su particular plumaje, también las llama por su nombre; siendo “Cucuruchita”, “Pepina” y “Requemada”; las aves que, junto a “Juanita”, “Lola”, “Perla” y “Nena”, ponen 2 docenas de huevos cada 3 días.
Las faenas de Candelaria inician en el campo a las 5:00 de la madrugada y, a sus 58 años de edad, se considera la campesina más afortunada de Leguízamo porque en sus parcelas obtiene todo lo que necesita para alimentarse y cuidar su salud.
Lombricultura y abono orgánico
En Tolima, un grupo de campesinos emprendedores promueve la agricultura sostenible a través de la lombricultura.
Hace 4 años en la vereda San Jorge Bajo del Cañón de Las Hermosas, en el municipio de Chaparral, nació el proyecto Humustol SAS, un emprendimiento familiar donde 4 mujeres y un hombre trabajan arduamente para fomentar la agricultura orgánica en las fincas de la región.
El trabajo que realiza Humustol es la transformación de la pulpa del café en abono orgánico, en este caso el humus de lombriz, ofreciéndolo en dos presentaciones: sólido y líquido, esto con el objetivo de reducir la contaminación de las fuentes de agua y suelos. Por otro lado, pretenden que el uso de abonos y fertilizantes orgánicos mejore las propiedades físicas y químicas para contribuir a su regeneración.
Ángela Álvarez, ingeniera agrónoma, fundadora de Humustol y promotora de esta alternativa amigable con el medio ambiente, tiene como objetivo capacitar a los agricultores sobre lombricultura.
"Desde su conocimiento, el campesinado puede generar estas alternativas y ojalá se le mida a la transformación de la agricultura en una actividad más sostenible", expresó la ingeniera al subrayar que los gobiernos locales y departamentales apoyen proyectos como estos.
Riqueza natural y paz
La región del Catatumbo en Norte de Santander es netamente rural. Son unos 250 mil habitantes en su mayoría campesinos que, a lo largo de la historia, han vivido entre las dinámicas de una región con riqueza natural pero que también ha sido afectada por el conflicto.
El interés por sacar adelante la región en los aspectos básicos que tienen que ver con la educación, salud y servicios básicos, además de clamar para que sea un territorio de paz, los campesinos han decidido organizarse para impulsar proyectos y jalonar recursos para mejorar sus condiciones de vida.
Es así como la región cuenta con la Asociación Campesina del Catatumbo Ascamcat, que tiene entre sus objetivos la defensa del territorio, el medio ambiente y el rescate de la cultura tradicional de la región. Por otro lado, la Asociación por la Unidad Campesina del Catatumbo Asuncat busca dignificar las condiciones de vida de los agricultores de la región.
Además, en los 11 municipios de la zona del Catatumbo se mueve el Movimiento Comunal Campesino, en el que los labriegos buscan hacer parte de las políticas públicas de sus municipios mediante las Juntas de Acción Comunal.
Todos esos movimientos apoyan la implementación del Acuerdo Final de Paz y se han convertido en voceros del territorio a través de la Emisora de Paz del municipio de Convención, donde en sus espacios dan a conocer todo lo relacionado con las acciones de resistencia para sacar adelante su tierra.
Candelaria Díaz, campesina putumayense a la que no le faltan las gallinas criollas. Fotos: Juan Miguel Narváez Eraso.
En sus parcelas, Candelaria Díaz cosecha 4 veces al año Arazá o Guayaba Brasilera.
En el campo leguizameño, Candelaria también disfruta del sabor del Borojó.
En Chaparral, Tolima, una familia campesina lidera la transformación de la pulpa del café en abono orgánico.