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Tres discos de jazz colombiano que cumplen 25 años

Amante del jazz, le traemos tres discos que cumplen 25 desde su publicación, este es uno de los géneros con mayor recibimiento en el país, por su particular sonido y fuerza.
Crédito: Pixabay
Luis Daniel Vega

Hasta 1996, varios asuntos habían sumado para que el jazz nacional alcanzara notoriedad en el paisaje musical colombiano. Por ejemplo, durante la década de los setenta y los ochenta en Bogotá, aparecieron varios centros nocturnos en los que se dieron cita músicos entusiastas: en la memoria quedan nombres como Hippocampus –donde nació la efímera Colombia All Stars-, Latino Piano Bar, el restaurante Doña Bárbara, un club llamado escuetamente El Jazz, Watson Bar, La Cacerola, La Pola, Jazz Bar 93 y el Café del Jazz. Todos ellos fueron locales regentados por personajes algo excéntricos y osados como Jorge Kruger, Mauricio Vásquez –quien fundó Bárbara Bárbara, quizás la primera revista pornográfica que hubo en Colombia-, Jean Galvis, Gabriel Cuellar, Armando Manrique, Javier Aguilera y Kent Biswell. Este último no solo fue uno de los guitarristas más activos de la movida nocturna, sino que, también, fue uno de los cerebros detrás de la creación del Festival Internacional de Jazz del Teatro Libre, cuya primera edición se llevó a cabo en 1988.

Mientras la fiesta del Libre se consolidaba con su desfile increíble de figuras nacionales e internacionales, un festival institucional iniciaba su leyenda en 1995. En el libro ‘Jazz al Parque: 15 años de jam’ (OFB, 2010), el bajista Juan Sebastián Monsalve describe muy bien el momento: «La movida del jazz en Bogotá se empezó a despertar con el Festival de Jazz del Teatro Libre en 1988. Era una opción elitista poco accesible para estudiantes y para la gente del común. Sin embargo, los pocos fanáticos del jazz que habíamos a principios de los años 90 vimos a grandes genios. Además, era el único chance de ver quién hacía jazz acá (…) Jazz al Parque fue la primera convocatoria democrática, abierta, pluralista, que mostró la realidad de una muy incipiente escena. Fue el primer intento de agremiar algo que nunca había estado agremiado, una escena que apenas era una ilusión. Aquí no había ni emisoras que transmitieran jazz, ni disqueras que prensaran, ni sitios donde tocar, ni sitios donde estudiar (…)».

La “ilusión” –aunque en ciernes, como bien apunta Monsalve- encontraba asideros reales no solo en la noche y los festivales. Para esos años, el jazz ya se colaba en los programas académicos de algunas universidades y sonaba habitualmente en espacios especializados de la radio cultural y universitaria como ‘Jazz’ -de Roberto Rodríguez Silva en la HJCK-, ‘Los Magos del Swing’ -presentado por Moncho Viñas en 99.1, antes llamada la Frecuencia Joven de la Radiodifusora Nacional de Colombia- y ‘Jazz Weekend’, cuyo anfitrión fue el barranquillero Carlos Flores Sierra, quien desde 1992 deleitó a una futura generación de músicos, periodistas e investigadores con las 198 ediciones de ‘Jazz Studio’, una serie de televisión que se transmitió a través de lo que hoy conocemos como Señal Colombia.

Aunque para 1996 ya habían aparecido hitos en nuestra discografía del jazz como ‘Macumbia’ (1984), del compositor Francisco Zumaqué, ‘Encuentro de leyendas’ (1995), del vibrafonista Jorge Emlio Fadul, y ‘Privilegio’ (1995), del pianista Edy Martínez, podemos considerar ese venturoso año un punto de inflexión en la historia del jazz en Colombia en virtud de tres discos que, definitivamente, cambiaron el panorama.

Antonio Arnedo- ‘Travesía’ (MTM)

El jazz y los sonidos de las grandes orquestas colombianas de música tropical le llegaron por vía directa a Antonio Arnedo gracias a su padre, el saxofonista Julio César, quien había sido parte de Los Pipiolos y la renombrada Orquesta A Número 1. Entusiasta de la movida nocturna del jazz bogotano, en 1984 apareció en los créditos de ‘Macumbia’. Luego de una temporada fuera de Colombia, regresó en 1994 y, un par de años después, apuntó su nombre en una grabación que, de manera unánime, se ha considerado el derrotero del jazz moderno en Colombia.

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Si bien en los años posteriores a su regreso Antonio Arnedo gozaba de reputación superlativa en el ámbito musical local, lo único que hacía falta era una grabación firmada con su rúbrica. Esta inquietud llegó a oídos de un viejo amigo. Fue así que Camilo de Mendoza, por ese entonces jefe de programación de Javeriana Estéreo, lo contactó con Humberto Moreno, director de MTM, una discreta compañía discográfica que para ese entonces ya se había arriesgado a distribuir el catálogo de Putumayo Records y Nuevos Medios, además de prensar discos de Totó La Momposina y el grupo de rock Catedral. A la luz de los acontecimientos posteriores, fue tan poderosa la química entre Arnedo y Moreno que cristalizó algo que no estaba dentro de los presupuestos: ¡pactaron no uno sino cuatro discos! Todo un hito en la incipiente historia del jazz colombiano y, por supuesto, un suceso inusual en nuestra industria fonográfica.

