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‘Los hijos de la paz’: un semillero de niños y niñas, hijos de los excombatientes

Desde las montañas, en este grupo de hombres y mujeres venían 2 niños que nacieron en la selva, a uno de ellos por cariño le apodaban ‘Chocolate’.
Los hijos de la paz en el sur del Meta
Pedro Pablo Arias

En el sur del Meta, luego de la firma del acuerdo final de paz creció un semillero de más de 225 niños y niñas hijos de los excombatientes de las extintas Farc, una razón más por la que las y los reincorporados siguen comprometidos con el proceso de reincorporación a la vida civil.

Los hijos de la paz, así se les conoce a los hijos de los reincorporados que nacieron en los Antiguos Espacios Transitorios de Capacitación y Reincorporación (AETCR), y las Nuevas Áreas de Reincorporación (NAR). 

Para noviembre del 2016, en el municipio de Uribe, Meta y desde la Vereda el Tigre, en las riberas del rio Guayabero salió un grupo de 700 guerrilleros entre hombres y mujeres del otrora Bloque Oriental de las Farc. Con equipos de campaña y armamento de todo tipo, llegaron hasta la vereda Buena Vista de Mesetas Meta, donde dejaron el cien por ciento de sus armas, para acogerse al proceso de paz. 

Desde las montañas, en este grupo de hombres y mujeres venían 2 niños que nacieron en la selva, a uno de ellos por cariño le apodaban ‘Chocolate’ por el color de piel, y el otro, hijo de una exguerrillera indígena de los Embera Chamí que habitan en la vereda planes del municipio de Uribe, Meta. 

Al 2022 los hijos de los reincorporados en el sur del Meta alcanzaron un total de: 225, 63 en el ETCR Mariana Páez de la vereda Buena Vista (Mesetas), 26 en el NAR Simón Trinidad en la vereda Nueva Esperanza, 68 en el NAR Darío Gutiérrez, ubicado en la vereda la pista del municipio de Uribe y 69 niños y niñas en el ETCR Georgina Ortiz en la vereda la cooperativa de Vista Hermosa Meta. 

“Para mí, mi hijo es lo mejor que me ha pasado. Ahora en la vida civil es un motivo más para salir adelante, él me motiva cada día a ser mejor. Aunque no ha sido tarea fácil porque he trabajado hasta recolectando Café al día y me ha tocado llevarlo conmigo y acostarlo en una hamaca mientras trabajo, pero ahora ya las cosas han cambiado porque gracias al jardín infantil yo lo dejo ahí estudiando mientras llego en las tardes de la jornada laboral”, indicó Karen López, una de las firmantes de paz del municipio de Mesetas.  

Llegar a uno de los centros poblados donde viven los reincorporados, desde hace 6 años, es encontrar un lugar lleno de jardín en pétalos, de rostros inocentes, de caritas de niños y niñas que con sus miradas y sonrisas enamoran a propios y visitantes.

Los niños de la paz del centro poblado Mariana Páez ahora tienen su propio jardín infantil, llamado “Los Marianitos”, este es un lugar adecuado con elementos que buscan la orientación de los niños y las niñas con dinámicas Lúdico-pedagógicas en cuanto al arte, teatro, cultura, juego, baile, valores, deporte, comunicación, aprestamiento, manejo de motricidad fina y gruesa y destrezas en el desarrollo de habilidades para que sean "Autónomos".

Los hijos de la paz, una luz de esperanza en el sur del Meta

Angela Patricia Luna Gómez, agente Educativa, técnica en Formación y Atención a la Primera Infancia Egresada de CENACAP con 6 años de experiencia, es quien maneja las riendas de los Marianitos desde más de un año. “Me motiva mucho a trabajar con la primera infancia, partiendo que soy madre. Los niños y las niñas son el eje principal del crecimiento y evolución, por eso parto con un excelente acompañamiento desde el amor, comprensión, tolerancia, amistad, haciendo valer los derechos de los niños y las niñas”, aseguró.

Los aportes para el jardín infantil los Marianitos, los gestionó la Asociación de mujeres amasando sueños (MOASU), todas firmantes de paz, a través del PNUD, Limpal Colombia, Unicef, el ARN y la comunidad Mariana Páez, es allí donde los niños inician su primera etapa de aprendizaje y donde los padres los dejan estudiando, mientras salen a trabajar en sus proyectos productivos o rebuscar el sustento diario en el jornal.  

El proceso de paz en Colombia no solamente permitió que se terminara en el sur del Meta la confrontación armada, si no que permitió que los reincorporados formaran un hogar, donde ahora después de seis años sus hijos son una razón más de sus apuestas por la paz total de Colombia.

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