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Cinco cumbias colombianas que llevamos en la memoria

La cumbia es uno de los eslabones trascendentales de nuestra identidad y, porqué no decirlo, de nuestra atávica inclinación a la fiesta.
Luis Daniel Vega

En 2022 el Ministerio de Cultura lanzó La Ruta de la Cumbia, una propuesta de turismo musical que resaltaba la memoria sonora del Caribe colombiano a través de la cumbia, ritmo que ha sostenido buena parte de la historia de la música tropical bailable en nuestro país. Aunque la afirmación es temeraria, si es cierto que, desde el advenimiento de la industria discográfica local, la cumbia es uno de los eslabones trascendentales de nuestra identidad y, porqué no decirlo, de nuestra atávica inclinación a la fiesta.

Del abanico gigantesco de cumbias colombianas –que se pueden contar por cientos y que sonarán indelebles en el tiempo por los siglos de los siglos, amén- hay unas cuyos estribillos y melodías suelen aparecer cuando la nostalgia nos atrapa. Acá están cinco de ellas que, sin lugar a dudas, llevamos en la memoria y hacen parte de nuestra genética musical.

Mario Gareña, 'Yo me llamo cumbia'

En 1952, durante una noche de bohemia bogotana en el club nocturno La Casbah, Jesús Antonio García Peña fue bautizado como Mario Gareña, nombre artístico con el que se popularizó este barranquillero nacido el 25 de septiembre de 1932. Entre las décadas de los sesenta y los ochenta del siglo pasado gozó de una bien ganada fama, signada por su repentista sentido del humor y su versatilidad como compositor de baladas, porros, boleros y cumbias.

A principios de los setenta grabó con la orquesta de Manuel J. Bernal “Yo me llamo cumbia” –su canción más recordada al lado de “Te dejo la ciudad sin mí- en los legendarios estudios Ingesón, ubicados en la capital. La célebre canción de Gareña –que nació por la insinuación de Francisco Zumaqué- han sido versionados por Linda Vera, Totó La Momposina, Leonor González Mina, el Cuarteto Imperial, la Orquesta Filarmónica de Bogotá, Los Diplomáticos y Jaime Llano González, entre muchos otros. Frustrado luego de su fallida campaña presidencial en 1990, se radicó en Estados Unidos al lado de sus hijos y allí murió el 25 de agosto de 2021.

Pedro Laza y su Pelayeros, 'Navidad negra'

La historia del romance entre el cartagenero Pedro Laza y Discos Fuentes se remonta a principios de la década de los cuarenta cuando, junto a la orquesta La Nueva Granada, grabó “El aguacate”. Luego de hacer parte de la Orquesta Emisora Fuentes, fundó en 1952 la Sonora Pelayera, que por sugerencia de Antonio Fuentes pasó a llamarse finalmente Pedro Laza y sus Pelayeros.

Emblema de la etiqueta amarilla, por la banda de Laza desfilaron un sinnúmero de estrellas de la música tropical colombiana como Rufo Garrido, Edulfo Polo, Lalo Orozco, Crescencio Camacho, José María Peñaranda, Clímaco Sarmiento, Rosendo Martínez y Clodomiro Montes, entre otros. Justo después de grabar con Daniel Santos ‘Candela’, Pedro Laza registró ‘Navidad negra’, un disco que el 13 de septiembre de 1960 inauguró el sonido estéreo no solo en Discos Fuentes sino en la historia discográfica colombiana.

La versión que Laza hace de esta memorable composición de José Barros prescinde de la parte vocal –solo retoma el coro- y se enfoca en las estrofas cuyos versos son “cantados” por un lánguido clarinete que acentúa el tinte melancólico de la canción.

Banda Bajera de San Pelayo, 'Descarga en cumbia'

De la presente selección “Descarga en cumbia” es, a todas luces, la más oscura y la menos popular de todas. En este caso llama la atención el acento disonante presente en la cuerda de vientos que, si hilamos muy fino, es el precedente de la controvertida mezcla entre free jazz y porro pelayero de la que se valió la banda bogotana Asdrúbal para experimentar a mediados de la década pasada.

