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José Antonio Murgas, padre y fundador del Cesar

Como cualquier otro padre, José Antonio sufre el Cesar, llora su hijo, suspira en su partida, pero también presume, y se ufana de él. De sus cualidades, de sus ríos, de sus tierras, y de sus montañas.

Por: Juan Ricardo Pulido

Como exordio, entrada a este relato, diríamos que fue una mañana cargada de historias. De charlas sobre la vida, el país, la música, las letras y poesía. Fueron unas cuantas horas en las que aprendimos, reímos e incluso algo cantamos. Disfrutamos de un fresco con arepas de maíz, mientras revivíamos el nacimiento del departamento del Cesar.

Eran cerca de las 8 de la mañana, el recorrido nos llevaba a visitar los robles morados de la Plaza Alfonso López que por esos días estaba engalanada para la celebración de los 50 años del departamento. Los palos de mango y cañahuate por esos días protagonizaban muchas de las fotos que vallenatos, extranjeros y periodistas se llevaban.

Tomamos la carrera sexta, pasamos por el Liceo Gabriel García Márquez, y llegamos al Parque Novalito, todo el tiempo la sombra de los arboles nos acompañaba. Finalmente estábamos allí. Nos recibió en su casa, en Valledupar, en la capital del departamento que él mismo creó.

“Estoy verdaderamente feliz de recibirlos en mi casa, es la casa de ustedes, de la Radio Nacional de Colombia, aquí estoy verdaderamente feliz de escucharlos y espero que entremos a hacer alguna labor por el país”.

Foto: Miguel Ángel Cortés.

Con ese espíritu nos saludó, con ese deseo a sus 87 años de edad, de seguir haciendo, de seguir construyendo y con un marcado interés porque las cosas se hagan bien. El mismo Don José Antonio salió a nuestro encuentro, nos recibió en el antejardín de su casa, muy sonriente.

Vestía de manera elegante, pantalón azul oscuro, cinturón negro, hebilla de plata y camisa también azul de discretas líneas palo de rosa y marrón, de mangas cortas y bolsillo que albergaba la pluma con la que más tarde firmaría nuestros ejemplares de su libro.

Nos saludó pausadamente, uno por uno. Es un hombre refinado, de voz y carácter fuerte, que lleva siempre el consenso en su tono. Hace mucho dejó la prisa a un lado. Se tomó el tiempo necesario para leernos, para entroncar sus pensamientos con nuestra figura y grabarse nuestros nombres. Me tomó por el codo, apretó mi brazo para acompañar su andar firme sin que me adelantara y nos invitó a seguir, a conversar.

Asistir a la celebración de los 50 años del departamento del Cesar era una gran oportunidad para saludar a nuestros oyentes y hacer algo de historia en una región cargada de ellas.

Ya nos habían mencionado la importancia de saludar a José Antonio Murgas Aponte, destacado cesarense y abogado, quien ejerció como gobernador de su departamento, ministro de Trabajo, congresista, embajador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y también como rector de la Universidad Popular del Cesar.

Sin embargo, su exorbitante hoja de vida, aún presentada así, se queda corta cuando uno se deleita con su hablar, con su rimbombancia siempre cálida y cercana.

Nos saludamos inmediatamente con Luz Stella Murgas, su hija, una de nuestras bellas anfitrionas y su más grande admiradora. En seguida se acercó Lely Maya de Murgas con su sonrisa, nos hizo seguir, nos acomodaron un par de sillas y conversamos. José Antonio nació en San Diego de las Flores, muy cerquita de Valledupar, en la época en la que su ciudad pertenecía al Magdalena Grande, cuando aún La Guajira y el Cesar se sumaban en su extensión.

Foto: Miguel Ángel Cortés.

Unos años antes de que José Antonio Murgas Aponte consagrara sus días y parte de sus noches a la gesta de tener un Cesar. Así recuerda esos días, en los que la disgregación esparcía el temor en una patria recién formada.

En el rosicler de la tarde del 5 de septiembre de 1.966, casi al anochecer, nos reunimos todos los promotores aliados y comprometidos con la causa del Cesar en Bogotá...

Empezó a leer sin dificultad alguna, sin llevar siquiera unos lentes, orgulloso de su buena salud, y nosotros complacidos y guiados por tal grandeza. Es un hombre maravilloso. Cada instante con él es un aprendizaje, una enseñanza, una lección que llega y una más que viene a hacer complemento.

Nos habló de su Cesar, nos dio consejos para la vida, para la buena salud, para enamorar, para el olvido, y para el perdón. Hablamos de mangos y de lirios rojos, de arepas de maíz, de bollo limpio, de bocachico y de moncholos, del Junior y de música, de Gustavo Gutiérrez y Carlos Huertas. De sus pasiones y el vallenato, del que ha recogido por avatares del destino, vicisitudes o la fuerza de la poesía, los relatos, sabores y paisajes cesarenses.

Sobre la mesa reposaba pacientemente el libro de su autoría, ‘La creación del Cesar, memorias de una gesta’. José Antonio lo tomó en sus manos, fácilmente ubicó una página y emprendió lectura

Oración laica para el departamento del Cesar

Yo le pido a los astros

yo le pido a los supremos

cafetales del campo,

a mi señor Jesús,

que tanto se inclina

por el buen gobierno

y el milagro económico

del Cesar

Foto: Miguel Ángel Cortés.

Su voz embelesa, frase a frase, una palabra a la vez, cada momento tiene una interpretación, una emoción que impulsa el aliento y le hace recitar incluso en el saludo. Es un hombre provisto de un bondadoso dominio de su público, de nosotros.

Y ahora

y en estos momentos

de angustia vital,

Valledupar

vocifera por el agua,

empuña en el aire

el invierno

y clama por su lago azul

de los Besotes.

Como cualquier otro padre, José Antonio sufre el Cesar, llora su hijo, suspira en su partida, pero también presume, y se ufana de él. De sus cualidades, de sus ríos, de sus tierras, y de sus montañas.

Sus orgullos no caben en el departamento, ni en el chifonier de su vida, están guardados en el corazón de muchos, de su familia, de los cesarenses, de los vallenatos, de nosotros mismos, de todos los que en algún momento hemos tenido la fortuna y la oportunidad de al menos arrancarle unos instantes al más genuino cesarense, al padre de Luz Stella, Lilia Rosa, Erasmo, María Claudia y del Cesar.

Escuche aquí la crónica radial de esta historia:

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