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Atentados presidenciales en Colombia, una historia afortunadamente corta

Un recuento a propósito del atentado criminal contra el presidente Iván Duque y su comitiva.
Felipe Arias Escobar, Señal Memoria

En la tarde del 25 de junio de 2021 el presidente Iván Duque informó que el helicóptero en el que viajaba con los ministros del interior, Daniel Palacios; de defensa, Diego Molano; y el gobernador de Norte de Santander, Silvano Serrano, fue atacado con impactos de bala cuando se desplazaba entre los municipios de Sardinata y Cúcuta. La acción, a todas luces condenable, generó entre sectores de la opinión pública el recuerdo de los peores episodios en la historia del conflicto colombiano.

Pero a pesar de que la historia de nuestro país ha estado marcada por magnicidios y actos terroristas cometidos dentro y fuera del estado, además de todo tipo de acciones contra la dignidad humana que han llamado la atención del mundo, la historia de ataques violentos a la persona del presidente de la República ha sido, por fortuna, escasa y sin ningún éxito.

Atentados al Palacio de San Carlos

En una de las ventanas del Palacio de San Carlos, actual sede de la Cancillería y residencia presidencial durante más de un siglo, una placa en latín recuerda que por allí Bolívar escapó de la Conspiración Septembrina de 1828. La noche del 25 de septiembre la casa fue asaltada por opositores a la dictadura decretada poco antes por el Libertador, con el fin de asesinarlo y así restablecer la ya agonizante Constitución de la Gran Colombia.

Entre los conjurados figuraban personalidades como el dramaturgo Luis Vargas Tejada, el economista Florentino González, el militar venezolano Pedro Carujo o Mariano Ospina Rodríguez y Ezequiel Rojas, años después, y cada uno por su lado, fundadores de los partidos conservador y liberal.

La persecución a los autores del atentado, liderada por el general Rafael Urdaneta, llevó al destierro de Francisco de Paula Santander, cuya responsabilidad todavía se discute, y al injusto fusilamiento del almirante José Prudencio Padilla, detenido meses antes acusado de intentar levantar al pueblo cartagenero contra el gobierno.

Mucho menos conocido fue el intento de asalto al Palacio de San Carlos planeado poco antes de la Guerra Civil de 1895. El sector guerrerista del Partido Liberal, con el apoyo de algunas sociedades de artesanos de Bogotá, planeó en dos ocasiones tomarse la casa presidencial, junto con los cuarteles y las residencias de los ministros, para así animar a alzamientos en todo el país contra el gobierno de Miguel Antonio Caro.

La cita final ocurrió en la madrugada del 23 de enero de ese año, si bien los pocos hombres armados que intentaron entrar al Palacio fueron controlados por una policía que previamente se había informado del levantamiento y mantenía vigiladas las chicherías y las casas de los sospechosos, quienes nunca pudieron darse cita en los puntos de la Sabana de Bogotá destinados para iniciar ataques armados a la capital.

El fracaso del complot indujo a que los alzados cambiaran su estrategia meses después, al dirigirse al campo de batalla, donde fueron rápidamente derrotados por el general Rafael Reyes.

De Rafael Reyes a Ernesto Samper

El propio Rafael Reyes sería víctima de un atentado como presidente, muy recordado en su época. Ocurrió en 1906, en medio de los conflictos por el cierre del Congreso y las destituciones del gobierno a magistrados de la Corte Suprema y a su propio vicepresidente, Ramón González Valencia.

El 10 de febrero el coche oficial fue atacado a tiros cuando se dirigía hacía Chapinero, con el presidente y su hija a bordo, en el sector de Barrocolorado (hoy Universidad Javeriana) en una acción que fue rápidamente rechazada por la escolta presidencial. Los autores del atentado fueron capturados en Suba, tres semanas después, y fusilados en el mismo lugar de la acción.

La oposición fue duramente perseguida para encontrar en ella a los autores intelectuales, lo cual incluso llevó a la detención del escritor José Joaquín Casas. Finalmente, solo se comprobó la responsabilidad de un tal Carlos Vélez, quien permaneció diez años recluido en el Panóptico de Tunja, y del general Pedro León Acosta, prófugo en Panamá y de quien luego se sospecharía de su participación en el asesinato del jefe liberal Rafael Uribe Uribe en 1914.

Hasta el 12 de febrero de 1997 no hubo en Colombia otro hecho de similar gravedad, a pesar –insistimos– de la violenta historia que tuvo el país en el siglo XX. Mientras transcurría la grave crisis de gobernabilidad desatada por el Proceso 8000 y por el escalamiento de la violencia de las guerrillas y los paramilitares, una bomba fue detonada frente a la pista del aeropuerto de Barranquilla, segundos antes de que aterrizara el avión que transportaba al presidente Ernesto Samper, quien asistiría al partido de fútbol entre Colombia y Argentina a disputarse horas después.

En su momento las autoridades y los medios trataron de desvirtuar la gravedad del hecho, cuya autoría nunca se esclareció. Sin embargo, la historia fue corroborada posteriormente por la revista Semana y por testigos como el periodista Yamid Amat, que hacía parte de la comitiva a bordo, habitantes del sector y el propio Samper, quien hizo un reconocimiento a la pericia del piloto Juan Bueno Sierra.

Atentados a Uribe

Mucho más recordados fueron los ataques en la tarde del 7 de agosto de 2002. Mientras los medios colombianos cubrían en directo la ceremonia de posesión presidencial de Álvaro Uribe, la prensa extranjera registraba con horror que un proyectil había caído frente al costado sur de la Casa de Nariño, a 200 metros del Capitolio Nacional, donde se encontraban el nuevo presidente, el Congreso pleno, diplomáticos y gobernantes del resto del continente.

Otros ataques, dirigidos desde una casa en el barrio Santa Isabel, provocaron 67 heridos y 17 muertos en El Cartucho, sector colonizado por habitantes de calle y expendedores de droga en lo que ahora es el Parque Tercer Milenio.

La acción terrorista fue atribuida a la columna móvil “Teófilo Forero” de las Farc, quienes seis meses después provocaron la muerte de 15 personas más en Neiva, 12 de ellos policías y agentes de inteligencia, al hacer explorar una casa cercana al aeropuerto, poco antes de que allí aterrizara el avión presidencial.

Los autores de este último atentado, según versiones de las autoridades, fueron fusilados por la propia guerrilla, acusados de haber filtrado información sobre los atentados. Dos años después, en esa misma terminal aérea, se intentó atacar a la comitiva de Uribe, de nuevo y sin éxito, con un cohete.

La situación de orden público durante el gobierno Uribe también llevó a denuncias de falsos atentados. Los tres casos comprobados que hoy se conocen también ocurrieron en Barranquilla, cuando en 2003 y 2005 se presentó a los medios el hallazgo de explosivos que iban a usarse en visitas que Uribe realizaría a la ciudad. En su momento fue acusado como partícipe de los hechos Jorge Noguera, exdirector del Departamento Administrativo de Seguridad –DAS–, condenado por homicidio y vínculos con grupos paramilitares.

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