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CERRAR

Claudio Romero, el mago de los emprendimientos en una cárcel de Barranquilla

Hace tres años empezó a motivar a otros internos para organizar proyectos productivos en el centro carcelario, desde huertas hasta carpintería.
Rodolfo Rodríguez

Claudio Romero lleva 6 años en la Cárcel Distrital El Bosque, de Barranquilla y es considerado por sus compañeros como el mago del emprendimiento. Está a cargo de coordinar la granja y está pendiente de los proyectos productivos que tienen en el centro de reclusión.

Al escuchar el remoquete, el señor Romero se ríe, dice que solo colabora mucho, que echa para adelante, para trabajar y descontar junto a la población carcelaria su pena.

El primer emprendimiento surgió para aprovechar un solar muy amplio que existe en la parte de atrás de las canchas de fútbol y básquet.

“Empezamos a pensar en proyectos con las directivas de la cárcel. Iniciamos con uno avícola, un vivero, siembras frutales. Eso lo comenzamos hacer tres años”.

Agrega que tenían unas gallinitas, mal organizadas y con un grupo de compañeros, ampliaron los galpones, trajeron más gallinas y ordenaron todo.

“Tenemos 800 gallinas ponedoras. Se recogen de 16 a 18 canastillas de huevo o cubetas, cada una de 30. Comenzamos el emprendimiento con 100 gallinitas, pero ya hemos cambiado porque tienen un ciclo de producción”, nos cuenta.


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Carlos explica que las gallinas tienen una postura de 14 meses, cuando cumplen ese tiempo se cambian, se venden para consumo y se piden gallinas nuevas.

“Los huevos son para consumo en el mismo establecimiento y cuando quedan algunos se sacan a la venta. Quienes llegan el día de visita se llevan su cubetica porque la compran a precios económicos,” relata el señor Romero.

Del total de canastillas de huevos, cuatro o cinco son las que se venden a los visitantes, porque la panadería de la cárcel se consume el resto.

Las cubetas de huevo tienen un valor entre 16 o 17 mil pesos, porque como en el resto del país, el alimento para las gallinas ha subido mucho de precio.

“Hace tres años el alimento se compraba a 60 mil o 65 mil pesos y ahora hemos pagado hasta 105 mil pesos el bulto de concentrado”, expresa. 

Otros emprendimientos

En su recorrido por el solar, Carlos Romero indica que tienen un proyecto de codornices, también ponedoras, el cual iniciaron hace 6 meses con 50, hoy tienen 150 y aspiran, en un par de meses, a tener mil.
Expresa que los proyectos productivos les permiten distraer la mente, trabajar y les representan un descuento a la pena por el delito cometido.

Además de las iniciativas avícolas, se dedicaron a la siembra de frutales, por ejemplo, ají topito que se consume mucho en la costa.  Ahora tienen unas 300 matas y un semillero con el cual buscan sembrar unas mil matas más.

Con orgullo dice que es campesino, de Boyacá, y es quien dirige, enseña y organiza a los demás internos porque él sabe cómo se trabaja la huerta.

“Tenemos frutales, tenemos guayaba roja, guayaba blanca, guanábana, aguacate, unas maticas pequeñas de limón, mango manzano, de chupa, de hilaza, entre otras variedades”, anota el señor Romero.

Los excedentes de la producción de la finca, -como la llama Carlos-, se comercializan en el programa distrital de Mercado a tu Barrio, que cada semana, ubica puntos en diferentes sectores de Barranquilla. 

Son 22 internos quienes participan en los emprendimientos en la cárcel, teniendo en cuenta sus capacidades y voluntad para trabajar. 

Dos en lavandería, dos en la parte avícola, dos en codornices, dos en mantenimiento de las canchas, dos en viveros, tres en ornamentación, tres en talleres de mecánica y los restantes en carpintería.

“La carpintería está ubicada en una esquina de la finca. Aquí se hace lo que se necesita en la cárcel y trabajos que alguien contrate. En este proyecto trabajan seis muchachos”, manifiesta Romero. 

Carlos Romero fue condenado a 128 meses, de los cuales lleva más de 6 años en la cárcel. Tiempo que le permite decir que se debe evitar caer en esas circunstancias, porque estar en un centro de reclusión es una de las cosas más difíciles de la vida, además, de dejar a la familia sola. 

Exhorta a quienes lo escuchan y a quienes leen esta historia que, por favor, hagan las cosas bien, eviten las cosas malas porque pagar una pena es muy difícil y hay muchas formas de trabajar para no delinquir.
Una vez salga de la cárcel tiene previsto volver a su tierra, a Boyacá.

“Soy un emprendedor, mi papá tiene unas finquitas. Me regreso para allá, para volver a empezar de nuevo, a poner en práctica lo que aprendí aquí en la cárcel.  El director, coronel en retiro Javier Arias, no dio la oportunidad de aprender. Esto ha cambiado mucho, esto es un aprendizaje, para la vida”, expresa.

Cuando se vaya de Barranquilla se lleva el cariño y la oportunidad que le brindó la gente, que lo acogió en medio de sus circunstancias. Su plan es volver a casa y a la tierrita que extraña cada día y noche.

“La tierra de uno es de uno. Uno pasea por todos lados, pero siempre la tierrita lo jala. Por ejemplo, como extraño la papa, porque casi no nos traen papita, solo yuca y ñame.”

En medio de risas, apunta, que si el clima en Barranquilla lo permitiera hubiera sembrado papa. Ahora le dice a su familia que los quiere mucho, qué espera pronto estar allá para empezar una nueva vida porque sale resocializado, gracias a Dios. 

Carlos Ramos se despide agradeciendo la conversación, señala que solo quiere pagar por el delito cometido, el cual no menciona, y reitera que quiere hacer una nueva vida.

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