Hecho en Tunja: propuestas musicales nacidas en el altiplano

Celebramos los 483 años de su fundación con un panorama sonoro que incluye algunos proyectos musicales que han surgido en las alturas gélidas de la Ciudad Universitaria.

Luis Daniel Vega

En su paradigmática obra ‘Historia de la música en Colombia’ (1938), el presbítero bogotano José Ignacio Perdomo Escobar resalta que durante la colonia y hasta finales del siglo XIX, Tunja fue un importante epicentro musical de marcada tendencia nacionalista, pero también heredero de las tradiciones sonoras religiosas y el arte europeo.

Menciona, entre otros asuntos extraordinarios, que Juan de Castellanos era diestro en los oficios del canto de órgano y que en la ciudad «(…) se cultivó el arte de la elaboración de instrumentos musicales: órganos como el de Sora, que clama por su restauración, arpas, violas pomposas, vihuelones, clavicordios».

Señala, por otro lado, que la mística sor Francisca Josefa del Castillo era hábil organista; distingue al compositor don Ismael Posada Posada y reseña al profesor Carlos M. Torres, quien, además de componer sinfonías –una de ellas interpretada en 1878 por la Banda del Estado Soberano de Boyacá cuando se colocó la primera piedra del monumento en el Puente de Boyacá-, publicó al año siguiente un libro cuyo simpático título no deja de ser curioso: ‘Teoría de la música al alcance de todas las inteligencias’.

Bien entrado el siglo XX las prácticas sonoras tunjanas, ancladas en dichas costumbres, se arraigaron en eventos y entidades como el Instituto de Bellas Artes (1952), la Escuela de Música –dirigida por el padre alemán José Móser-, el Conservatorio de Música de Tunja (1956), la Semana Internacional de la Cultura –instaurada en 1973 por Gustavo Mateus y hoy convertida en el Festival Internacional de la Cultura-, y la Escuela Superior de Música de Tunja, esta última, atrapada en la ficción autobiográfica del escritor Pablo Montoya, quien le rindió homenaje a la ciudad y a la histórica institución educativa con la novela titulada ‘La Escuela de música’ (2018).

Con el pasar de los años, la música en Tunja se ha diversificado. Con la aparición en los sesenta de Los Dangers y Los Duendes –dos agrupaciones pioneras en el rock y los sonidos tropicales- hasta la consolidación de la ciudad como un semillero de agrupaciones de metal y punk, el escenario es variopinto y saludable. Celebramos los 483 años de su fundación con un panorama sonoro que incluye algunos proyectos musicales que han surgido allí, en las alturas gélidas de la Ciudad Universitaria.

Grupo San Miguelito

Siendo estudiantes de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), en 2006 los hermanos Edwin, Fernando y Efraín Albarracín Barón fundaron la agrupación San Miguelito. Lo que en un principio era divertimento carranguero, a partir de ‘Por retenerte’, su segunda grabación, mutó a un estilo deliberadamente tropical con claras influencias del rock. Hasta el momento han publicado cuatro grabaciones, la última de ellas producida por Luis Ángel “el Papa” Pastor, bajista de La Provincia.

Palos y Cuerdas

En la década de los noventa los rígidos pilares de la música instrumental andina en Colombia se estremecieron gracias a una nueva generación de intérpretes y compositores dentro de los que se destacan los integrantes de Palos y Cuerdas. Conformado por los hermanos Lucas, Daniel y Diego Saboya –quienes se iniciaron en la célebre Escuela Superior de Música de Tunja-, el trío nació en 1995 cuando debutaron con el disco ‘Reflejos’, al que le siguió Pa´los tres’ (2002), ‘Camaleonte’ (2006) y ‘Suites’, ‘La Música de Agustín Barrios, Antonio Lauro y Gentil Montaña’ (2013) y ‘Bimhuis: Live in Amsterdam’ (2019). Han pasado más de 25 años desde su conformación y el trío Palos y Cuerdas sigue siendo un referente de la vanguardia en la música andina colombiana.

Daniel Castillo

Más que cantautor, Daniel Castillo se define como compositor de canciones. Las de su propia inspiración las empezó a cantar hace un lustro en Tunja. Perteneciente a una generación que ha crecido entre Edson Velandia y Marta Gómez, Daniel entona la ambigüedad de los amores y trasluce su desencanto existencial a través de bondadosos versos. Precisamente con la cantautora grabó “La ventana”, una canción optimista que, a pesar de las circunstancias, presagia tiempos sosegados.

Nasa Histories

Con la aparición de Monsieur Periné, un nuevo estilo de pop alternativo se afianzó en el panorama de la música local: el “suin a la colombiana”. Mezcla de jazz manoche, sonoridades gitanas, caribeñas y brasileras, esta influencia atraviesa la propuesta de Nasa Histories, agrupación tunjana nacida en 2015. Cinco años después el grupo debutó con ‘Aquellas historias’, disco publicado por Mochila Music, una discográfica que, a propósito, le ha apostado al talento del departamento. Vale la pena resaltar el trabajo audiovisual en el que la banda privilegia el paisaje y la arquitectura boyacenses.

Tricófero de Barro

Una de las agrupaciones emblemáticas del rock tunjano fue Salida de Emergencia cuyo baterista fue Miguel Leguizamón, otro alumno destacado de la Escuela Superior de Música de Tunja. Años después, bautizado como Kent Moré, regresó a su natal Socha y le dio vida a un género bautizado por el como “raspa dark”. Aludiendo al término peyorativo con el que se denominó cierta variación de la cumbia –y en general toda la música costeña- interpretada por músicos interinos en la década de los sesenta, Tricófero de Barro mezcla humor siniestro, desparpajo tropical y letras tan mordaces como metafísicas.

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