El oficio de la talabartería, ¿a punto de desaparecer?

A mediados del siglo XX los talabarteros o también conocidos como guarnicioneros, empezaron a verse afectados por la creciente industrialización.

Paula Cuy

El arte de la talabartería existe desde tiempos inmemoriales cuando el hombre se valía del cuero para su protección, y luego vio en este el proceso de curtido para transformarlo, de ahí aumentó la necesidad de suplir la vestimenta, el calzado, los medios de conservación, y el utillaje relacionado con los elementos de los llaneros campesinos.

En Colombia inició este oficio cuando el transporte de los campesinos era a caballo y mula durante largas jornadas de viaje, cuando debían utilizar las monturas, por lo que esta actividad tomó fuerza, y se reflejó no solo en la calidad de los productos, sino en la finura del trabajo que se empezó a realizar.

“El oficio del talabartero se deriva del contexto ganadero, cuando en los años 80, en las actividades del llanero, pedían construir monturas, galapos, badanas, bridas y correas que hacían que el hombre se dedicará a este oficio digno del cuero”, cuenta Ceferino Tejedor Preciado, uno de los talabarteros más antiguos de Villavicencio y, que hoy en día, es uno de los pocos que continúa ejerciendo este oficio.

Ceferino, de 87 años de edad, resalta que, durante sus inicios, en la talabartería se unieron los tejidos de lana para gualdrapas, pellones, tapetes y adornos que giran alrededor del cuero, los cuales permitieron que los talabarteros lograran evolucionar y trabajar al lado del herrero, convirtiéndose esta actividad en toda una tradición artesanal en Colombia.

“Toda la vida me he dedicado a esto, yo no sé hacer nada más que solo esto, trabajar con el cuero, prácticamente desde muy niño”, expresó.

Así como Ceferino Tejedor, Juan Corredor también es uno de los muchos artesanos que ha dedicado gran parte de su vida a la talabartería; y son pioneros de este oficio en el Meta, y aunque aún conservan el conocimiento y el trabajo con el cuero, consideran que este oficio se ha extinguido.

“Durante una buena temporada, en el local de un talabartero se podía vender 100 o 200 sillas aperadas completamente, lo que ahora es difícil porque las ganaderías pasaban a pie y ya después de un tiempo eso se acabó”, expresó Juan Corredor.

A mediados del siglo XX los talabarteros o también conocidos como guarnicioneros, empezaron a verse afectados por la creciente industrialización, al ver como los tractores y moto cargueros empezaban a reemplazar el trabajo que realizaba el llanero a caballo, por lo que muchos abandonaron la profesión por la falta de demanda hacia los productos fabricados en cuero.

“En las talabarterías tenemos dos elementos bien importantes, primero, el talabartero y segundo el oficio de la talabartería, hoy prácticamente desaparecido”, indicó Nancy Espinel, antropóloga e historiadora del Meta, quien hace referencia a una de las calles más antiguas de Villavicencio y que hoy se conoce como la calle de las talabarterías.

Para Nancy Espinel, hoy en día el valor hacia el talabartero se ha ido perdiendo y se encuentra en un permanente evolución creativa que les ha enseñado a diversificar los productos, de acuerdo a las necesidades y exigencias de la sociedad actual.

“Como tal, las talabarterías han ido desapareciendo y si hacemos un registro hoy en día, por ejemplo en Villavicencio, vamos a encontrar que muchas de ellas han mutado en marroquinerías, cafeterías o restaurantes”, concluyó.

Finalmente, y según el libro ‘Centro de Historia de Villavicencio’ ubicado en la Biblioteca Germán Arciniegas, la talabartería es una de las artesanías tradicionales que todavía permanecen en las ciudades de Colombia, sin embargo, la evolución del transporte y la tecnología ha hecho que este arte esté en vía de extinción.