Audry Alejandra Ríos Alvarado tiene 18 años, en la actualidad adelanta sus estudios de bachillerato y es una gran conocedora de la fauna de su municipio, Belén de los Andaquíes, en Caquetá.
Durante los últimos seis años de su vida ha participado del grupo de monitoreo ‘Semillas Protectoras de la Biodiversidad’. Una apuesta comunitaria que vincula a niños y jóvenes investigadores de la riqueza natural del territorio.
Aunque inicialmente asistía a los encuentros del grupo de manera involuntaria, ahora considera que esta ha sido una de las experiencias más significativas de su vida. Las primeras veces que participó lo hizo por cumplir con los deseos de su abuela, Luz Alvarado, una mujer con años de experiencia en temas ambientales.
“Al principio, uno entra siendo niña o ‘güipa’, como dicen por acá. Yo llegaba con mala cara o me la pasaba jugando y sin prestar atención. Sin embargo, con los años empecé a aprovechar la oportunidad de conocer personas, enseñanzas y experiencias", cuenta Audry.
Según ella, desde que ingresó no ha parado de aprender, por el contrario, cada vez adquiere nuevos conocimientos. Reconoce que ser investigadora en este grupo no solo le despertó el amor por la naturaleza y el territorio, sino que también la ayudó a ser una persona más segura y orgullosa de sí misma.
El Grupo de Monitoreo Semillas Protectoras de la Biodiversidad se creó cerca del año 2015 como una iniciativa de la Fundación Tierra Viva. De acuerdo con Silvia Ríos, una de las integrantes de la junta directiva de la organización, la idea de conformarlo nació de la necesidad de alejar a las infancias y juventudes de la problemática de las drogas.
“Este proyecto reúne dos propósitos. Uno es desde la parte científica y también busca arrebatarle los niños a los malos vicios. Por esa época en el municipio se vio un incremento en jóvenes que estaban cayendo en esa situación y con los monitoreos los invitamos es a que se apropien lo que tenemos”, explica la líder.
La apuesta comunitaria es apoyada por la organización Amazon Conservation Team Colombia, e inició con un grupo de 12 niños. Hoy son 22 entre los 6 y los 17 años, quienes acompañados por cinco adultos (tres cuidadores, una persona encargada del registro fotográfico y otra experta en biología), salen cada 15 días a explorar las reservas naturales de Belén de los Andaquíes.
Gracias al trabajo organizado de la sociedad civil, este municipio cuenta con un Sistema de Áreas Protegidas, conformado por 11 zonas con figura jurídica de conservación, motivo por el cual se declaró en 2013 como el primer municipio verde y protector del agua en Caquetá.
En los recorridos por las montañas de Belén, los jóvenes investigadores realizan tres tipos de monitoreo: de aves, de macroinvertebrados y de anfibios. Según Audry, ella ha adquirido experiencia en todos y ha podido tener cercanía con animales que no imaginaba.
“Una vez cogimos una babilla chiquita. Tuve muchos nervios. Con las ranas, por ejemplo, yo antes les huía y ahora cuando entran a la casa soy la encargada de sacarlas”, relata.
Por su parte, Adriana Lucía Suárez Ríos, de 9 años, resalta que, aunque ha participado en todos los tipos de monitoreo, su favorito es el de macroinvertebrados. No solo por la diversión de caminar juntos e ir a la quebrada, sino porque conocerlos les permite determinar la calidad del recurso hídrico.
“Dependiendo del tipo de macroinvertebrados que haya en la quebrada, así mismo se sabe si esa agua se puede consumir o no”, expone.
El preferido de Audry también es macroinvertebrados. De acuerdo con sus conocimientos, donde hacen presencia insectos denominados como ‘chinches patinadores’, ahí la calidad del agua es buena, pero si están las larvas de los zancudos, es un indicador de que es un líquido muy contaminado.
Matías Carabalí, a sus 8 años, expresa que los días de monitoreo son divertidos. Se alistan en casa y llegan a la Fundación Tierra Viva para recibir los materiales y las instrucciones de la salida. Pues antes de emprender la aventura se deben tener en cuenta varias recomendaciones.
“Tratar de no hacer ruido porque se espantan los animales. Así mismo, es mejor vestir de color verde o negro, pues el amarillo o el rojo los asustan”, señala Adriana.
En términos de seguridad es prudente que los niños tengan presente que la linterna no debe tener la luz intermitente ni infrarroja, pues en uno de los parques naturales donde hacen investigación existe una base militar y eso los podría poner en situación de riesgo.
Según Silvia, uno de los logros de este proceso ha sido sembrar amor por el territorio, para su defensa y conservación. En efecto, niños y jóvenes como Adriana Lucía, Matías y Audry manifiestan su admiración y compromiso por cuidar la riqueza natural que habita a su alrededor.
Audry sueña con estudiar medicina o biología y considera que el interés por esas dos profesiones ha crecido por su participación en el grupo Semillas.
Por su parte, Silvia anhela que cada vez sean más los niños que conozcan la fauna, la flora y toda la diversidad amazónica desde experiencias reales y no solo en la televisión, que comprendan su valor y la necesidad de protegerla.
Después de un largo cese de actividades por las implicaciones de la pandemia y del paro nacional, los jóvenes monitores comunitarios iniciarán salidas de campo en el mes de octubre.
Por ahora, con mucha emoción alistan toda su indumentaria: botas, chaleco, sombrero, guías, binoculares, cámaras y el espíritu explorador para emprender sus rutas en los próximos días.