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Artesanos de la gaita: un oficio que se resiste a la tecnificación

Insignia de nuestras músicas caribeñas, la gaita ha sido interpretada por hombres legendarios como Mañe Mendoza o Juan Lara.

Por: Rosemberg Anaya y Luis Daniel Vega

La música de gaita es uno de los estilos más emblemáticos de las prácticas musicales campesinas de la Costa Atlántica colombiana. Su formato está conformado tradicionalmente por instrumentos de percusión heredados de las raíces culturales africanas y otros de origen indígena. A este último pertenecen las gaitas, un tipo de flauta dulce o de pico. Aunque su origen es inexacto, muchos coinciden en que se trata de un instrumento arraigado a la cultura de los grupos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, así como de los campesinos que habitan actualmente la serranía de San Jacinto, conocida como Montes de María.

Insignia de nuestras músicas caribeñas, la gaita ha sido interpretada por hombres legendarios como Mañe Mendoza, Juan Lara, Toño García, Medardo Padilla, Jesús María Sayas y Sixto Silgado. En la actualidad, dicha tradición está bien resguardada tanto por una nueva generación de intérpretes como de artesanos constructores que, en la mayoría de los casos, siguen elaborando el instrumento con insumos naturales y resistiendo con vehemencia a la tecnificación.

En la primera parada de la serie documental Artesanos de la Música, vamos a conocer las historias de Héctor Rafael Pérez García, Henry Zabala y Alexander Muñoz, quienes han encontrado, con su noble oficio, una forma digna de hacerle frente a la violencia.

Les invitamos a esta aventura que comienza en San Jacinto, hace escala en Ovejas y culmina en Bogotá, nuestra capital que, aunque cueste creerlo, es desde hace más de dos décadas uno de los epicentros de la música de gaita en el país.

La tradición gaitera de San Jacinto

En el centro del departamento de Bolívar, en las estribaciones del Cerro de Maco, la elevación más prominente de la región, se encuentra San Jacinto, un pequeño municipio donde cada año, desde 1991, y con motivo de las fiestas patronales de agosto, se celebra el Festival Autóctono de Gaitas. El corazón de San Jacinto palpita al son de las gaitas. Los tambores y las maracas terminan de darle vida a sus 28 mil habitantes cuyos oficios, en la mayoría de los casos, están asociados con la agricultura. La comida más representativa es el sancocho de gallina y el mote de queso. Además, de la gaita, es conocida por sus artesanías, especialmente las hamacas.

A pocos metros de una de las entradas principales del municipio sobresalen dos imponentes gaiteros que con sombrero, gaitas y maracas divisan todo el panorama. El monumento es un homenaje a los Gaiteros de San Jacinto, esos mismos que se pasearon por Europa a finales de la década de los cincuenta tocando en la compañía de danzas de Delia y Manuel Zapata Olivella.

La gaita está en la sangre del sanjacintero y eso lo sabe perfectamente Héctor Rafael Pérez García, artesano natal, quien heredó de sus antepasados el amor por la música de gaitas y la cumbia. Pérez también se ha dedicado a fabricar instrumentos musicales como las gaitas, tambores y maracas. La música corre por sus venas, pues es sobrino del legendario gaitero Toño García, uno de los integrantes más recordados de los Gaiteros de San Jacinto.

La serranía de San Jacinto, conocida como Montes de María, es una enorme región de bosque seco tropical donde están ubicados Carmen de Bolívar, San Juan Nepomuceno, San Jacinto y Ovejas, municipios conectados entre sí por la Ruta Nacional 25, comúnmente llamada la Troncal de Occidente. Al costado izquierdo de la carretera, si miramos el mapa de sur a norte, se encuentra Ovejas, municipio de vocación tabaquera y gaitera donde desde 1985 se realiza el Festival Nacional de Gaitas Francisco Llirene, el encuentro de música de gaita más importante en el territorio colombiano, no solo por su larga trayectoria, sino por la cantidad de gaiteros y gaiteras que cada año convoca. En el 2015, el Festival Nacional de Gaitas fue declarado patrimonio cultural e inmaterial de la Nación. Asimismo, se declararon bienes nacionales de interés cultural, las gaitas y la indumentaria típica que lucen los intérpretes del instrumento.

Las letras del nombre de Ovejas reposan sobre una gaita hecha en cerámica, que al llegar a ese lugar da la bienvenida a un acogedor municipio del departamento Sucre, ubicado a una hora de Sincelejo, la capital del departamento. Ovejas es un pueblo interesante por las bellezas arquitectónicas, como la iglesia parroquial y muchas casas de construcción tradicional que en la actualidad se encuentran en muy buen estado. Como San Jacinto, Ovejas basa su economía en la agricultura, siendo el ñame y el tabaco los principales productos. En el barrio San Judas vive Henry Ortiz Zabala, quien ya acumula 15 años de estar fabricando instrumentos musicales como gaitas y tambores. Henry, quien ha ganado durante varias ocasiones el premio a mejor gaitero en el Festival de Ovejas, ha evolucionado en su forma de fabricar las gaitas. Antes lo hacía de forma artesanal, ahora su proceso es totalmente diferente.

Un taller de gaitas escondido en Bogotá

Sobre la Cordillera Oriental, en la parte sur del altiplano cundiboyacense, se ubica una extensa planicie de más de 80 kilómetros de longitud. Allí, a 2600 metros sobre el nivel del mar, custodiada por los cerros de Monserrate y Guadalupe, en el que fuera un rico ecosistema de lagunas naturales y ciénagas, se encuentra localizada Bogotá, la capital de Colombia.

A pesar del eurocentrismo latente, a mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado, grandes artistas como Lucho Bermúdez o Pacho Galán lograron calentar el frío capitalino a punta de porros y cumbias. Por esos mismos años, los hermanos Delia y Manuel Zapata Olivella convocaron a varios músicos raizales para que sirvieran de base en su compañía folklorica de danzas afrocolombianas. Entre ellos estaba la segunda generación de los Gaiteros de San Jacinto, quienes traían consigo músicas que tal vez nunca se habían escuchado en las geografías andinas. En Bogotá grabaron discos y, más adelante, en los años ochenta, algunos de sus miembros se quedaron a vivir. Como ellos, otros gaiteros y constructores empezaron a arribar a la ciudad por diversas circunstancias. Ya fuera desarraigados por cuenta de nuestras múltiples violencias o buscando mejores condiciones de vida, estas migraciones cambiaron radicalmente el panorama de la gaita en Bogotá.

Uno de esos peregrinos es Alexander Muñoz, quien nació en Carmen de Bolívar y arribó a Bogotá hace nueve años. En un pequeño taller escondido en el primer piso de una enorme casa ubicada en el barrio Santa Rita de la localidad Puente Aranda, Alex ha perfeccionado un oficio que aprendió observando a sus mayores. Asimismo, es el director musical de Son de la Provincia una de las tantas agrupaciones de gaita que han ayudado a consolidar a Bogotá como una capital gaitera de Colombia.

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