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El decreto talibán de velo integral, una prisión para las mujeres afganas

Los cabezas de familia que no hagan cumplir a las mujeres el uso del velo integral, se enfrentan primero a tres días de cárcel y luego a penas mayores.
Talibán ordena a las mujeres afganas a usar burka
Foto: Javed TANVEER / AFP
AFP

Tahmina Taham, una joven activista feminista afgana, se siente en prisión desde que los talibanes ordenaron a las mujeres usar en público un velo que les cubra de pies a cabeza y que eviten salir de sus casas.

En un decreto publicado el sábado, Hibatullah Akhundzada, jefe supremo de los talibanes y de Afganistán, ordenó a las mujeres que cubran completamente su cuerpo y rostro en público, estimando que el burka, que solo deja una rejilla a la altura de los ojos, es la mejor opción.

Dijeron también que si no tienen nada importante que hacer, era "mejor" que se queden en casa. Cuando leyó el decreto, el primero promulgado sobre la manera de vestir de las mujeres a nivel nacional, Tahmina se "sintió mal".

"Me sentí en prisión, toda mi vida social está controlada por los talibanes", dijo a la AFP esta exempleada gubernamental que perdió su puesto cuando los talibanes asumieron el poder en agosto.

"Me privaron de mis libertades como ser humano, no solo como mujer", añade. Su hermana tuvo que abandonar los estudios porque su universidad se negó a inscribirle en clases mixtas.

Para ella, la decisión del sábado "tendrá consecuencias muy negativas para la vida personal y profesional de las mujeres".

Radicalización de los talibanes

Sin embargo, el decreto no parecía haber tenido un efecto inmediato en la capital afgana, Kabul. El domingo muchas mujeres seguían caminando por las calles de la capital sin cubrirse el rostro.

Los talibanes dijeron que las mujeres deben cubrirse el rostro cuando estén en compañía de un hombre que no pertenezca a su familia inmediata para evitar cualquier "provocación", de acuerdo con su interpretación rigorista de la "sharía", la ley islámica.

Para Azita Habibi, matrona en un hospital de la ciudad de Herat (oeste), el islam no exige el uso del velo integral. "¿Por qué debemos cubrirnos el rostro y las manos?", pregunta. "¿Dónde está escrito que las mujeres deben cubrirse las manos y el rostro?". Estas nuevas restricciones, condenadas por la ONU y Estados Unidos, confirman la radicalización de los talibanes.

Tras haber vuelto al poder a mediados de agosto, al término de dos décadas de presencia militar de Estados Unidos y sus aliados en el país, los talibanes prometieron implantar un régimen más tolerante y flexible que durante su primer régimen, entre 1996 y 2001. Durante esos años impusieron el uso del burka y llevaron a cabo una fuerte represión contra los derechos de las mujeres.

Pero escalonadamente fueron tomando medidas contra las mujeres: ordenaron el cierre de los centros femeninos de enseñanza secundaria, impusieron la separación entre hombres y mujeres en los parques públicos de Kabul, y excluyeron a las mujeres de la función pública.

Presión sobre las familias

En aquella época, los agentes del ministerio de la Promoción de la Virtud azotaban a las mujeres que eran sorprendidas sin burka, una vestimenta que ha seguido usándose desde hace muchos años en regiones afganas más tradicionales y rurales.

Pero ahora, para aplicar su nuevo decreto, los talibanes no planean castigar a las propias mujeres, para no escandalizar aún más a la comunidad internacional, sino que hacen recaer la carga en sus familias. Los cabezas de familia que no hagan cumplir el uso del velo integral se enfrentan primero a tres días de cárcel y luego a penas mayores.

"Llegué a la conclusión de que debía llevar el hiyab, porque no quiero que los hombres de mi familia sean castigados y deshonrados", dice Laila Sahar (nombre ficticio), exempleada de una ONG que vive en Kabul.

Fatima Rezaie, residente en Herat, cree en cambio que las mujeres no se dejarán dictar su conducta. En las últimas dos décadas, las afganas consiguieron nuevas libertades, volviendo a la escuela o ocupando empleos en todos los sectores.

"Las mujeres no son las mismas que hace 20 años" cuando se les obligaba sistemáticamente a hacer cosas contra su voluntad. Hoy, "están dispuestas a levantarse para defender sus derechos", estima.

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