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El viche, la bebida ancestral del Pacífico colombiano

El viche es considerado “el sudor de la caña”, es uno de los atractivos que se impulsa en el Pacífico colombiano.
Sandra Eraso

El Pacífico colombiano es el escenario donde se fabrica el viche, bebida artesanal que se obtiene a partir del destilado del jugo de caña fermentado, mediante un destilado simple. Néctar que ha acompañado a las comunidades negras desde su llegada a las playas del nuevo mundo. 

En el encuentro de mundos que llevó al cruce de culturas se entrelazaron las expresiones, las ideas y también las bebidas, a su llegada a América los españoles trajeron entre sus riquezas finas bebidas del mediterráneo y el longevo vino que acompañaba todos los momentos de sus días. 

Entre tanto, en estas tierras vírgenes los indígenas conservaban el elíxir extraído del oro de los Andes, la chicha elaborada con el maíz, el cual aún conservan en muchas comunidades de la sierra en el sur de Colombia. 

Luego, con la llegada de muchos africanos a estas tierras, también entraron sus deidades, saberes, expresiones culturales y con ellos esta bebida ancestral, la cual evoca la espiritualidad afro y que aún se elabora en el Pacífico nariñense. 

En este territorio, el viche es el néctar que evoca la descripción del investigador y escritor nariñense Mauricio Chaves Bustos. “Ahí las voces de las nanas negras, como cantaba Aurelio Arturo, aparecen en arrullos que en este plano se desconocen, pero que en el éxtasis son una invocación de la memoria y del tiempo”, cuanta. 

Los cañaduzales que crecen al borde de la ensenada son testigos de una raza que en este sur Pacífico luchó, cantó y se estableció buscando su propio espacio. “Ahí los gritos libertarios de miles de hombres y mujeres que lucharon por su libertad, que pese a todo dolor y sufrimiento nunca dejaron de soñar y de ser felices. Ahí el cañaduzal, no transido de latigazos y maldiciones, sino de su néctar hecho un verdadero elíxir que permite ser libres en medio de todos y de todo”, Finaliza Chaves Bustos. 

jj

El viche, desde que llegó al Pacifico colombiano en la época de la esclavitud, se ha convertido en el eje principal de la cultura afro que existe en este territorio. Es la base de su medicina, es la bebida que utiliza para sus actividades culturales y además es el bastión económico de quienes viven en esta zona del país, porque es el único producto que ha sobrevivido a todas las demás actividades productivas que han llegado de afuera.

Y es en Soledad de Curay, un corregimiento ubicado en el municipio de Tumaco, donde el maestro vichero Onésimo González Biojó, quien aprendió de su padre esta tradición, la conserva y junto con sus cinco hermanos se dedica a la fabricación de esta bebida ancestral. 

“Heredado de los antepasados, el viche es un producto que está inmerso en la cultura negra, desde la cuna hasta la sepultura. Cuando las matronas atienen el parto, siempre utilizan su botella curada, y cuando el niño nace, es lo primero que le ponen en la lengua para que él reaccione”, afirma el maestro Onésimo, al explicar la importancia que tiene esta bebida ancestral no solo para su familia sino para la población afro que habita en esta zona el país. 

Cumpliendo la promesa que algún día le hizo a su padre, Onésimo González Biojó continúa sosteniendo esta actividad, elaborando una bebida de calidad, rigiéndose a las prácticas de manufactura establecidas por la ley, aportando con ello en la elaboración del Plan Especial de Salvaguarda -PES-, de esta práctica que hoy en día ha sido incluida en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación. 

“El viche profundiza el despertar de una sensibilidad que apasiona y se autodescubre por la fuerza del agua más pura de un río que nace. Del litoral recóndito, de manglares, gritos y chagras, al encuentro a todo ese infinito murmullo, los saberes orales maternales y las voces de los territorios del Pacífico colombiano. El viche sale de la caña, sembrada en selva, frente a los mares, el viche de todas maneras desde sus primeras gotas sabe a despojo, sabe también a alegrías y a soledades”, narra el maestro Onésimo González, quien sueña en que Curay se convierta en un lugar de turismo donde se pueda construir la ruta del viche. 

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