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Casa de Las Manuelitas, una apuesta de paz con olor a montaña

Se trata de un lugar en el que mujeres, ex combatientes y firmantes de paz, construyen territorio a partir de estrategias de ingresos económicos.
Casa de Las Manuelita
Rubén Darío Zúñiga

Como si se tratara de la montaña misma, la Casa de Las Manuelitas en Popayán es un pedacito del bosque en la ciudad. En lo que fue un hostal, de esos que abundan en el centro de la Ciudad Blanca añejados por el frío constante emanado de las faldas del Volcán Puracé, hoy funciona un espacio de paz.

En él, mujeres firmantes de la paz y líderes comunitarias del Cauca, tejen y moldean sus sueños. Su propósito es construir otra Colombia, una desde el territorio antes ensordecido por el sonido de las balas. Y lo están logrando.

Así lo cuenta Erika Calderón, representante legal de la Asociación de Mujeres por la Paz con Justicia Social, Las Manuelitas, una joven universitaria, oriunda de la bota caucana que hoy lidera con tesón, varios proyectos sociales con ex combatientes de las Farc.

Una casa para el encuentro

“La casa nació como un espacio de encuentro entre las mujeres en proceso de reincorporación, para ayudarnos, por ejemplo, en la prevención de violencia contra las mujeres, contribuir al buen vivir comunitario y generar alternativas de autosostenibilidad económica”, dice en medio de la “caleta”, uno de los espacios temáticos de La Trocha, Sentires de la Montaña, el bar recientemente inaugurado que hoy es la sensación en la capital del Cauca.

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La casa de 3 pisos queda al lado del Morro de Tulcán, ahí donde la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar dominaba desde lo alto la panorámica de Popayán y que fue derribada meses atrás por comunidades indígenas Misak en un ejercicio de reivindicación de derechos y muestra de resistencia cultural.

Y de eso conocen bastante: de resistir. Por eso elaboran a punta de esmero productos alusivos a la paz y a la cotidianidad vivida en medio de la guerra. “Son elaborados por mujeres y ex combatientes en una apuesta por generar alternativas de ingresos económicos a cientos de familias caucanas que hoy edifican la paz desde las regiones”, explica Erika al recalcar que en silencio demuestran con hechos la importancia de seguir cumpliendo la palabra empeñada en el Acuerdo de Paz.

Una paz que hoy encuentra en la Casa de Las Manuelitas, cervezas artesanales elaboradas por firmantes de paz y cafés de alta calidad, también producidos por excombatientes en zonas del Cauca donde el conflicto armado fue el trago amargo de la guerra.

“También se comercializan muñecas combatientes por la vida, hechas con prendas de los uniformes usados en la manigua, bolsos, morrales, jabones, camisetas elaboradas por mujeres víctimas de la violencia pertenecientes a la Organización Las costureras, mieles deshidratadas para infusiones y bisutería”, indica Erika.

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Es un esfuerzo que beneficia directamente a 30 mujeres de la Asociación de Mujeres por la Paz con Justicia Social, pero a más de 700 personas con los resultados indirectos que se articulan alrededor de emprendimientos productivos de paz en el Cauca.

La paz es el esfuerzo mayor

“Por eso vale la pena, porque este espacio no solo le apuesta a la generación de ingresos económicos sino a un trabajo político de construcción de paz. Tenerlo hoy, como una realidad, demuestra que muchos firmantes de paz, hombres y mujeres, siguen comprometidos con el Acuerdo”, comenta la representante legal de esta organización.

Incluso afirma que la Casa de Las Manuelitas “muestra esa otra cara de la historia no contada del país. Esa donde quienes estuvieron de esta orilla nunca fueron visibilizados. Es un ejemplo de lucha política, que desde otras formas se puede dar. Buscamos reivindicar que podemos trabajar desde la salida política, y además, recordar a todos aquellos que ya no están con nosotros, y por supuesto, reafirmar la paz como única alternativa de edificar nación”.

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Para Erika Calderón, que usa su voz para darle voz a cientos de mujeres y firmantes de paz en el Cauca, lo más importante de todo el trabajo realizado, es el esfuerzo colectivo.

“Esta casa, este bar, no podría ser posible sin el arduo trabajo de todos. Hay muchas voluntades para construir desde el diálogo, para decirle a los colombianos que desde las regiones se construye país, que existimos y que estamos presentes como parte de la sociedad”, concluye.

 

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