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La defensa de una mujer por el río Magdalena

Por: Deysa Rayo

Por: Deysa Rayo

Lo siente en su piel, escucha su canto y hasta podría decirse que en las noches el río Magdalena le susurra al oído. La conozco en medio de una chalupa navegando por el río Simití rumbo a la ciénaga de Simoa en el municipio de Morales. Su nombre es María Benítez, carga a Shaby, su bebé de 3 meses, y le da pecho, es alta y muy blanca, nadie la identificaría como habitante de esta ardiente tierra que a punta de sol sombrea las pieles.

Su hablar ribereño la delata: “dentro de lo que podemos identificar en la pesca, dentro de su cultura, existe todavía el machismo, el hombre cree que entre más mujeres tenga es más macho, o porque tenga más hijos es el más macho, y siempre ve a la mujer para estar en la casa, no le gusta que la mujer se capacite, que trabajé, pero ya en ciertos sectores han comenzado a tener conciencia porque ya la actividad del pescador como tal no es tan rentable, entonces ya han tomado como esa conciencia de que la mujer se prepare y ayude en el día a día de su casa”, expresa.

María, quien nació en Gamarra, César, sabe de lo que habla, pues desde el 2006 ha dedicado su vida a la elaboración de la cartografía social del río Magdalena, un reconocimiento del territorio a través del conocimiento de los pescadores y de las diferentes comunidades que se encuentran cerca a los cuerpos de agua.

“Las personas que hacen parte de este proceso hacen más fácil el reconocimiento del territorio, porque el pescador se conecta en el día a día, comienza a identificar realmente lo que significa la pesca artesanal, pero también a hacer una identificación de conectividad en los espejos de agua. Por eso hablamos de una conexión desde la montaña donde salen nacederos, quebradas, caños, ciénagas pozos, ríos y mar, esto le da una relevancia al pescador y eso es lo que buscamos, volver a recuperar la identidad del pescador”, explica.

Además de esta identidad, se busca con los pescadores mirar los problemas del río Magdalena y las posibles soluciones desde su conocimiento. “No solo identificar al río como un canal navegable sino cuál es la importancia de los complejos cenagosos frente al río y cómo se convierten en el filtro de este”.

Toda esta cartografía social hecha a pulso recorriendo palmo a palmo los complejos acuáticos del río Magdalena sirvió como fundamento para que el pasado 25 de octubre el afluente fuera declarado sujeto de derechos, “siendo sujeto el río recupera su identidad y a partir de allí podrá pedir el resarcimiento de sus daños”, puntualiza María.

También a partir de esta cartografía se ha identificado como parte de la cultura del pescador los bailes tradicionales y la música de tambora. “Cuando uno escucha el tambor, el guache o la caña de millo siente que la sangre se le calienta, eso hace que a uno no se le olvide su cultura su arraigo”.

Nuestra chalupa llega y nuestros ojos se conmueven ante la inmensidad de la ciénaga Simoa, Shaby se despierta y María nos regala una última reflexión: “el río Magdalena grita pero no lo escuchan, y cuando él ruge todos lo culpan, por eso pregunto ¿Y tú qué has hecho por él?”.

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