Resistencias: quince años del cuarteto de Ricardo Gallo

Luego de un semestre en la carrera de Ingeniería Eléctrica, el bogotano Ricardo Gallo decidió dedicarse al jazz.

Por: Luis Daniel Vega.

Luego de un semestre en la carrera de Ingeniería Eléctrica, el bogotano Ricardo Gallo decidió dedicarse al jazz influenciado por el sonido disidente de Gonzalo Rubalcaba. Sus primeras incursiones como pianista están registradas en ‘Canto mestizo’ (2004) del saxofonista Pacho Dávila y en ‘La revuelta’ (2004), el disco debut de la agrupación Asdrubal. Meses después, junto al contrabajista Juan Manuel Toro, el baterista Jorge Sepúlveda y el percusionista Juan David Castaño, conformó un cuarteto que tras quince años de actividad sobresale como la agrupación más longeva y prolífica de la historia reciente del jazz en Colombia.

A pesar de los éxodos personales, las distancias, el hastío y, sobretodo, la indiferencia, han sabido mantener intacto el fuego. Celebramos tres lustros de terquedad y constancia a través de cinco composiciones incluidas en cada uno de los discos que el cuarteto ha grabado entre 2005 y 2018.

‘Bambuco de la orilla’

El 10 de agosto de 2005 se grabó el disco con el que se dio a conocer el cuarteto de Ricardo Gallo. A propósito de ‘Los cerros testigos’ (2005), el pianista escribió en aquellos fulgurantes días: “La música que proponemos se basa en la comunicación, la tolerancia, la amistad, y oscila entre la libertad y el orden (valga la coincidencia). Esta música está dedicada a mi ciudad Bogotá, que ha sido mi estímulo, mi origen, el lugar de re-encuentro”. De ese disco, que quince años después se escucha como un pacto de retorno, brilla ‘Bambuco de la orilla’, una nostálgica composición en la que se confunden las dos vertientes del bambuco: tanto el de las montañas andinas como el de las selvas del Pacífico.

‘Esto es un paseo’

Instalado en Nueva York, Ricardo Gallo empezó a trabajar en un nuevo álbum que, como su nombre lo indica, es una tela tejida con hilos de muchos colores y calibres. La columna vertebral de ‘Urdimbres y marañas’ (2007) es la exploración rítmica. Si bien las fuentes primarias son evidentes, el resultado es una tradición atemporal, inédita y retadora. Al respecto dice el pianista: “Una verdadera tradición cambia con el tiempo y así se mantiene viva. De la misma manera, nosotros también cambiamos e imaginamos nuestra nueva “tradición” que consiste en esa creación, esa búsqueda, y esa interacción entre sus diversos artífices”. En la segunda grabación del cuarteto aparece ‘Esto es un paseo’, juguetona abstracción del tenue aire vallenato en la que se destaca el sonido eléctrico del rhodes.

‘Bailemesta’

En las notas interiores de Resistencias (2010), su tercer disco con el cuarteto, Ricardo Gallo escribió: “Sugerimos una resistencia a las categorías, una resistencia a las limitaciones de la escena frente a nuevas propuestas, una resistencia a la invasión mediática, una resistencia a la idea que el desarrollo individual se opone al desarrollo colectivo”. Frente a este manifiesto, el periodista español Pachi Tapiz del portal Tomajazz le preguntó qué motivaba aquellas “resistencias”. La réplica del pianista revela insatisfacción: «Estos pronunciamientos son el resultado de un contexto. En Colombia hemos tenido y seguimos teniendo que insistir mucho para hacer que se escuche y se valore nuestra música. Cuando uso la primera persona en plural me refiero no solo a mi grupo, sino también a otros proyectos de mis compañeros, y por extensión a otros músicos asociados. Quizás esto ha cambiado un poco, pero no lo suficiente». La conjura a su descontento es el demoledor ritmo de ‘Bailemesta’, pieza en la que se filtra el levanta polvo, uno de los aires propios de la chirimía chocoana.

‘Aterrizando una vez más’

Grabada en vivo el 5 de septiembre de 2012 en el Festival Internacional de Jazz del Teatro Libre de Bogotá, ‘Tribu del asfalto’ (2013) es una declaración de principios estéticos y, no sobra decirlo, políticos. “Acá en esta desenfrenada ciudad –afirma con vehemencia el pianista-, tratamos de vivir y crear desde nuestra propia lógica, inclusive si vamos en contra de lo que dicta la avalancha mediática. Me gusta la idea de la música más como un rito que como arte, donde intentamos crear un momento que nos envuelve a los presentes y no estamos preocupados por las categorías, aun cuando grabamos este disco en un festival de jazz”. Resultan esclarecedoras sus palabras cuando nos enfrentamos a un híbrido sonoro difícil de etiquetar. Más allá de la aséptica coerción del estudio, acá hay liberación, silencios y energía telepática atomizada como sucede en la melancólica ‘Aterrizando una vez más’.

‘Teatralidad’

El 6 de septiembre de 2015 el grupo se reunió en la cálida sala de conciertos Juan Segundo Parra en Bogotá y grabaron el material que años más tarde haría parte de ‘En tránsito’ (2018). Concebida como una suite –elástica e intuitiva, a la manera de algunas obras de Duke Ellington y Henry Threadgill- este disco está construido sobre la idea de que el jazz, la improvisación libre y la música de cámara se cruzan en un punto equidistante. De las seis piezas que componen la quinta grabación del cuarteto resaltamos ‘Teatralidad’, cuya enrevesada estructura rítmica soporta vaporosas melodías y alusiones encubiertas de algunas músicas raizales colombianas.

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