Aunque en esta cumbia compuesta por Germán Lambraño no hay improvisación libre, es evidente que los integrantes de la fanfarria se divirtieron sin restricciones. Fundada en 1919 por Daniel Luna –a quien para la fecha de edición del disco secundó en la dirección Agustín Luna- la Banda Bajera de San Pelayo es la quintaescencia del sonido clásico de las bandas de viento, honor que comparte con La Banda Ribana de San Pelayo y la Banda Central de San Pelayo, dos retretas que en los albores del siglo XX se encargaron de la primera oleada de difusión y creación de la cultura musical pelayera. Luego de editar entre 1962 y 1963 sus dos primeras placas con Discos Fuentes, la Banda Bajera fue firmada por Discos Perla, un sello de la casa Philips que quedó rendido ante su encanto delirante y exótico.

Lucho Bermúdez y Matilde Díaz, 'Danza negra'

Durante su temporada en Buenos Aires, ciudad a la que Lucho Bermúdez y Matilde Díaz llegaron en abril de 1946, el carmero aprovechó para grabar discos con la RCA Victor, disquera que supo aprovechar el auge de la música tropical en Argentina. Fue quizás el otoño porteño y encontrarse lejos del calor de casa lo que detonó en Bermúdez la necesidad de componer “Danza negra”, un retrato nostálgico de la costa Caribe colombiana que bien describe Juan Carlos Garay en las siguientes líneas: “(…) se ve la vegetación, se siente la brisa del mar, y al final se habla de un negro que sufre de mal de amores.

Todo enmarcado por aquel estribillo que no deja lugar a dudas sobre el género que estamos escuchando: la cumbia colombiana”. Con la voz del cartagenero Bob Toledo y el acompañamiento de la Orquesta Panamericana de Eugenio Nóbile se registró por primera vez esta cumbia que tiene la cadencia tristona de un bolero. Seis años más tarde, exactamente el 26 de septiembre de 1952 en La Habana, la versión más famosa de la canción –editada de nuevo por la RCA Victor- se grabó con la voz de Matilde Díaz y el respaldo de la Orquesta de Bebo Váldez. Sonolux, la empresa fundacional de la industria fonográfica en Medellín, la incluyó en la recopilación En ‘San Fernando y otros éxitos inolvidables de Lucho Bermúdez y Matilde Díaz’, uno de los cuatro discos del clarinetista que el sello editó en la década de los cincuenta.

Gabriel Romero, 'La subienda'

Una de las canciones más populares del exuberante catálogo del compositor chocoano Senén Palacios es “La subienda”, una melodía que se le ocurrió en su natal Neguá luego de escuchar a su tío maldecir porque las lluvias inclementes impedían la pesca. Aunque la canción tiene origen a cientos de kilómetros de distancia, es un retrato nítido de un fenómeno natural que desde tiempos inmemoriales sucede en Honda, ciudad colonial que hasta bien entrado el siglo XX fue el puerto fluvial más importante de Colombia.

Nacido el 20 de septiembre de 1943 en Sabanagrande, Atlántico, Gabriel Alfonso Suárez Romero –conocido también como Rumba, El Cumbiambero Mayor o El Piraguero- ha sido uno de los protagonistas más relevantes de la cumbia en Colombia desde su debut en 1967 junto a Los Hermanos Martelo con quienes se anotó un exitazo de finales de los sesenta con la versión de “La piragua” que, dicho sea de paso, era una de las interpretaciones que más le gustaban a José Barros. Luego de su paso por los Black Stars, Romero incursionó en la balada, aventura de la que no salió bien librado sino hasta finales de los setenta cuando, de nuevo en los terrenos del repertorio tropical, salió airoso con “La subienda”, una cadenciosa cumbia que grabó originalmente en el disco ‘El cumbiambero’, prensado por Fuentes en 1979.

Entre enero y marzo de cada año, las redes de los pescadores del cálido municipio reciben el largo viaje de miles de peces que a través del Magdalena llegan de las ciénagas de la costa norte a desovar. Dadas las condiciones lamentables del gran río, lo que fuera una gran fiesta ritual hoy es apenas una sombra y estos versos ya son nostalgia: “No le temo a noche oscura/ que llueve o relampaguee/ mis luceros son los peces/ que en mis redes pataleen”.

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