Datos oficiales de diversas entidades y organizaciones estiman que los hombres inician su actividad sexual a los 13 años y las mujeres a los 15, la mayoría de las veces sin protección ni planeación, lo cual puede desencadenar en afectaciones familiares, sociales, económicas y de salud.
De ahí la importancia de afrontar la sexualidad en adolescentes y jóvenes “como una dimensión de la vida que se inicia desde temprana edad, para la que se requiere apertura, conocimiento e información, con el objeto de lograr una vida sexual segura y satisfactoria,” indica Dolly Constanza Ardila Romero, doctora en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia.
En esta etapa vital, señala UNICEF, es primordial que adolescentes y jóvenes adquieran cuidados y hábitos saludables, y se les garantice el derecho a la información y el acceso a servicios de salud e insumos de prevención como la planificación familiar, herramienta fundamental frente a problemáticas como el embarazo adolescente, enfermedades de transmisión sexual, y paternidad y maternidad prematuras, entre otras.
“En Colombia, el manejo del acceso a la anticoncepción para los adolescentes y jóvenes ha estado permeado por mitos y creencias, por lo que es necesario permitirles acceder a métodos de planificación como una forma de entender su autonomía sobre su cuerpo, y como una manera actuar articuladamente en pro de lograr, entre otros, una mayor prevención del embarazo en la adolescencia”, dice Patricia Bojacá, directora poblacional de la Secretaría Distrital de Integración Social de Bogotá.
Una problemática sobre la cual, si bien el país ha visto disminuir las cifras, sigue siendo un asunto que demanda especial atención, pues como lo explica Bojacá, en Bogotá hay datos que aún preocupan: en lo corrido del 2022 se han presentado 68 casos de embarazos adolescentes, y nacimientos en niñas y adolescente entre los 10 y 14 años, cifra que aumentó comparada con el 2021 cuando se presentaron 61 casos, con las mayores afectaciones en las localidades de Ciudad Bolívar, Usme y Suba.
“Adicionalmente, tenemos 2.924 casos de nacimientos en adolescentes y jóvenes entre 15 y 19 años principalmente en las localidades de Ciudad Bolívar, Kennedy y Bosa. Tenemos también 294 casos de embarazo subsecuente en adolescentes, es decir, que una joven que ya tiene un hijo de dos años, inmediatamente queda embarazada otra vez, una situación dramática por lo que implica tener dos hijos a corta edad, por eso la importancia de trabajar en la anticoncepción y planificación familiar”, advierte la funcionaria.
Estrategia integral
Y aunque la mayoría de los y las adolescentes y jóvenes manifiestan conocer los métodos anticonceptivos, pocos los utilizan o no saben usarlos adecuadamente. De acuerdo con Ardila Romero, “ellos conocen la teoría de los mecanismos de planificación familiar, saben qué es un preservativo, que son los mecanismos hormonales, quirúrgicos, pero como el tema no se aborda desde la experiencia y desde un diálogo abierto con ellos, cometen errores y no saben cómo implementarlos”.
Una muestra de ello, lo expone Patricia Bojacá, quien comenta que solo el 10,5 % de los hombres jóvenes reporta haber hablado de anticoncepción con un profesional de la salud, lo que indica que muchos se informan a través de pares amigos o de la televisión, internet o películas, circunstancia que no garantiza la eficiencia de su uso, y puede derivar en una maternidad y paternidad temprana, un fenómeno que produce un impacto directo en las oportunidades de construcción de proyectos de vida de los adolescentes y jóvenes.
En aras de promover el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de adolescentes y jóvenes desde un enfoque diferencial y de género, la Secretaría de Integración Social de Bogotá desarrolla la iniciativa ‘Prevención de la maternidad y paternidad temprana’, que busca a través de procesos de formación, sensibilización e información de niños, niñas, adolescentes, jóvenes, familias, agentes de cambio y docentes, contribuir a la disminución del embarazo y de los nacimientos en niñas adolescentes y jóvenes, violencia sexual, matrimonio y embarazo infantil, y tratar temas como los mitos del amor romántico y de la sexualidad, autonomía reproductiva, toma de decisiones y rutas de atención, entre otros.
