Historias de progreso detrás de emprendedores desplazados por la violencia

Édgar Toloza, Evelia Durán y Luis José García, tres emprendedores que dejaron atrás el miedo del conflicto armado para mirar un nuevo futuro hacia adelante.

Por: Diego José Suárez - Radio Nacional Bucaramanga

En los zapatos de Édgar

Huyendo y con poca ropa en su maleta salió Édgar Toloza de su tierra. Quería salvar su vida por las permanentes amenazas que recibía de la guerrilla y los paramilitares por no querer pertenecer a uno u otro grupo. Era joven y los actores de la violencia querían reclutarlo.

“Yo soy desplazado de El Carmen de Chucurí (Santander) y en 1990 tuve que salir con dos muditas de ropa que fue lo único que pude recoger para salvar mi vida, no había otra alternativa”. Desde esa época el adolescente, que tenía apenas 16 años, tuvo que enfrentarse a la mole de cemento que representaba Bucaramanga y que le dio la oportunidad de rehacer su vida y enfrentar un futuro.

El joven Toloza arribó a la capital de Santander y empezó a trabajar como ayudante de construcción para sobrevivir. Años después en la fábrica de calzado de su hermana aprendió el arte de la zapatería y se desempeñó también como ayudante. Allí, luego de varios meses en medio de telas, cuero, hormas, pegantes, costuras y suelas adquirió los conocimientos que le permitieron independizarse.

Hoy tiene su propia fábrica llamada Luzgar, que funciona en el barrio La Cumbre en el municipio de Floridablanca. Junto con su esposa y tres empleados le ponen el alma y el corazón a la elaboración de zapatos deportivos para caballero y para niños. Édgar hace parte de un grupo de pequeños empresarios santandereanos apoyados por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y por Propaís, que buscan abrir nuevos mercados para sus productos. Todos tienen algo en común: una historia que los une como víctimas de la violencia en la región.

Evelia, de nunca coser, a elaborar bolsos y carteras

Habla rápido y con fuerza. Como buena santandereana es directa, sincera y responde con vehemencia cada pregunta que le hago. Evelia Durán de Sarmiento sufrió en carne propia la violencia que azotó a la capital cacaotera de Colombia. Corría la década de los 80 en San Vicente de Chucurí y la guerrilla de las Farc dominaba especialmente las zonas rurales de esa población.

Luego de 15 minutos de diálogo y por primera vez, se le quiebra la voz cuando recuerda la muerte de sus dos hermanos, el mismo día, a manos de la guerrilla. “Un día preparaba el desayuno para los obreros de la finca y me mandaron llamar a la vereda Tempestosa. Uno de los guerrilleros se bajó de un carro y me dijo: ¿Usted es la que está muy adolorida porque le matamos a sus hermanos? Yo me llené de mucha soberbia, no lo niego. Le dije que no tenían que haberlos asesinado amarrados y con torturas. Eso me llevó a salir con la mera ropita y con mis seis hijos porque mi esposo ya se había venido antes”, cuenta.

De esa época no olvida que el miedo era otro acompañante en la zona, que creció cuando llegaron los grupos paramilitares en la década de los 90. “Decíamos: ¿Cómo nos vamos? Porque solo teníamos la casita y no había plata. Pero cuando empezaron a meterse todos era una tortura muy grande. Eso era bala corrida por aquí y por allí, y muchas veces no podía uno salir ni a traer una mata de yuca”, recuerda.

Ya en Bucaramanga y luego de vender su finca para pagar la deuda que tenía con la entonces Caja Agraria, su historia ha dado un viraje de 180 grados, pues aprendió a elaborar bolsos gracias a la capacitación que obtuvo en el SENA, pese a que nunca había agarrado una máquina de coser. “En mi condición de desplazada recibí apoyo y me dieron cinco clases. Ahí aprendí a hacer cuatro bolsos y en adelante Dios me ha dado la sabiduría y ahora veo un bolso y digo lo voy a diseñar y lo hago. Yo tiro costura aunque no me quedan muy derechas, pero tiro costura”, asegura mientras suelta una carcajada.

Pese a que el sufrimiento de la vida le dejó dos preinfartos en 2014 y ahora la acompaña un marcapasos, dice que a sus 63 años se siente muy bien y está feliz porque en su primera rueda de negocios los bolsos que elabora cautivaron a varios empresarios de Cúcuta, Cali y Bogotá. Asegura que ahora sacará el registro de la Cámara de Comercio, para formalizar su pequeña empresa y seguir perfeccionando sus bolsos y carteras.

Las tortas y mantecadas de Luis José

Una noche de 1999 unos hombres armados llegaron a la casa de Luis José García en Barrancabermeja. Decididos a acabar con su vida y la de su esposa, les dijeron que tenían 24 horas para irse de la ciudad. Era la época de la fuerte presencia paramilitar y este hombre oriundo de Charalá, municipio santandereano conocido como la ‘Cuna de la Libertad de América’, anocheció pero no amaneció en su vivienda.

“No pudimos sacar nada, solo la ropa y nos vinimos para Bucaramanga con mi esposa y mis suegros. Dijeron que éramos informantes de la guerrilla y pese a las explicaciones dadas nos tuvimos que venir”, asegura, mientras recuerda que su venta de empanadas y arepas rellenas de pollo y de queso a varios colegios y cafeterías del puerto petrolero debió cancelarse abruptamente, luego de cuatro años.

Al llegar a Bucaramanga tuvo que empezar a rebuscarse vendiendo rifas mientras su compañera sentimental probó suerte en una panadería. Las dificultades que genera el desplazamiento por la violencia los ubicaron en un asentamiento humano, que debieron abandonar por la inseguridad, el ruido y el desorden de los vecinos. En la capital santandereana también le apostaron a las empanadas, que no duró mucho debido a la fuerte competencia en este tipo de comidas.

Fue entonces cuando los golpes de la vida parecía que se quedaban atrás y se presentó una oportunidad que hoy los tiene entusiasmados a Luis José y a su esposa. “Gracias a Dios están pegando las mantecadas y la torta de arequipe, y hace poco empezamos con la de queso conocida como ‘cheesecake’, nos ha tocado duro, pero poco a poco nos están conociendo”, asegura, mientras agradece al señor que hace unos años les enseñó los secretos de estos productos que de forma juiciosa han tratado de mejorar.

Mientras hablamos con este hombre de 47 años y con su hermana Laura, quien le acompaña en la comercialización de sus productos, llegaron alrededor de 12 personas a comprarles. Por la cara de satisfacción de los clientes se ve que la fórmula de estos charaleños es exitosa y bien recibida.

Luis José, el segundo de los 13 hermanos García, quiere seguir aprendiendo a entregar cada día un gran producto, es por eso que se propuso mejorar el empaque de sus tortas y mantecadas.

ETIQUETAS