Pasar al contenido principal
CERRAR

Barranquilla una ciudad con identidad salsera

En Barranquilla la salsa se concentró y difundió gracias a los jóvenes de clase media y sectores populares aburridos del porro de salón, del sonido alegre del merecumbé sin resonancias espirituales sobre ellos.
Barranquilla una ciudad con identidad salsera
Ricardo Pérez.
Diana Ortega

“Barranquillero que goza arrebata'o, barranquillero. Es tiempo de tributar un homenaje sincero, al bailador barranquillero. Por ser este muy singular, pues si sabe disfrutar de la rumba como nadie, y no hay quien le tumbe el plante cuando se trata de gozar”.

Así empieza la composición Barranquillero Arrebatao de Fruko y sus Tesos con Wilson Saoco. Esa que describe la forma en el que los propios de la 'Arenosa’ disfrutan la buena música, los que aprovechan cada melodía para demostrar que tienen dotes de buenos bailarines, pero aún más conocedores de la buena salsa. 

Y es que según Juan Carlos Tarazona, salsero, juniorista, coleccionista y vendedor de discos, Barranquilla es una de las principales ciudades de salsa aquí en Colombia después de Cali. 

“Aquí la salsa llegó por medio de los barcos. Me cuenta un amigo mío el señor Idelfonso Vivero que el primer disco que llegó aquí se lo trajeron a él por medio de un barco y él lo llevó al estadero La 100 y El Boricua aquí en Barranquilla, allí sonaron los primeros discos de Héctor Lavoe”, dice Juan Carlos, sentado en un banco rodeado de los discos que vende en la Galería Sredni en el centro.

El docente investigador Carlos Ramos, explica que la música antillana entró a Barranquilla por dos circunstancias. La ubicación geográfica es una de ellas, porque al ser una ciudad portuaria sus relaciones comerciales con las Antillas, Estados Unidos especialmente Nueva York y con Europa se hacían a través de esta zona de Colombia. 

Con la llegada de los barcos, la gente de los barrios cercanos al centro de la ciudad en ese entonces empezaron a trabajar en el puerto, fue así como empezó el intercambio de discos.

“Esa relaciones hacían que estos portuarios, muchos de ellos vaporinos que salían a navegar en los barcos hacia las Antillas y Nueva York, otros que se quedaban en tierra, comenzaron a intercambiar música.  Te dan los acetatos de las producciones discográficas de Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y de Estados Unidos, especialmente Nueva York, y las que llevaban para su casa tenían sus equipos de sonido, pero también la intercambiaban o canjeaban con los bares de la calle 30”, agrega el docente Carlos Ramos. 

Anota que los canjes se extendieron hasta una tiendecita que quedaba en la calle 29, barrio San Roque, con la carrera 25 frente al Estadio Moderno, conocido como La 100, un estadero propiedad de Ralphy Figueroa. Allí se comenzó a acumular una gran cantidad de música antillana, posteriormente salsa y después comenzó también ampliar el sonido de sus equipos al de los picós.

Adlay Stevenson, en su libro Barranquilla y el desarrollo histórico de sus músicas, narra:

“La salsa durante buena parte de la década de los 60 era conocida en Barranquilla con el nombre de música antillana. Su esquema de difusión consistió en agrupar al sector social de seguidores de la música cubana y sus diversas variantes -son, guaguancó, guaracha, mambo- a través de los aparatos de sonido denominados picós cuyo rango de actuación eran en bailes populares barriales y en las llamadas verbenas de precarnaval y carnaval. Algunos de estos aparatos encontraron una sede en donde la molienda de música, sólo para hombres, era la de salsa producidas por las empresas Tico, Alegre, Fania, todas con sede en New York, Estados Unidos, que se convirtió en la capital de todo este movimiento”.  

También expone Adlay Stevenson que en Barranquilla la salsa se concentró y difundió gracias a los jóvenes de clase media y sectores populares aburridos del porro de salón, del sonido alegre del merecumbé sin resonancias espirituales sobre ellos.

Barranquilla, concentra fanáticos de la salsa en sitios emblemáticos como La Troja, La Estación, A-Gosalsa, Apolo 8, El Taboga, entre otros. Sin embargo, las nuevas sonoridades han ganado espacio en estos templos de la música que mantienen la tradición salsera bajo el sonido bestial de un buen picó. 

Juan Carlos Tarazona lo reafirma “el disco se baila de acuerdo al tema que que esté sonando, ya sea una descarga, sea una guaracha, sea un boogaloo, sea un pregón, son montuno, de acuerdo al ritmo de salsa se hacen los pasos, ya me entiendes”.

Artículos Player