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La lepra, una enfermedad milenaria que aún persiste

A pesar de los espectaculares avances de la medicina, la lepra, aún afecta a miles de personas en el mundo.
La lepra, una enfermedad milenaria que aún persiste
Foto: Colprensa.
Ana María Lara

A pesar de los espectaculares avances de la medicina, la lepra, que se conoce desde la Antigüedad, aún afecta a miles de personas en el mundo, especialmente en la India y en la Amazonía brasileña, pero también, aunque en baja cantidad, en el mundo llamado desarrollado.

El solo oír la palabra lepra provoca escalofríos. Está asociada al miedo y al ostracismo. En efecto la lepra está reseñada desde la Antigüedad; en la India, hacia el año 600 antes de Cristo; en China y Egipto, 200 Antes de Cristo. Su propagación se debió probablemente a las campañas militares de Alejandro Magno en el siglo III A. de C, con las que la lepra llegó a Grecia y el continente europeo. En la Edad Media las Cruzadas fueron un importante foco de propagación. Con la trata de esclavos africanos, se propagó también en América.

La Biblia reseña la enfermedad. La ley de Moisés (Levítico) manda excluir a los leprosos por impuros. Estos deben llevar la ropa rasgada y el cabello desgreñado, la barba tapada e ir gritando: impuro, impuro.  En el Nuevo Testamento, en los cuatro evangelios aparece la primera curación de un leproso por Jesús.

Es en realidad una enfermedad que proviene del bacilo mycobacterium leprae conocido como bacilo de Hansen, nombre del científico  noruego que lo descubrió en 1873.

Se manifiesta con manchas en la piel, compromiso de los nervios periféricos que puede causar problemas de movilidad en manos y pies, lesiones oculares  y en las  mucosas de las vías respiratorias altas, a través de las cuales se puede transmitir al toser o estornudar. Algunos científicos han encontrado que el armadillo podría ser transmisor de la lepra.

Hasta bien entrada la Edad Media, la lepra era sinónimo de pecado e impureza, incluso de herejía. Pero también está asociada a la pobreza, las malas condiciones de higiene y el hacinamiento. En ese entonces, los leprosos debían vivir aislados de la sociedad y si estaban por las calles, debían cargar unas tablillas de san Lázaro, que eran una suerte de matracas para alertar de su presencia, siendo, a la vez, rechazados y objeto de misericordia. Los que tenían recursos económicos podían ir a retirarse del mundo en un leprosario.

Solamente hasta el siglo XVII, con el avance del racionalismo, se empieza a estudiar la lepra como una enfermedad física, descargada de implicaciones religiosas, y se buscan tratamientos alejados de los menjurjes y carne de serpiente hasta entonces usados.

En Colombia desde finales del siglo XVIII fueron creados leprosarios, el primero en la isla de Tierrabomba en Cartagena llamado Caño de Loro, otro en Contratación , Santander y el último en Agua de Dios Cundinamarca, que en 2009 inauguró su Museo médico de la lepra. 

La lepra está presente en la historia de personajes conocidos. Para Pedro María Ibáñez, un reconocido médico de finales del siglo XIX, el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada murió tras padecer las dolencias producidas por la lepra. El compositor colombiano Luis A. Calvo vivió en el sanatorio de Agua de Dios por la misma razón. En 1952, el joven médico argentino Ernesto Guevara, al final de su periplo con un amigo por América del Sur, llega al leprosario de San Pablo, en la Amazonía peruana, donde cruza a nado el río para ir al encuentro de los enfermos a los que se acerca y toca sin usar guantes.

En el presente la lepra es una enfermedad que se cura en un lapso de seis meses usando el TMM, que la Organización Mundial de la Salud  recomendó en 1980, una combinación de 3 antibióticos. Hoy se registran  todavía unos 200.000 leprosos en el mundo, en Colombia en 2019 eran 388 casos. El Día Mundial contra la Lepra se celebra el último domingo de cada mes de enero. Busca informar y concientizar sobre la importancia de eliminar el estigma sobre quienes padecen esta enfermedad.

Como nos lo muestra el escritor Albert Camus en su hermosa novela La peste, “la fragilidad del ser humano hace imperativa la introspección, la mirada fraternal hacia el otro y la solidaridad”. 

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