El defensor que tras las rejas unió a los presos en la ‘Guantánamo’ de Colombia

<p align="center" style="text-align: justify;"><b style="font-size: 13.008px;">Por:</b><a href="https://twitter.com/Loreprensa" target="_blank" rel="noopener noreferrer"><span style="font-size: 13.008px;"> Lorena Vega</span></a></p>

<p style="text-align: justify;">En una celda de la cárcel Doña Juana de La Dorada (Caldas), el exsoldado Fabián Castillo Martínez pasa sus días redactando tutelas, denuncias y derechos de petición. También organiza huelgas de hambre y jornadas de desobediencia con la esperanza de reducir la violación de los derechos humanos por parte de la guardia.</p>

Por: Lorena Vega

En una celda de la cárcel Doña Juana de La Dorada (Caldas), el exsoldado Fabián Castillo Martínez pasa sus días redactando tutelas, denuncias y derechos de petición. También organiza huelgas de hambre y jornadas de desobediencia con la esperanza de reducir la violación de los derechos humanos por parte de la guardia.

Desde que llegó a la prisión, el 7 de enero de 2014, Fabián emprendió una lucha contra la tortura física y psicológica a la que eran sometidos los reclusos del penal, que años atrás se ganó el apodo de la ‘Guantánamo’ de Colombia, en alusión a la prisión estadounidense, famosa por las denuncias de agresión a los sospechosos de terrorismo detenidos tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York.

“En las noches, los guardias entraban a las celdas, roseaban gas pimienta y paleaban a los internos porque así se les daba. Los esposaban y les echaban gas, totalmente desnudos. Eso se llama una tortura”, cuenta el exsoldado.

Fabián enfrenta una condena de 20 años de prisión por hurto y porte ilegal de armas desde hace seis años, cuando se vio involucrado en un episodio de robo a un comerciante, mientras era escolta del entonces alcalde de Calarcá (Quindío). Pese que a los tribunales lo condenaron, el exsoldado insiste en declararse inocente.

Sus allegados no entienden las razones por las cuales se encuentra en un régimen de alta seguridad, en una prisión localizada a seis horas de Armenia, donde se encuentran sus tres hijos, compartiendo patio con asesinos, violadores y otros internos peligrosos.

Sin embargo, la lucha por los derechos humanos lo llevó a establecer alianzas con quienes alguna vez fueron guerrilleros, paramilitares o delincuentes comunes. Con ellos creó el Comité de Paz y Reconciliación de la Población Privada de la Libertad, un movimiento que, desde la cárcel de La Dorada, ha mejorado la calidad de vida de los reclusos.

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