La historia que dio vida al clásico ‘La custodia de Badillo’

<p style="text-align: justify;"><img alt="En unas pocas estrofas, el juglar vallenato sintetizó el cambiazo de la reliquia colonial del pueblo, dejando por sentado el sospechoso, un ‘ratero honrado’. Foto: Laura Ramírez." height="960" src="https://rtvc-assets-radionacional-v2.s3.amazonaws.com/s3fs-public/image…; width="1280" /></p>

<p style="text-align: justify;"><strong>Por:</strong> Laura Ramírez. </p>

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Por: Laura Ramírez.

Rafael Escalona tuvo el don de convertir hechos de la cotidianidad en ingeniosas letras musicales. Gracias al juglar, la anécdota del robo de la custodia de Badillo quedó inmortalizada en la historia nacional.

En sus letras Escalona recoge de manera magistral la inconformidad que tenían los molestos habitantes del poblado de Badillo, al ver que la custodia, una pieza de ornamentación del templo católico, fue robada.

En unas pocas estrofas, el juglar vallenato sintetizó el cambiazo de la reliquia colonial del pueblo, dejando por sentado el sospechoso, un ‘ratero honrado’, como él mismo llamó al sacerdote Lorenzo de Arboraya. Un fraile capuchino que luego del robo salió acosado por los coros que hacia los pobladores cada vez que los veían pasar.

Según cuenta la historia, para las fiestas de San Rafael, el padre Arboraya, recién llegado al pueblo de Badillo, pidió que le entregaran los ornamentos sagrados que permanecían en la casa de Gregorio Díaz.

Quien se los entregó al cura, manifestó que el religioso al ver el mal estado en que lo encontró, decidió enviar la pieza a una orfebrería en Bogotá, sin embargo, los habitantes del pueblo cesarense afirmaron que el que llegó no fue el mismos que salió.

En su libro ‘Rafael Escalona, el hombre y el mito’, Consuelo Araujonoguera dedica varias páginas a reconstruir la historia de la desaparición de la custodia. En sus textos describe que la pieza sagrada se confundió entre los paquetes de envíos del religioso y terminó en Popayán.

Dada la demora en la entrega de la joya, los habitantes de Badillo comenzaron a protestar ante el Alcalde y el palacio del obispo en Valledupar.

Para Mariaruth Mosquera, periodista e investigadora cultural, en las composiciones de los grandes juglares del vallenato hay realidad y hay ficción.

“Las letras que adornan las canciones de los juglares pueden recurrir a elementos que no son reales. Hace mucho tiempo se me ocurrió buscar ‘La custodia de Badillo’ y el gran mito sobre el robo de esta. En esa búsqueda, encontré que en verdad la custodia nunca se perdió, lo que desapareció fue el cáliz. Lo que a mí me contó el padre Becerra es que de pronto el cáliz no era algo que pegara muy bien, era más sonoro ‘La custodia de Badillo’, de ahí la composición de Rafael Escalona”, comenta Mariaruth.

Si bien es cierto que al escuchar la canción del patillalero se escucha de manera repetitiva ‘La custodia’, al final de la composición hay un verso que dice: “Y al que se ha robado el cáliz, nadita le han hecho”. Para Mariaruth, la custodia sigue en Badillo, mientras que el cáliz desapareció.

Esta teoría se corrobora al escuchar el relato de doña Delfina Guerra, para ella, Escalona usó en sus letras la custodia como una forma de facilitar su composición.

“El cáliz si fue cambiado. De señorita yo tuve el original en mis manos cuando se le hacía aseo a la iglesia. Nuestro cáliz era lindo, era de puro oro, el que nos dejaron era más grande y pesaba menos que el original, por eso la composición dice ‘no tiene el mismo tamaño ni pesa lo mismo’ ”, comenta doña Delfina Guerra.

Escuche aquí la crónica de Deysa Rayo para Travesías de acordeón:

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