Grabado el 7 de mayo de 1996 en Nueva York, ‘Travesía’ contó con la presencia del contrabajista caleño Jairo Moreno, el guitarrista Ben Monder y el baterista Satoshi Takeishi, quienes fueron decisivos para que la etnografía sonora propuesta por Arnedo llegara a buen puerto. A través de las reglas permeables de la improvisación jazzística, el saxofonista logró abstraer prácticas musicales colombianas ligadas al ritual y a la fiesta popular. Habría que subrayar que no las mejoró ni las puso al alcance de otros oídos: lo suyo fue aunar en un sonido muy personal músicas que en apariencia eran divergentes. En ese diálogo encontró resonancia con una nueva generación de jazzistas colombianos que estaban buscando algo más allá de la asfixiante endogamia del jazz brasileño y afrocubano.

El resultado no deja de ser sorprendente un cuarto de siglo después.

Óscar Acevedo- ‘Como un libro abierto’ (Díscolo Producciones)

Luego de culminar sus estudios musicales en una conocida universidad en Boston, en 1984 Óscar Acevedo regresó a Colombia. Junto a personajes como los hermanos Toño y Tico Arnedo, Satoshi Takeishi, Alfonso Robledo, William Maestre, Germán Sandoval, Luis Pacheco y Wilson Viveros, entre muchos otros, conformó una agrupación versátil que se acomodaba a las circunstancias. Con ellos realizó una larga gira por las principales ciudades del país y afianzó un repertorio que grabó de manera intermitente entre 1985 y 1992. Las diez piezas registradas en Audiovisión, el Auditorio Skandia, el Teatro Camarín del Carmén y Díscolo, su propio estudio, quedaron guardadas durante varios años hasta 1996 cuando decidió reunirlas en su primer disco oficial.

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Entre las diversas direcciones de ‘Como un libro abierto’ encontramos un par de nostálgicas composiciones para piano solo escritas durante su temporada en los Estados Unidos; otra –también para piano solista- que evoca aires de pasillo; un homenaje a Pat Metheny, además de mezclas entre cumbia, chandé y jazz latino. Este es tal vez el primer disco de jazz en Colombia en el que se experimenta abiertamente con samplers, secuencias y sintetizadores.

Lucía Pulido- ‘Lucía’ (Gaira/ Sonolux)

A finales de 1996 se anunció en los medios un proyecto discográfico encabezado por Carlos Vives. Se trataba de Gaira Música Local, un sello patrocinado por el gigante Sonolux, que un año antes había estado detrás de ‘La tierra del olvido’. Una de las notas de prensa, publicada en El Tiempo el 30 de noviembre, abre con el siguiente párrafo: «Los dos grupos y la joven cantante, hacen parte de un movimiento musical que surgió hace varios años, justamente cuando Vives también empezaba a trabajar su estilo, presentando una propuesta muy singular, que notaba rebeldía, mucha fuerza, pero ante todo se alimentaba de la música colombiana».

El par de agrupaciones a las que alude el boletín son Bloque de Búsqueda –luego llamado Bloque- y Distrito, dos referencias ineludibles que, ya fuera por simpatía o franca aversión, determinaron buena parte de la estética del rock colombiano de los noventa. Por su parte, la voz citada es la de Lucía Pulido, quien para esos años había fijado su residencia en Nueva York, luego de haber repuntado en el panorama del pop local con el dueto Iván y Lucía, cuyo cuarto disco estaba contemplado en los propósitos de Vives.

Ya cuando la producción estaba avanzada, Iván Benavides sugirió que esa grabación podría ser el estreno como solista de Lucía y que a él le quedaba mejor el papel de productor.

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Así las cosas, ‘Lucía’ fue grabado y mezclado por Mike Marciano en Systems Two, un estudio ubicado en Nueva York donde, a propósito, también Antonio Arnedo llevó a cabo las sesiones de ‘Travesía’. Producido en conjunto por Iván y el pianista Héctor Martignon, el disco gravita entre la sofisticación del latin jazz –aporte indiscutible de Martignon-, algo de funk y pinceladas de reggae. De las diez piezas que allí aparecen, encontramos una versión de “Cuatro palomas” –porro original de Juan Lara, emblemático gaitero de Los Gaiteros de San Jacinto-, otra de “El piano de Dolores” –un bullerengue que le han atribuido tanto a Estefanía Caicedo como a Magín Díaz-, y seis composiciones de Iván Benavides, dentro de las que se encuentra “Círculo vicioso”, una canción que luego se convirtió en un himno del reggae bogotano gracias a la versión de Skampida.

 

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