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La vocación de Eduardo Flórez para ser payaso en Antonio Nariño

Por: Richard Hernández

Foto: Esteban Herrera.

Por: Richard Hernández

Eduardo Flórez nunca pensó que llegaría a ser payaso. Un día hubo una convocatoria en el barrio La Fragua de la localidad Antonio Nariño, donde vive desde hace muchos años, para participar en danza, teatro y música. Él escogió el teatro y gracias a la labor del profesor asignado, quedó encantando con la actuación.

“Mi debut comenzó hace 32 años, cuando para celebrar la fundación de Bogotá presentaron una obra sobre la historia de los payasos. El escenario fue una gran tarima en donde estaban subidos los integrantes de la orquesta ‘Los Nada que Ver’, y como se dice en el argot popular me ‘echaron al agua’ para que alternara con Claudio Soto, el cantante de esta agrupación”, cuenta.

Recuerda que no sabía qué hacer, hasta que Claudio lo invitó a unirse a la coreografía, entonces decidió seguirle la corriente y empezó a hacer musarañas e imitando los pasos de los músicos. La gente lo recibió con una ola de aplausos.

Luego lo llamaron para amenizar una primera comunión, estaba muy animado y cuando iba a comenzar su presentación empezó a medir piso, caminando con su enormes zapatos para adaptarse al suelo. Cuando hacía esta ejecución se fue de medio lado y se cayó, en ese momento los invitados comenzaron a reírse y aplaudir.

Foto: Esteban Herrera.

Luego vinieron más presentaciones en los parques de los barrios de su localidad. Durante ocho años hizo parte de ‘Cantares de navidad’, un programa radial que transmitía en directo un espectáculo con artistas y payasos por diferentes sectores de la ciudad.

“Lo más gratificante de haber estado durante esos años era el contacto no solo con los niños, sino también con jóvenes y adultos y ver como ellos disfrutaban el espectáculo. Es una lástima que este tipo de programas radiales, que llegaban a gran parte de sectores de Bogotá, hayan terminado. Eran otros tiempos, donde los habitantes de estos barrios eran como una gran familia”, señala Flórez.

Para ‘Condorito’, como se hace llamar artísticamente, y quien ha trabajado en la calle durante mucho tiempo, visitando diferentes barrios de su localidad, la profesión de payaso ha sido una oportunidad para hacer obras sociales visitando hospitales.

Foto: Esteban Herrera.

“Es la alegría que siento cuando uno se pinta la cara y ver en los rostros de los niños esa felicidad reflejada en sus ojos y en sus sonrisas, sentir que ellos lo reciben a uno como a un rey”, dice Eduardo, quien hace un llamado para que el oficio de payaso no desaparezca.

“No dejemos morir esta profesión tan hermosa, yo no estoy en contra de las chiquitecas, pero nos están desplazando, luchemos para que vuelva a tomar fuerza este trabajo tan noble y que lleva tanta alegría a chicos y grandes”, asegura, mientras hace una venia a los niños que se aglomeran para verlo y se despide caminando con sus zapatos gigantes por una calle de su barrio.

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