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A las puertas del Ártico, un mundo que se tambalea y que cada vez cuesta más reconocer

Tanto en verano como en invierno, Daley recorre esta región conocida por sus auroras boreales, donde abundan las rocas, el musgo y los bosques de abetos negros.
Calentamiento global en el ártico canadiense, en Churchill
FOTO AFP/ OLIVIER MORIN
Marion THIBAUT / AFP

David Daley, un criador de perros de trineo, vive a las puertas del Ártico canadiense, en un mundo que cada vez le cuesta más reconocer. "Toda la devastación que le estamos causando, nuestro planeta, la Madre Tierra, nos castigará", dice.

Churchill, la ciudad natal de Daley, es un asentamiento aislado en la costa de la Bahía de Hudson, donde el calentamiento global es tres veces más rápido que en otras partes del mundo y donde el hielo marino está desapareciendo gradualmente.

Como sus antepasados del pueblo Métis, uno de los tres grupos indígenas de Canadá, este abuelo de 59 años vive en comunión con la naturaleza rodeado de sus 46 perros, justo donde termina la tundra y comienza el bosque boreal.

Pero cada año teme la llegada cada vez más tardía de la nieve. "Mis perros están esperando el invierno, como todos nosotros", dice. "Esto es como una cultura que se está muriendo".

Tanto en verano como en invierno, Daley recorre esta región conocida por sus auroras boreales, donde abundan las rocas, el musgo y los bosques de abetos negros. Siempre ha cazado allí y ha visto de cerca cambiar la flora y la fauna.

ártico canadiense, en Churchill
Foto: AFP/ OLIVIER MORIN

"Cuando era niño cazaba y pescaba aquí y apenas había alces, ahora están por todas partes", asegura este hombre de pelo largo que usa su conocimiento indígena para trabajar como guía turístico. "Lo mismo sucede con el urogallo de cola afilada y con las martas", agrega.

Sus observaciones se hacen eco de estudios científicos: el calentamiento global está poniendo en peligro a las especies del Ártico, especialmente al abrir las puertas a otros animales de más al sur.

Para Daley, los humanos "no tienen otra opción", deben "adaptarse" como se ven obligados a hacer los animales.

- Osos polares en la ciudad -

La adaptación implica, en particular, reinventar la convivencia con el animal emblemático de la región: el oso polar.

Durante la Guerra Fría, la localidad, que albergaba una instalación militar estadounidense-canadiense ahora desierta, debía estar lista para repeler un posible ataque soviético desde el Polo Norte. Hoy, sus habitantes temen sobre todo al gran depredador del Ártico.

El calentamiento global está reduciendo el tiempo de congelación de la Bahía de Hudson y obligando a los osos polares de la región a permanecer en tierra más tiempo que antes durante el verano. A menudo hambrientos y débiles, los osos vagan cada vez más cerca de los centros urbanos.

Aventurarse por Churchill requiere ciertas precauciones: un rifle, repelente de osos y la necesidad de caminar en grupo después del anochecer o cuando hay poca visibilidad. Allí todos tienen algo que contar sobre osos polares.

"No recuerdo, de niña, sentirme en peligro durante el verano. Hoy es diferente, mis hijos no pueden jugar en las rocas, a lo largo de la costa, como lo hacía yo", dice la hija de Daley, Danielle, de 33 años.

La joven relata el susto que sintió al ver un oso corriendo frente a su casa en julio, seguido a pocos metros por la patrulla de los Oficiales de Conservación de la Vida Silvestre de Manitoba, con sirenas aulladoras.

Es aún más complicado en el otoño, cuando los osos están muertos de hambre después de meses de ayuno en tierra, sin una foca a la vista. 

"Estamos al comienzo de la época con más trabajo del año, cuando los osos pasan por Churchill en su camino hacia el norte", dice Ian Van Nest, un oficial de protección de la vida silvestre.

La ciudad tiene nuevos radares que pueden detectar osos a dos kilómetros de las casas más alejadas, incluso de noche y con niebla. Alrededor de Churchill, la población de osos polares, aunque en declive desde la década de 1980, se estima en 800 individuos, tantos como humanos en la ciudad.

- "Buscar aspectos positivos" -

No todo el mundo ve con malos ojos estos cambios relacionados con el clima.

"Hay que buscar los aspectos positivos en todo esto", señala el alcalde de Churchill, Michael Spence, miembro del pueblo indígena Cree. 

El incremento del turismo y el desarrollo del puerto, gracias al aumento de las temperaturas, "son también oportunidades de crecimiento económico para la población local", estima el concejal, que creció aquí.

La mayor presencia de osos polares ahora atrae a unos pocos miles de turistas cada año a este rincón remoto de la provincia de Manitoba, inaccesible en automóvil.

Y el derretimiento del hielo marino permite que los barcos accedan al puerto de la ciudad, el único de aguas profundas en el Ártico canadiense, durante más meses cada año que antes.

El alcalde sueña con convertir a Churchill en un puerto para el cultivo de granos en áreas cada vez más al norte y, eventualmente minerales, que podrían extraerse en el extremo norte canadiense, en particular gracias al deshielo.

Una gran parte del potencial minero de Canadá se encuentra en los territorios del extremo norte, donde hay depósitos de diamantes, oro, tungsteno, uranio y elementos de tierras raras.

Pero el descongelamiento del suelo también puede obstaculizar las perspectivas mineras.
El mes que viene, en la cumbre sobre el clima COP27 en Egipto, algunos activistas presionarán por políticas que tengan en cuenta las prácticas ancestrales indígenas, ya que sus tierras albergan el 80% de la biodiversidad del mundo.

Daley sueña con un nuevo comienzo. "Debemos, como pueblos indígenas, liderar la reconciliación con nuestra madre, la Tierra", dice.

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