Algunos de los resultados preliminares de 2020 y 2021 presentados por la Secretaría de la Salud de Bogotá muestran una disminución en la maternidad y paternidad temprana así: en las adolescentes de 10 a 14 años, la tasa de fecundidad disminuye del 2020 al 2021, en un 14,17%, pasando de 0,8 a 0,6 nacimientos por 1.000 mujeres, destacándose el resultado de en la localidad de Ciudad Bolívar, donde disminuyó en un 2,11%, pasando de 1,5 a 1,4 nacimientos por 1.000 mujeres.
Mientras que en el grupo de 15 a 19 años de edad, hubo una disminución en el total de nacimientos, con una reducción en la tasa de 20,96%, pasando de 30,5 a 24,1 nacimientos por 1.000 mujeres. Durante 2022, con corte a 30 de junio, el programa ha atendido a 11.940 personas formadas e informadas en derechos sexuales y derechos reproductivos con enfoque diferencial y de género para la prevención de la maternidad y paternidad temprana.
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Cambio de paradigma
No obstante, también es primordial que haya una transformación social y cultural de los imaginarios asociados a la sexualidad, según explica Dolly Ardila Romero, doctora en Ciencias Humanas y Sociales de la UNAL, para quien el tema de la sexualidad en los colegios termina siendo un compendio de información fisiológica, morfológica, de cuidado y prevención, de riesgos, sin tener en cuenta también que los jóvenes experimentan placer.
Conforme con la experta, la educación sexual estaría desconociendo componentes como bienestar, erotismo o reconocimiento del cuerpo, por lo cual sería necesario desarrollar un proceso que considere las vivencias de los jóvenes con su entorno. “Más que enseñar las partes del cuerpo, contar los riesgos de un embarazo y las enfermedades de trasmisión sexual, hay que reconocer a los jóvenes como seres sexuados, que sienten curiosidad por conocer cómo funcionan sus partes íntimas y sienten atracción por el otro, y que en esa exploración les surgen preguntas”.
Advierte Ardila, que si no se da cabida a la experiencia de los estudiantes y entender que ellos disfrutan y sienten placer y que esta se desarrolla en cualquier contexto, especialmente en la escuela, la educación sexual que se les brinda es insuficiente e ineficiente y no permite que ellos comprendan ese despliegue de la sexualidad bajo el marco del respeto consigo mismo, con el otro, de una interacción sana, de aprender y construirse como ser humano.
“Es vital cambiar esa concepción de la educación sexual y de planificación familiar como un proceso relacionado solo con la prevención y el miedo, que tiene como única finalidad aplazar o evitar- a como dé lugar- la experiencia sexual de adolescentes y jóvenes. Uno ve proyectos de educación sexual muy bien estructurados, con objetivos, diagnósticos y estrategias, donde prima un acercamiento desde el punto de vista del adulto, para el que, además, muchas veces es un “horror” hablarles de métodos de planificación familiar porque eso es “alborotarles las ganas”, comenta Ardila.
La limitación, añade, es que no se habla del deseo, del placer, de la experiencia propia y del otro, y eso es lo que los estudiantes viven cada día en el contexto escolar: hablan de sexo, tienen relaciones sexuales, les incomoda la clase porque los profesores tratan de prevenir la relación sexual mientras que ellos la disfrutan, hablan abiertamente de su cuerpo entre ellos, por lo que para ellos no es suficiente abordar el tema solo desde una perspectiva médica y de prevención.
“Si este tipo de aproximación se hiciera de otra manera, con diálogos más abiertos y procesos de acompañamiento para una sexualidad integral, los jóvenes tendrían información pertinente, abierta y de calidad, y seguramente vivirían su sexualidad con bienestar y seguridad”, concluye Ardila.